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Peligra la tortilla europea

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“Haver nascut, encar que hem de morir-nos.

Haver plantat, encar que no hi collim.

Per ser curats, és per ço que ens ferim.

No hi ha enderroc, si no volem bastir-nos.

El que perdem és perquè vol buscar-nos.

Quan esgarrem, hem de cosir més prim.

Tots els estius madurem en raïm.

Fugen les illes per retrobar-nos“.

Antoni Ferrer. L’Eliana. Cant Temporal. 2000

Quienes han seguido el devenir del Movimiento Europeo saben que en las próximas elecciones al Parlamento Europeo nos jugamos ocho décadas de convicción, de trabajo y de sacrificio. Muerto el general De Gaulle vuelve a resucitar el fantasma de la Europa de las patrias o naciones, después de caminar desde 1957 por la senda de la integración que reúne a 27 países – con la lamentable deserción de Gran Bretaña en 2017–y 480 millones de habitantes, 150 más que los EE.UU.

Tortilla o huevos fritos

El maestro de periodistas Manuel Ibáñez Escofet (Barcelona, 1917-1990) se refirió en 1970 a un comentario del europeísta italiano, Piero Malvesti, presidente de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (C.E.C.A.): “La Europa de las patrias - decía– es como un plato de huevos fritos. Lo accesorio que es la clara, se une, mientras la substancia, que es la yema, se mantiene en su integridad. La Europa supranacional es, en cambio, la tortilla”. La Europa de los huevos fritos era la de De Gaulle. Individualista, jacobina, la de los Estados-Nación, la autárquica y la que llevó al continente europeo en dos ocasiones a su  casi destrucción en el siglo XX. Con muchas lecciones que las fuerzas antieuropeas que concurren para elegir el Europarlamento en 2024, se empeñan en ignorar deliberada y malévolamente. El mal contamina.

Cero en comunicación

No se trata de unas votaciones más, a las que los electores se sienten ajenos por la distancia de las instituciones europeas. Tampoco ayuda el oportunismo de las fuerzas políticas que pretenden convertir estos comicios en prolongación de las diatribas y pendencias internas en los diferentes Estados Miembro. La Comisión Europea merece un rotundo suspenso en su labor de comunicación para informar eficazmente a todos los ciudadanos. Es tarea prioritaria de la Unión Europea instruir acerca de su intrincada historia y de su compleja organización. Explicar que el progreso alcanzado en la media de los países que componen la UE, se debe a la acción benéfica e inteligente que emana de las instituciones. De los principios que están conduciendo a la Unión Federal Europea. Misión por la que sus inspiradores– fundadores padecieron persecución y tuvieron que sufrir prisión (Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni) y en la que invirtieron desinteresadamente los mejores conocimientos y experiencia, en aras a una aventura comunitaria que no necesitaban para vivir ni para mejorar su estatus profesional o personal.

Si ganan los malos

Hay que plantearse la probabilidad de que puedan influir en el proceso de unificación los enemigos de la Unión Europea y de su acervo comunitario. En el caso español se puede clasificar los partidos políticos que optan a un escaño europeo, entre los plenamente europeístas (PSOE, PNV, Junts, ERC, Bnga), los tibios a la hora de apostar por más Unión Europea (Sumar, PP,Ciudadanos,Podemos)– más tortilla europea– , los falsos europeístas que aparentan apoyar, la mezcla vigorosa e indisoluble de clara y yema batidas, cuando persiguen preservar los orondos huevos fritos de siempre, en los que la yema redonda de su nacionalismo, dorada y brillante, destaque sobre el blanco opaco de la clara, muy unida y compacta, del resto de los países (Vox). A pesar de ciertas indecisiones sobre las que suelen sobrevolar operaciones malvadas y alguna traición, la Unión Europea –desde su fundación hasta nuestros días– ha optado por la Europa de la tortilla, en la que el individualismo insolidario, los particularismos patológicos y el egoísmo infranacional queden abolidos en aras del bien comunitario. Conviene recordar el proceso en la denominación del proyecto europeo: Mercado Común Europeo, Comunidad Económica Europea, Comunidades Europeas, Comunidad Europea, hasta llegar a la Unión Europea de hoy.

