Profesoras empoderadas en el País Valenciano

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El 8 de marzo celebramos un año más el Día Internacional de la Mujer proclamado por la ONU en 1975, recogiendo una cronología de lucha de las mujeres –muchas de ellas asesinadas- por sus derechos que nació en EEUU en 1909. Hoy esa lucha se ha extendido a todos los países, traspasando fronteras, diferencias culturales, jurídicas, ideológicas, económicas, y étnicas… El lema de este año es “Somos la #Generaciónigualdad” dando un paso más para hacer patente ese salto gigantesco que la inmensa mayoría de mujeres han demostrado durante esta cuarta ola del feminismo acudiendo a las manifestaciones. En el siglo XXI, la progresiva institucionalización del feminismo ha generado controversias respecto a su instrumentalización por parte de empresas (lo que se ha tildado purplewashing, lavado morado) o las incompatibilidades del feminismo con el neoliberalismo o capitalismo morado. Este proceso de cooptación o aprovechamiento del logotipo morado y de mensajes superficiales más que reivindicaciones reales está en paralelo a otras reivindicaciones, particularmente al día Intrnacional del Orgullo LGTBI (pinkwashing lavado rosa); sin entrar en la reciente y furiosa pugna entre algunas feministas y los transexuales e intersexuales. También hay que reseñar las diferencias potenciales en la praxis entre los países democráticos o los desarrollados y las dictaduras o los subdesarrollados. (La leyenda sobre el origen del uso del color violeta por el feminismo cuenta que se adoptó en honor a las 129 mujeres en huelga que murieron en una fábrica textil de EEUU en 1908: las telas sobre las que estaban trabajando las obreras eran de color violeta).

Una de las apuestas más transformadoras que el feminismo pretende es el de romper con los estereotipos de género que desde pequeños sufren niñas y niños de cara a las profesiones que en el futuro son las adecuadas para ejercer. En ese sentido se insiste en que son un porcentaje menor de mujeres las que deciden que su carrera sea científica/tecnológica. Es cierto. No obstante, yo me voy a centrar en una histórica profesión donde las mujeres han sido muchas: la de maestras y profesoras (hoy son ya más las profesoras –incluso de universidad-, las juezas y las médicas). Es un homenaje y enaltecimiento de uno de los oficios más bellos del mundo: enseñar. Por otro lado, las profesoras imparten y vienen también a las materias científicas. Para ello pondré como ejemplo a tres profesoras y pedagogas que en el País Valenciano dejaron honda huella.

La grandeza y ejemplaridad de este trabajo ya lo señaló en 1909 el Ministro de Instrucción Pública, Gabino Bugallal cuando escribía que estas trabajadoras “han de ser un espejo de ciudadanos, un modelo de austeridad; de suerte que con su conducta dé lecciones constantes de sumisión al deber, y de cultura y moral”. Sin duda es uno de los trabajos en el que más competencias intrapersonales e interpersonales debe dominar la profesora (y, dicho sea de paso, muchas del género femenino tienen en estas, innatamente, mayor tacto pedagógico). Y más allá de la sabiduría de su asignatura de estas virtudes docentes y de personalidad, depende la atención y la motivación del alumnado.

