República en la memoria
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 abrieron una inesperada crisis política al derrotar los partidos republicanos y socialistas a los que sustentaban una monarquía corrupta y cómplice con la dictadura. Fue inédita la caída de un régimen político en unas elecciones que no eran plebiscitarias. También fue excepcional que se produjera el cambio de régimen de forma pacífica, como decía Miguel de Unamuno desde el balcón del Ayuntamiento de Salamanca al proclamarse la República en la ciudad: «Vosotros, a los que se os ha llamado “chusma encanallada”, habéis dado un hermoso ejemplo de ciudadanía manteniendo el orden contra “los del orden” que no era más que el desorden organizado“.
En las elecciones municipales del 12 de abril, las candidaturas republicano-socialistas habían ganado en 42 de las 50 capitales; en Madrid, los concejales republicanos triplicaban a los monárquicos, y en Barcelona los cuadruplicaban. Ante el desconcierto, el gobierno, reunido de urgencia, se debatía entre optar por la represión, como proponían los ministros conservadores, o que el rey abriera consultas para formar otro gobierno y convocar una elecciones plebiscitarias, que consideraban perdidas para la monarquía.
El «comité revolucionario» republicano-socialista hizo público la tarde del 12 de abril un comunicado en el que decía que el resultado de las elecciones había sido “desfavorable a la Monarquía y favorable a la República”. Las calles de Madrid se llenaban banderas tricolor y cantos del Himno de Riego.
En Valencia, durante la mañana del 14 de abril las calles se llenaron de gente que celebraba el triunfo de la Alianza Antidinástica, republicana-socialista, liderada por el PURA (Partido de Unión Republicana Autonomista), con Sigfrido Blasco Ibañez al frente. Integraban también la Alianza Antidinástica el PSOE, Derecha Liberal Republicana, Partido Reformista y Agrupación Valencianista Republicana. Obtuvieron 32 concejales frente a los 18 de los monárquicos.
A las cuatro de la tarde la multitud se concentró frente a la sede del diario El Pueblo en la calle Don Juan de Austria, donde se encontraban reunidos los concejales republicanos electos y la Junta Provisional Republicana, quienes se dirigieron al Ayuntamiento para tomar posesión del gobierno de la ciudad. Allí Sigfrido Blasco-Ibáñez proclamó la República ante la multitud que se congregaba en la plaza de Emilio Castelar; se izaron la senyera y la bandera republicana formándose una manifestación que se dirigió a la sede del gobierno civil y después a Capitanía General para pedir que se izara la bandera republicana en los dos edificios, a lo que se negaron el gobernador civil y el capitán general, mientras no recibieran órdenes de Madrid. Esa tarde las funciones de los teatros y de los cines fueron interrumpidas con cantos de la Marsellesa y el Himno Regional.
A las nueve de la noche los dirigentes de la Alianza Antidinástica se reunieron en el Ayuntamiento rodeados por la multitud que llenaba las escaleras, los vestíbulos y los salones, y que también abarrotaba la plaza de Emilio Castelar. Eligieron como alcalde provisional a Vicente Marco Miranda y redactaron un bando “Al poble valencià” en el que se decía: “La República ha estat implantada per la via legal, donant al món un exemple únic en la Història. Que la seua defensa i consolidació siguen també exemplars”. Entonces recibieron un telegrama de Francesc Macià, líder d’Esquerra Republicana de Catalunya, dirigido al “poble valencià, unit a Catalunya per gloriosos vincles històrics de sang i de llengua” comunicando que se acababa de proclamar la “República Catalana” en Barcelona. La respuesta del nuevo alcalde Marco Miranda fue: “València correspon salutació Catalunya admirable en un abraç de germanor, cridant visca el poble català, visca Espanya republicana”. El 15 de abril fue declarado festivo y hubo un desfile militar encabezado por el capitán general que delante del Ayuntamiento rindió homenaje a la nueva bandera.
La IIª República no llegó por una conspiración de élites políticas apoyada por un pronunciamiento militar seguido de una sublevación popular como ocurrió en laa Gloriosa revolución de 1868, ni a causa de un vacío de poder por abdicación del rey como en 1873, cuando se proclamó la Primera República. En abril de 1931, Alfonso XIII se tuvo que marchar, en palabras de Santos Julià, empujado por “una fiesta popular revolucionaria, cuando el jornalero de los extrarradios, el artesano y el obrero de los barrios bajos, las obreras del textil o de las nuevas industrias químicas, el estudiante, el profesional y el intelectual de los ensanches se dieron cita a primeras horas de la tarde en la Puerta del Sol para celebrar el resultado de las elecciones municipales del día 12 y proclamar festivamente la República. Fue, en fin, esa movilización la que dio su primer carácter al republicanismo, un sentimiento sin raíces profundas en la sociedad, tan amplio como difuso, emotivo, nada estructurado, sin partidos, casi sin afiliados; un republicanismo que había avanzado, incontenible por los cafés, las salas de conferencias, las calles, en las conciencias y en los corazones, sin que al mismo tiempo progresara en organización y en definición programática.” O en palabras de J. Casanova: “La República no fue la conquista de un movimiento republicano con raíces sociales profundas, sino el resultado de una movilización popular contra la Monarquía, que recogió los frutos en el momento en que a la Monarquía le fallaron todos sus apoyos sociales e institucionales.” La República que llegó a España el 14 d'abril de 1931, sin víctimas ni verdugos, es memoria democrática que abría un tiempo de ilusión: el sueño de la gente humilde por alcanzar la libertad y por construir un país nuevo.
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