Gastronomía y paisaje

En la lectura recomendable de las “Memorias” de Jean Monnet, ideólogo oficial, junto a Robert Schuman, del proyecto europeo que mereció el desprecio del General De Gaulle, aparecen repetidos dos temas domésticos: los jardines, parte del paisaje y la gastronomía de sus cocinas, atendidas por la cocinera –Amélie– que le siguió en su deambular por Londres, Washington, Luxemburgo o París. A la gran cocinera le acompañó, André Horré, un minero norteño que primero se hizo ‘maitre d‘hotel’ para seguir a su pareja y después jardinero de huerto y flores, cuyas peculiaridades de la tierra explicaba a Monnet:“es esencial para el espíritu empezar el día con espacio por delante”. Pájaros y árboles eran el decorado natural de sus pensamientos y como él decía,“ ésa es mi forma de pensar, porque no había barreras entre los jardines”. Son las fronteras que tanto detestaba, las que quieren reinstalar los amigos de la Europa de los huevos fritos, frente a los de la bien cuajada tortilla, donde es imposible distinguir entre la clara y la yema.

Europa de los cafés y de calles con cultura

Fue George Steiner quien llamó la atención sobre la importancia de bares y cafeterías en la mentalidad y en las costumbres de los europeos. En su modo de vivir. Tanto como los jardines de Monnet y el hábito ilustrado de denominar calles y plazas con nombres de personajes distinguidos de la cultura y la historia en los países que conforman Europa. Lejos de números fríos, nombres de artistas, escritores o ciudades apreciadas por los lugareños. Sólo en València se rotula en vías alejadas o cutres el nombre de Barcelona, del marqués de Campo – el alcalde más relevante de la València moderna– o el recóndito cul de sac dedicado al intelectual valenciano más relevante del siglo XX, Joan Fuster(dos atentados) y el del escritor y poeta, inspirador de la Renaixença, Constantí Llombart. O la plaza-rotonda ya de salida de la ciudad, para recordar al lingüista Manuel Sanchis Guarner (un atentado).

Vocación europea

El País Valenciano que durante buena parte del siglo XX se distinguió por el europeísmo sin fisuras, fundamentado en su economía librecambista y vocación exportadora, fue diluyendo sus convicciones, basadas en la internacionalización y el comercio exterior, hasta perder las bondades y atributos de futuro, cristalizada en el fracaso de su proyecto estrella de comercialización que fue la centenaria Feria Muestrario Internacional de València (a cargo de Ayuntamiento, Cámara de Comercio de València y Generalitat), la primera en territorio español en 1917. Cuando arrancó el proyecto federal europeo en 1957 y a pesar de las circunstancias de penoso aislamiento, este acontecimiento fue saludado con satisfacción y esperanza en la prensa con unanimidad. Desde hace años la economía valenciana ha dejado de destacar por su carácter eminentemente exportador y pierde posiciones periódicamente en las estadísticas conocidas. A la misma velocidad que la sociedad valenciana ha cedido su liderazgo hortofrutícola y el esplendor de su desarrollo industrial y comercial, hoy centrado en instalación de multinacionales y en la supremacía de una sola cadena de distribución.

Golpes bajos

Europa ha sufrido dos golpes de notable impacto en el avance en su desarrollo político. El fracaso de su proyecto de Constitución europea en 2005, por la voluntad chovinista mayoritaria de Francia, seguida de Países Bajos y Reino Unido, que hubieran torpedeado igualmente la consolidación constitucional de la UE por razones obvias. Atentado político que consumó en 2017 con el Brexit, aprobado por mayoría en referéndum. Desde su entrada en vigor, Gran Bretaña no ha encontrado estabilidad ni una trayectoria política ejemplar para el resto de países europeos. Envuelto en sus contradicciones y en su complejo de insularidad, el UK nunca podrá renegar de la realidad europea. Del continente al que pertenece y al que necesariamente sigue vinculado. Con la evidencia clara en la trascendencia del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, que constituye una amenaza cierta para la Europa codiciada de siempre.

Antieuropeos

Hoy es urgente la unidad de acción militar europea que tanto detestaba la “grandeur” del general De Gaulle. Puestos a elegir entre la Europa de las tortillas o la insolidaria de los huevos fritos, no hay duda. Se ha de optar por la Europa de los pueblos por encima o en vez, de la de las patrias, que tanto enamora a los partidos conservadores cuando se confunden en sus objetivos con la ultraderecha de Le Pen, Orban, Meloni y Abascal. Los que le hacen el juego al delincuente Donald Trump. Los EE.UU. no soportan una Europa fuerte y consolidada. Ahora la agresión viene de Rusia por Ucrania. ¿Quien dice que los EE. UU. de Trump no propicien una Europa débil y desunida? Las patrias son huevos fritos de anteayer y los pueblos, constituyen tortillas mucho más antiguas y consistentes. Las que perduran

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