Suspender los premios, burlarse de las víctimas

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El Gobierno de María José Catalá ha premiado el relato de un diputado de Vox condenado por maltrato. Total, “las bases se lo permitían” argumentan sin sonrojo mientras el individuo que llamó puta, ladrona, secuestradora de niños a su exmujer en la puerta del colegio de sus hijos, se siente arropado por sus socios. Sabe que lo de Catalá es puro teatro. Si en lugar de violencia de género, estuviéramos hablando de actos de terrorismo o independentismo, no habría dudas. La condena sería unánime. Sin embargo, con la violencia contra las mujeres se pueden decir barbaridades como la de José María Llanos indultando a su compañero maltratador con un “por un perro que maté, mataperros me llamaron” para justificar que se presentara al certamen de Igualdad, Beatriu Civera.

Llanos y el maltratador firmaron del Pacto de la Servilleta con Carlos Mazón. ¡Vaya! a María José Catalá aquella fotografía no le pareció “una provocación innecesaria” hacia las víctimas de violencia de género. Como sucediera con su negativa a colgar la bandera LGTBI en el balcón del Ayuntamiento, con motivo del Día del Orgullo, y aquella desafortunada comparación con enfermedades como el cáncer o la ELA, ha vuelto a demostrar que lo suyo es falsedad bien ensayada.

Ahora sí se siente ofendida por el maltratador porque le afecta a ella. Es su forma de ser. Le da igual que Berta Esparza y Lara Tortosa se queden sin acto. No le importa la frustración y la decepción que deben sentir las ganadoras ante una suspensión que supone todo lo contrario a los valores que pretende difundir el certamen y que encarna Beatriu Civera. Las víctimas son las ganadoras y quienes se presentaron de buena fe a este certamen. No es María José Catalá. Su drama no es necesario. Ella es la cómplice de que personajes amorales se sientan con patente de corso para burlarse de las mujeres y, en especial, de las víctimas de violencia de género.

Cuando la concejala Rocío Gil, a la sazón presidenta del jurado, le contó el resultado de la deliberación, debió pensar en lo injusto que era para ella. Debió sentirse traicionada con lo que ha mimado a Vox. Puso a sus concejales sueldo de gobierno sin competencias para después meterlos en el gobierno sin condiciones, con un acuerdo tan pobre que no pudieron ni bautizarlo y acabó siendo conocido como el Pacto del Canapé tras el ridículo que protagonizaron al perder una moción por ausentarse de una votación para comer. Aquel día, se le cayó el telón.

Finge. Gracias a ella, Vox campa a sus anchas. En la memoria sigue vivo aquel Viva España, de Manolo Escobar, con el que los ediles ultras se burlaron de que no prosperara la declaración institucional sobre el Día Internacional de la Mujer mientras Catalá afirmaba: “Todo lo que Vox no quiera hacer en materia de Igualdad lo hará la alcaldesa”. Siempre mayestática.

La realidad, la desmiente. Vox ha eliminado las acciones activas de empleo dirigidas a facilitar el acceso de las mujeres al mundo laboral y, en especial, a las víctimas de violencia de género. Todo esto aderezado por los tuits racistas y xenófobos de la concejala Cecilia Herrero o la difusión de bulos contra las personas migrantes por parte de Juanma Badenas, que están siendo investigados por la Fiscalía de Delitos de Odio y Discriminación.

Está convencida de que es ella la provocada. La mártir. La desfachatez llega al punto de que su portavoz justificó el premio al maltratador en que no sabían quién era porque lo habían buscado en Google ni Facebook. Lo tiene todo tan ensayado que, con cada una de sus imposturas, suena en mi cabeza la imponente voz de La Lupe cantándole a la cara, mirándola a los ojos: “Teatro, Lo tuyo es puro teatro. Falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”. ¡Ay, Catalá! Sobre este escenario, Lara y Berta son las únicas protagonistas. No permitamos que las aparte. No seamos sus cómplices. Suspender los premios es un acto de cobardía, de cesión ante el maltratador. Es burlarse de ellas y de las víctimas de violencia machista.