El síndrome de la impostora en las mujeres: ¿Un compañero de por vida?
Seguramente hayas sentido alguna vez que, compañeros tuyos de trabajo cometen errores o hacen barbaridades, sin que consideren que lo han hecho, o incluso, creyendo que el trabajo esta bien hecho.
También es posible, que algunos de ellos, directamente, no realicen el trabajo que les corresponde y esto no les genere ningún tipo de conflicto interno. En cambio tú, como mujer, es muy probable que te sientas incapaz e incompetente, si cualquier cosa importante del trabajo no te sale correctamente, o te podría haber salido mejor.
Durante muchos años de nuestra historia, las mujeres hemos vivido con un compañero inseparable de fatigas, que aparece en nosotras cada vez que nos enfrentamos a alguna tarea importante: el síndrome de la impostora
Esta sensación paralizante de ser un fraude, de no merecer los logros conseguidos, ha invadido a muchísimas mujeres a lo largo de la historia. Pero a medida que avanzamos, también nos fortalecemos. Cada día, nos acercamos más a derribar las barreras del autoescepticismo y la autocrítica, y a abrazar plenamente nuestro potencial.
El síndrome de la impostora se manifiesta de diferentes maneras en nosotras. Puede ser esa voz interna que nos recuerda que no somos lo suficientemente inteligentes, talentosas o competentes como para merecer nuestras posiciones. Puede ser el miedo persistente de ser descubiertas como impostoras, a pesar de haber trabajado duro y logrado grandes cosas. Esta lucha silenciosa puede minar nuestra confianza y limitar nuestro crecimiento personal y profesional.
Sin embargo, en medio de este desafío, nos encontramos en un momento de cambio y transformación. Cada vez más mujeres están reconociendo el poder de su voz y su valía. Estamos desafiando los estereotipos de género y reclamando nuestro lugar en la mesa y en el mundo. Desde el ámbito académico hasta el empresarial, desde la política hasta las artes, las mujeres están rompiendo barreras y demostrando su valía en todos los campos posibles.
La solidaridad entre nosotras es fundamental en este aspecto. A medida que nos unimos y compartimos nuestras experiencias, nos damos cuenta de que no somos las únicas que nos sentimos así. Compartir nuestras historias de éxito y de lucha nos ayuda a desmitificar el mito de la perfección y a celebrar nuestras propias fortalezas.
Estamos exigiendo igualdad de oportunidades y justicia en todos los ámbitos de la vida. Estamos rechazando los roles de género restrictivos y construyendo un mundo más inclusivo y equitativo para las generaciones futuras.
El autocuidado y la autoaceptación también juegan un papel fundamental en este proceso de empoderamiento. Recordarnos los válidas y capaces que somos a pesar de que este sistema, muchas veces, nos envía el mensaje opuesto, o intenten que frenarnos.
Mientras las estructuras de poder no cambien en muchos aspectos, las mujeres tendremos que seguir demostrando doblemente, lo que valemos y tendremos que seguir sobre esforzándonos para alcanzar lo que, un hombre, alcanza, normalmente, con mucho menos esfuerzo.
En esto, al igual que en la lucha feminista en general, necesitamos el apoyo y acompañamiento de la sociedad, de les compañeres de trabajo, de nuestras amistades y, sobre todo, del sistema.
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