Dice el presidente de la patronal turística Hosbec, Toni Mayor, que los defensores de la “tasa turística” son “gente insensible e inhumana”. Lo dice desde Benidorm donde su grupo, Ona Sol-Port Hotels, es una de las mayores empresas del sector. No sé qué opinarán de la sensibilidad y la humanidad general de Mayor y sus compañeros empresarios del sector las trabajadoras de la limpieza de los hoteles de Benidorm que llevan años denunciando las condiciones laborales en las que trabajan. La lista de denuncias es larga: contratos en precario, desatención en casos de accidentes, horarios que se multiplican respecto a lo que pone en los contratos, trabajo a destajo, penalizaciones por baja productividad, despidos arbitrarios, cargas de trabajo imposibles de cumplir, 4 horas para limpiar, ordenar y arreglar hasta 20 habitaciones pasillos y zonas comunes, denuncias de explotación, denuncias sobre situaciones de salud insostenibles... Escuchen ustedes a las portavoces de estas trabajadoras y sabrán de lo que hablo.
Tanto han tenido que esforzarse por dignificar sus condiciones laborales que han acabado haciéndose famosas y las “Kellys de Benidorm” son ya un ejemplo de colectivo de trabajadoras en lucha contra la explotación. Si hablamos de inhumanidad igual no es hacia la tasa hacia donde hay que mirar.
Estos días estamos asistiendo a una ofensiva de los grandes hoteleros valencianos contra el acuerdo aprobado en las Corts Valencianes para que los municipios que así lo consideren puedan, a partir de 2024, poner en marcha una tasa turística de entre 0'5 y 2 euros día. Repito: 2024, municipal, reducida y voluntaria.
“No es el momento” es uno de los grandes argumentos que usa la patronal para desacreditar la implantación de la norma. Apelan al COVID, a la inflación, a la guerra de Ucrania... Nunca es el momento para determinadas cosas. De tanto repetir que no es el momento, uno llega a la conclusión de que el problema no es el momento sino la propuesta que se les hace, que hoy se saben en minoría y que quieren ganar tiempo.
Toni Mayor, que lleva 14 años como máximo representante empresarial, ya defendía la inoportunidad de la tasa en 2019, antes del COVID, cuando su grupo aumentaba facturaciones a ritmos superiores al 20%. Ahora sigue con la frase de que “no es momento” pero, a día de hoy, su empresa tiene previsto ampliar el hotel “Port Benidorm” en más de 125 habitaciones, es la única que se ha presentado para construir un gran hotel de lujo en una nueva parcela pública junto a Terra Mítica y ha sido la primera beneficiada por las ayudas de reactivación económica de la Generalitat a empresas turísticas para que mejoren instalaciones. La empresa de Mayor acaba de recibir 5 millones de euros de la Conselleria de Hacienda para reformar su hotel “Port Alacant”.
Hace un par de días, se presentó en Benidorm, siempre Benidorm, un estudio de la Universidad de Alicante, encargado a dedo por la Secretaría Autonómica de Turismo (es decir, una parte del Gobierno que existe gracias a la mayoría parlamentaria que promueve la tasa turística) que desaconseja la implantación de dicho recargo. Todo ello es difícil de entender, al igual que lo es que el secretario autonómico de Turismo aparezca con pancartas contra una decisión, la tasa, aprobada por las Corts.
Dice el estudio universitario que el sector aporta ya en impuestos cada año 3.800 millones de euros y que los 53 que recaudaría la tasa turística son una insignificancia. Se podría responder aquí que si aportan tanto como puede ser que una insignificancia les haya llevado a una actitud tan y tan beligerante.
Incluye también el citado informe que no está claro el sentido del nuevo producto impositivo, cosa que no es cierta. Se trata, muy resumidamente, de compensar las externalidades negativas del turismo en cuanto a impactos en el territorio e ir migrando hacia un modelo turístico más sostenible, cosa que se hace en muchos otros sectores.
Cuándo se nos queman los bosques por todas partes, cuando nuestras temperaturas van camino de ser más parecidas a las de Mauritania que a las acogedoras que teníamos hace años, cuando las vías convencionales de abastecimiento de agua están en peligro, cuando la gestión de los residuos se nos come, cuando las fuentes energéticas que nos han llevado hasta aquí se agotan y cuando la movilidad del futuro está a debate, hacer ver que el gran problema del sector turístico valenciano es la tasa es producto de la ignorancia, algo que yo no creo, o de la mala fe para evitar hablar de cambios de mucho mayor peso específico.
Que dos euros al día se puedan considerar una cantidad que hará replantearse el viaje a alguien que acude a un hotel de cinco estrellas, porque dos euros es la tasa para los establecimientos de lujo, no es ni ignorancia, ni mala fe, es simplemente tomar por imbéciles a la ciudadanía a la que se dirigen estos mensajes.
Ciertamente los empresarios hoteleros están en ofensiva abierta contra la tasa pero ellos no son todo el sector, ni el conjunto de la sociedad con cosas a decir. Sindicatos, grupos de trabajadores, asociaciones de vecinos y un amplio abanico de ONG sí están a favor.
Vox, Ciudadanos y el PP forman parte de la ofensiva anti pero yo pensaba que teníamos claro que en 2015 las mayorías “botánicas” habían llegado para hacer cosas diferentes a las que hicieron los “populares de Zaplana y Camps” durante 20 años; además de no robar, quiero decir.
A un secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, que actúa contra la mayoría parlamentaria, que le apoya se le suma un president de la Generalitat, Ximo Puig, que con su silencio le da la razón y un partido, el PSPV, que aprueba la tasa pero obliga a sus alcaldes a decir que no la van a aplicar. La historia de siempre: republicanos que defienden la monarquía, pacifistas mantenedores de la OTAN, gente solidaria que relativiza el asesinato de decenas de migrantes en la valla de Melila, ecologistas que quieren ampliar puertos, carreteras y aeropuertos como si no hubiera mañana. Gobiernos transformadores que gestionan pero no transforman, cambios imprescindibles hacia un nuevo modelo económico para los que nunca se encuentra el momento. Incoherencia. Cuando lleguen los coherentes, cuando vuelva la derecha sin máscaras ni vergüenza, nos preguntaremos “cuándo se jodió Perú”.