Sí suben impuestos
Bajar los impuestos. Solución mágica para todos los males. No falla. Es como no ponerse enfermo para no tener problemas de salud. Se le ocurrió a un genio, sin duda. Pero las cosas no son tan sencillas. A veces reducir impuestos sale caro. Primero, porque si es proporcional, a quien mejor le viene es a los más ricos. Ya es casualidad. Segundo, no es tanto bajar impuestos sino a quién, como pasó con el IBI en València. Una medida que, por cierto, privó a los que más tienen de contribuir en la medida de sus posibilidades a paliar los daños que algunas pedanías sufrieron el fatídico 29 de octubre. Eso sí, lo han llorado como todos. Si es gratis, se apuntan a un bombardeo.
Pero hay más. Un ejemplo ilustrativo lo vivimos la semana pasada. Al Consell le ha parecido buena idea, con la DANA como telón de fondo, que el cambio climático necesita un pequeño impulso. Pensar que siempre se puede ir a peor, en cierto modo, es una manera de ser optimista. Así, se han suspendido varios tributos que iban a grabar las emisiones de CO2 de vehículos, grandes establecimientos comerciales y la industria. Por supuesto, se ha repetido el mantra de que es “para todos los valencianos”, y no añaden valencianas porque el PP no usa lenguaje inclusivo. La ley que lo permite, amén de la de Hacienda, lleva la firma de la Conselleria de Medio Ambiente, que es como cuando el abogado de Caesescu pedía la pena de muerte para su defendido. Por supuesto, la excusa es que estas medidas van a relanzar la economía. ¿La de quién?, eso no lo dicen. Por esa regla de tres, la de contaminar más para relanzar la economía, poner un vertedero en La Albufera igual nos sitúa a la altura de Suiza.
El problema de no gravar las emisiones de CO2 es que de algún modo habrá que pagar las consecuencias. Es lo que se llaman externalidades, que suena muy económico, pero no es más que pasarle la factura al siguiente, y generalmente algo más abultada. Los comisionistas no descansan. Más gases contaminantes supone, por ejemplo, más enfermedades respiratorias y, por lo tanto, más gasto en sanidad. Lo que se ahorra por un lado, hay que pagarlo por otro. Si no se ingresa más, y tienes que gastar más de lo que ya has recaudado, a la postre es como si te suben los impuestos.
Hay más formas de subir impuestos, y tirarlos a la basura es una de ellas. Dinero malgastado es también un tributo. Pagas lo mismo, pero recibes menos. Es como pedir gamba roja de Denia y que pongan gamba cocida de las de la segunda unidad a un euro. O como tener un IVAM y un Centre del Carme de Cultura Contemporánea, en manos de un conseller de Cultura que se declara seguidor de Iker Jiménez, y dejarlos morir.
También es casi subir los impuestos si cambias la ley para que los altos cargos cobren más que president (y el nuestro, al menos, de los más caros de España) y en un plis plas, con Navidad y alevosía, resulta que hay ya diez de ellos facturando más que Mazón. Y aún faltan algunos por retratarse en el portal de Transparencia, así que podría haber sorpresas. Previsibles, sí, pero sorpresas. La idea es que hay que fichar a los mejores y no se puede atraer talento del sector privado si no se suben los sueldos. Pues que se queden dónde están y que traigan a otros, porque este gobierno de los mejores es bastante regulero y no hay talonario que lo arregle. A lo mejor si contratas a gente que cobra menos, aunque solo sea por mantener la nómina, se lo curran un poco más. El listón no está muy alto, tampoco sería pedirles mucho.
Pero hay formas más ingeniosas de subir impuestos que dar luz verde a más emisiones de CO2. Una de tantas es hacerle precio a tus amigos. O, directamente, no cobrarles. Por ejemplo, se te olvida pasarles la minuta a las empresas que gestionan los hospitales públicos, porque aunque no es verdad que gestionen mejor (todo lo que pasa de un esguince se lo encaloman a la red pública), les quitas una preocupación. Ocurre cuando a Sanidad se le pasa reclamarles una cantidad que podría llegar a los 350 millones de euros. Aquí no vale señalar a Mazón (o, al menos, no solo). Este mismo lapsus lo tuvo en su día el Botànic y la cantidad era de casi el doble: 641 millones.
El Botànic por cierto, también aprobó una tasa turística que no llegó a aplicar, así que a los de aquí nos toca pagar parte de los gastos que generan los de allí cuando nos visitan. Es como subir impuestos sin necesidad de hacerlo. Algo es algo. No hacer nada puede tener efectos imprevisibles; igual acabas como el Rey, que sin hacer nada le reciben como si se hubiera pasado dos meses quitando fango en la zona cero.