Señalemos unas cuantas competencias de las profesoras valencianas -que después citaré- que desarrollaban con orgullo y estímulo para su alumnado en su proceso de enseñanza-aprendizaje. Veremos las características y competencias que en esta compleja profesión demuestran muchas profesoras y que, por ende, no hay una brecha de género al escoger esta profesión:  la capacidad de superar adversidades, saliendo reforzada de las mismas; tener juicios de valor positivos sobre sí misma; hacer valer los derechos propios sin vulnerar los ajenos; capacidad para conseguir cambios en las conductas, actitudes y pensamientos; capacidad de intercambiar mensajes verbales y no verbales para hacerse entender; ser una guía, una animadora, una persuasora; paciencia y autocontrol para conseguir inhibir respuestas que puedan generar posteriores perjuicios; animarse para emprender nuevas metas por propia iniciativa; conocerse a sí misma, reflexionar sus propias emociones y estados de ánimo; saber gestionar conflictos de forma justa, creativa y pacífica; capacidad de hacer valer los derechos propios sin vulnerar los ajenos; capacidad de conectar afectivamente con los demás y ponerse en su lugar; ser ecuánime y nunca soberbia de cara a explicarse los éxitos y los fracasos propios; resolver conflictos; conseguir que el alumnado llegue a acuerdos y hacer encajar objetivos aparentemente incompatibles mediante la flexibilización de las actitudes y posturas; valorarse a sí mismas y superar estados depresivos; estar preparadas para trabajos y proyectos interdisciplinares; etc. Estas profesoras que citaré sabían cultivar virtudes tan importantes como la templanza y la ejemplaridad. Por si conseguir esta personalidad no fuese ya difícil, la transferencia de conocimientos adquiridos de manera teórica a unos u otros contextos aplicativos y, a la inversa, de los que resultan de la experiencia a niveles de teoría plantea limitaciones.

Existe, análogamente, un amplio acuerdo entre muchos neurobiólogos acerca de que conocer no solo resulta inseparable de nuestras estructuras biológicas; hay una epistemología que descubre que nuestro conocimiento del mundo real es el producto de interacciones físicas, psicológicas y sociales de nuestros cuerpos en el mundo. Sin embargo, estas interacciones no implican que haya una transferencia directa de informaciones. Debemos rechazar el realismo ingenuo: aprender no puede prescribirse. Esto significa que solo podemos percibir o aprender aquello que permite la dinámica del sistema nervioso de cada cual. Si pensamos en términos de educación su actividad cognitiva no siempre viene determinada por un agente externo, por la calidad de los razonamientos que prodigue la maestra o sus métodos. Como vemos esto complica todavía más el oficio de la profesora: de ahí la importancia de psicólogos y pedagogos de apoyo en colegios e institutos. Como señala el pedagogo Rottaus: “Es imposible introducir un dato de otra persona como se introduce un dato en un ordenador. El ser humano es receptivo a la información en la medida que, como todo sistema autorreferencial complejo, desarrolla mecanismos de aprendizaje, con ayuda de los cuales a determinadas experiencias se les atribuyen significados asociados a expectativas”. A veces a la profesora le cuesta apreciar por ello el origen de las dificultades para asimilar unas enseñanzas (en el sentido de crecer en conocimientos y modificar conductas) ni de la conducta propia ni de la ajena. Ello nos llevaría a un replanteamiento de lo que debe ser y cómo la medición de pruebas y la evaluación. La educadora, por tanto, para hacer gala de su influencia pedagógica, debe ser alguien que de manera espontánea se mostrará sensible al mundo del niño y del adolescente, de sus expectativas y problemas extraescolares; y debe conocer las técnicas didácticas y de estudio apropiadas. Por todo ello, una profesora reúne los tres modelos de profesionalidad: 1- el que hace referencia a la organización científica del trabajo; 2- el que deriva de la teoría de las relaciones humanas; 3- el que acentúa los aspectos intelectivos del comportamiento organizativo. Vemos pues que el trabajo docente exige como pocos una gran profesionalidad.