Y es que en materia fiscal, entre el PSOE y el PP tampoco hay tanta diferencia. Los impuestos parecen cosas de pobres, pero solo a la hora de amoquinar (las rentas del trabajo pagan mucho más que las del capital). La triste verdad es que el gasto público muchas veces beneficia a quien ya está beneficiado. Según la OCDE, En España el 20% más rico de la población (la España que madruga pero, sobre todo, la que heredó) copa el 30% de las ayudas, mientras que el 20% se tiene que apañar con el 12%.
Y hay más datos. El 10% de la población, con su declaración de renta, paga cerca del 28% de lo que se ingresa; el 10% más rico, apenas el 27%. En 2007 la cifra era del 40%. Desde entonces, el impuesto de sociedades ha pasado de suponer el 22% de la recaudación al 11%, y el IRPF ha aumentado su parte: del 36 al 69%. Vamos hacia atrás y de la mano de los dos grandes partidos. Ahora el gobierno anuncia un impuesto solidario para los sueldos más altos. Bonito nombre para una gota en el océano.
Y hay más cosas que no cambian indendientemente de quién esté al timón. No sé si hay datos más actualizados, pero los últimos que recuerdo insistían en que solo el 20% de los técnicos de Hacienda se dedica a inspeccionar a las grandes empresas y las principales fortunas, que concentran el 72% del fraude. Es como cuando la Casa de Alba se dedica a esquilmar el agua de Doñana, no se atreven ni a cerrarle los pozos ilegales, no se vayan a enfadar. A la inversa, el 80% de esos servidores públicos se dedican a perseguir a autónomos y a pymes que concentran el 28% del fraude. Yo conozco a un autónomo que está luchando para que le quiten una multa por no presentar una trimestral del IVA un trimestre que no cobró IVA. Si se hubiera embolsado 20 millones igual le hacían una amnistía como las de Montoro solo para él.
Pero hay más formas de subir los impuestos a los que menos tienen y bajárselos a los demás. Ahí está el empeño de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de que los usuarios de vehículos diesel paguen más porque contaminan más. En realidad, contaminan más porque no se pueden comprar un coche eléctrico que, ese sí, cuenta con todo tipo de ayudas. Una cosa es ser negacionista del cambio climático y otra de la realidad social, y las dos son malas.
El problema de ‘bajar impuestos’ es que es una frase mágica que a todo el mundo le gusta escuchar. Después de todo, quién no se imagina que un día será rico, aunque todos tengamos más papeletas para acabar pobres de solemnidad. Literalmente, la gente no quiera pagar ni en sueños. Como solución loca, los que tienen menos ingresos podrían votar a los partidos que se comprometan a subirlos (y, si además gestionan mejor, te cagas), pero en la práctica no es así. En las generales de 2023, el 10% más pobre del censo votó casi tanto al PSOE (26,9%) como al PP (26,9%), lo cual también se explica porque, muchas veces, es más lo que los une que lo que los separa. Lo curioso, es entre el 10 y el 20% con menos recursos votaron más al PP (37,5%) que el 10% más rico. Si quieren pegarse un tiro en el pie, allá ellos.
Pero, más triste aún, es que el 14,2% del 10% más pobre y el 15,1% de los de entre el 10 y 20% se inclinaron por Vox. Son las dos franjas en los que la banda de Abascal tuvo más apoyos, y eso que ni disimulan. A Sumar, que se supone que son más de apostar por una fiscalidad más justa, le votaron con más pasta (del 30-40% más rico en adelante) que entre los que van más apurados (del 30% más pobre hacia abajo). Subir impuesto o malgastarlos está muy feo, pero que haya tanto tonto tampoco ayuda.
Pero, a lo peor, es que tampoco son tan tontos. Que gente que no tiene que pagar IRPF (seguramente les gustaría ganar más y pasar por taquilla) se incline por un partido que no cree en los impuestos progresivos, en subir las pensiones, en intervenir en el mercado inmobiliario, en la educación pública, en paguitas que no sean para ellos es para que todos nos lo hagamos mirar. A lo mejor, solo les queda confiar que alguien que dé una patada al tablero (como Trump o Milei) para ver si, aunque sea por casualidad, las piezas caen de tal forma que el coste de la vida ya no supere a los beneficios. De perdidos al río.
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