Las maestras republicanas simbolizan el proyecto de transformación social y cultural de la II República. Fueron luchadoras comprometidas contra el atraso y la incultura, y muchas asesinadas por defender la causa más preciada de la República: la educación.  En sus trayectorias vitales encontramos la plasmación de las esperanzas, las experiencias y los logros alcanzados por esas mujeres en el País Valencià en esos años de cambios profundos, en los que las mujeres obtuvieron la ciudadanía civil y política, y en los que la educación era concebida como el fundamento de una auténtica democracia. La profesión de maestra era uno de los pocos ámbitos laborales en que las mujeres habían conquistado un terreno de afirmación, legitimación y reconocimiento en la esfera pública. Numerosas maestras se identificaron con las ideas de libertad pensamiento y de cátedra, de educación pública, de laicismo y de promoción de las libertades individuales y colectivas, del bilingüismo o de la educación mixta. A tal punto la escuela había de ser laica y no adoctrinadora que en 1933 se aprobó privar al estamento eclesiástico de las funciones docentes. Fue el pedagogo Lorenzo Luzuriaga quien elaboró el documento que recogía los principios básicos y acordes con la II República. Recogiendo y estudiando las nuevas experiencias y pedagogías de los y las mejores pedagogas de Europa y EEUU, comenzaron a introducir en las aulas también, la creatividad, la educación integral, los métodos participativos, las excursiones, el trabajo al aire libre, la experimentación, y nuevas y empíricamente contrastadas didácticas para todos los aprendizajes. Con el comienzo de la guerra civil y la posterior dictadura muchas profesoras fueron expedientadas alcanzando cotas de ensañamiento que llegaban a la depuración y los asesinatos por la Junta de Defensa Nacional, que suprimió las reformas republicanas inaugurando ese paréntesis negro y retrógrado, de pedagogía autoritaria, sádica y nacionalcatólica que supuso el franquismo.

Vamos pues a poner tres ejemplos en homenaje de grandes profesoras del País Valencià que supieron, en tiempos muy difíciles, descubrir ante su alumnado la verdad, pasando ésta a ser un deber agradable, un saber con sabor, desvelando el gusto por los contenidos.

1- Antonia Maymón (1881-1959): fue una maestra sindicalista, racionalista, activista por la libertad. Su ideario pedagógico fue el de la Escuela Moderna de Ferrer i Guàrdia, y de otros pedagogos como Pestalozzi, Decroly o Dewey. Impartió clases en Elda y La Vila Joiosa. Es una mujer libre defensora del naturismo libertario entendido como libertad individual dentro de un proyecto de libertad colectiva. Mantuvo un ideario feminista radical, amén de ser vegetariana. Al acabar la guerra civil el franquismo le quitó su plaza.

2- María Ibars Ibars (1913-1965): Impartió su docencia en la Plana Alta y en València. Destacó por su reivindicación de la lengua histórica y materna en tierras valencianas, siendo pionera en esta exigencia. Elaboró escritos recogiendo las enseñanzas del pedagogo Decroly de que el pensamiento infantil es global. Feminista y activista se casó con el escritor Maximilià Thous. Detenida en su domicilio en 1939 y encarcelada, calificada de “roja” por la Guardia Civil, es sometida a depuración como docente.

3- Carmen Valero (1893-1962): No se ha podido concretar cuándo y dónde entra en contacto con las técnicas Freinet. Lo que sí que es cierto es que se inicia en esta metodología cuando conoce al gran pedagogo valencianista Enric Soler i Godes. Practicaba lo que llamaba Pedagogía Aplicada, con un eclecticismo de didácticas de la Escuela Nueva, donde la vitalidad, la libertad y la colectividad primaban. En septiembre de 1939 fue juzgada sumarísimamente acusada, falsamente, de educar al estilo ruso-soviètico, ser “una roja perdida”, pertenecer a la masonería, y ser atea y anticatólica. El expediente de la Comisión Depuradora num. 2 de València no le fue favorable y fue separada del magisterio entre 1942 y 1951.

Hubo muchas, muchas más grandes profesoras del País Valenciano que innovaron en la Pedagogía y estudiaron las metodologías vanguardistas de otros países; y que como las anteriores fueron feministas y el genocida Franco las depuró: Amaia y Ana Carvial; Amparo Navarro Giner; Empar Granell; Adelina Barrés; Josefina Ferrándiz; Francisca Sanchís Ferrer; y un largo etc. Fueron heroínas apasionadas por la enseñanza y la defensa de la II República. En el Día Internacional de la Mujer es preciso no olvidar el gran trabajo y ejemplo que nos dieron estas profesoras luchadoras. Digan lo que digan los partidos de derecha es preciso no olvidar, sino recordar para no repetir.