Era esperable que la última sesión de control al Gobierno valenciano de esta legislatura deparase sorpresas, pero a buen seguro que la intervención de Massó Llinares muchos la vimos venir. La diputada de Vox por Castelló intervino en la cámara con una confesión: “Créame que lamento mostrar esto en esta cámara”, para acto seguido mostrar una fotocopia en la que se podían ver ilustraciones de penes. “¿De verdad cree que estas ilustraciones benefician a los niños?”, y elevando el tono, “¿Cree usted que estas imágenes de penes adultos de distintos tamaños y formas benefician en algo a los niños? Esta imagen es solo un ejemplo, pero hay muchas más en libros que se pueden encontrar en infantil y primaria”, seguía. Se quejaba la formación de extrema derecha de que en la educación pública valenciana se muestren ilustraciones de esta parte del cuerpo masculino en su diversidad.
Lo cierto es que sí, que mostrar que existen penes de muchos tipos beneficia a los niños porque ataja algunos de los tabúes más arraigados en la masculinidad contemporánea. A Vox le escandaliza que en los libros de educación primaria se normalicen los penes de distintos tamaños, formas y colores porque en realidad le molesta que existan cuerpos de distintos tamaños, formas y colores. Normalizar la diversidad pasa por mostrar que esa diversidad existe, también en lo que respecta a los genitales masculinos. Y cuanto antes se haga, mejor, pues la influencia en el ámbito de la educación en la aceptación de la percepción del propio cuerpo como algo válido que merece todo el respeto puede prevenir, a tiempo, futuros problemas de salud mental, dinámicas de acoso escolar y trastornos de la conducta alimentaria ampliamente estudiados. Esto Vox lo sabe, pero no le importa.
En el patriarcado nuestros cuerpos no nos pertenecen nunca del todo: están sujetos a la mirada de los otros, que valida o censura la mera definición fisiológica de nuestra existencia. La evaluación y el juicio de los cuerpos ajenos, lejos de ser una cuestión inocente, puede producir problemas de autoestima graves, y si se refieren a los genitales masculinos resulta que atajan un mito arraigado en la masculinidad, que genera infinidad de inseguridades y miedos en muchos jóvenes adolescentes: el tamaño del pene.
Un atributo físico cuyo juicio colectivo resulta un medidor de hombría en cualquier vestuario. El estereotipo promovido por el patriarcado dicta que la medida del pene es directamente proporcional a tu nivel de virilidad. Si tienes un pene grande, eres muy hombre y si lo tienes pequeño, eres poco hombre. Unos centímetros más o menos pueden marcar el estatus de un joven en una etapa de cambios fisiológicos tan delicada como la adolescencia y generar malestares y complejos que se alargan hasta la edad adulta y afectan a la vida sexoafectiva de muchas personas.
Siendo así que exponer un cuerpo desnudo a la mirada de otros hombres en el vestuario de un instituto en el fondo es sinónimo de someterse al juicio de si se te puede considerar más o menos hombre. El doctorando en sociología Manuel Romero lo explicaba fabulosamente en Twitter: “Es frente a la mirada de mis iguales que mi identidad corporal se valida. Son ELLOS los que aprueban si mi cuerpo es o no es correcto”. Dado que “el patriarcado es una forma histórica de dominación, la construcción del cuerpo masculino también responde a los requerimientos de la mirada universal por excelencia: la masculina”. Y añadía: “La masculinidad, como todo eje de dominación, es un circuito de poder que afecta de una manera u otra a los sujetos que la encarnan. Los hombres también son víctimas de la dominación masculina, pero como decía un buen amigo: que te pese la corona no evita que sigas siendo el rey”.
El tamaño del pene puede llevar al autoodio si se te considera un hombre menos válido que el resto a causa del tamaño del pene. Y que tampoco genera menos problemáticas si se sentencia que la tienes grande porque, en el fondo, esta polea de la hombría sube y baja el estatus de muchos hombres movido por otro mito: si la tienes grande, follas más. Y si tienes mucho sexo, por la lógica de la acumulación capitalista, eres más hombre que el resto. Un mecanismo perverso que genera tensiones y malestares en las relaciones sexoafectivas de muchas personas, tengan de cintura para abajo lo que tengan. Y esto sí que está totalmente roto.
No resulta sorpresivo que este estereotipo promovido por el patriarcado sea el mismo que subyace sobre tópicos racistas como el que dicta que los negros la tienen más grande, vinculado históricamente a la colonización de África. “No tan solo se nos ha asociado al trabajo esclavo, también a la brutalidad animal”, explicaba el periodista antirracista Moha Gerehou en este vídeo. “La imagen del hombre negro que no puede controlar su sexualidad caló sobre todo en los Estados Unidos. Hoy en día este estereotipo de hombre negro que no controla sus instintos todavía es vigente en el mundo del porno. ¿Quien no ha recibido nunca, en algún grupo, la imagen del ‘negro de Whatsapp’? Un personaje que si fuera blanco, de ninguna forma sería ‘el blanco de Whatsapp’, sino que sería el ‘chico de la tranca’ o cualquier nombre mucho más descriptivo. Pero aquí la asociación está clara: cómo es negro, tiene el pene grande”.
Realmente, está más que demostrado que no hay ninguna vinculación entre el color de la piel y la medida del pene, de la misma forma que no existe ningún vínculo entre el tamaño de la nariz, la talla del calzado o la distancia entre el pulgar y el meñique con la forma y proporciones de la genitalia. La mayoría miden más o menos lo mismo. El de los adultos tiene de media 13,24 centímetros en erección y 9,16 centímetros en reposo. Los más grandes, de 16 centímetros de erección, representan menos del 5% de los casos y los más pequeños de 11 centímetros el 10%. Y en esa horquilla los hay de todas las formas y colores, claro que sí. Pero dónde hay relato –y por tanto mito–, los datos sirven de poco y se olvidan deprisa.
Es precisamente ahí donde la educación debe intervenir en positivo: en desmontar mitos tóxicos, normalizar la diversidad, desterrar tópicos racistas y actuar sobre actitudes machistas. Y sí, aunque le escandalice a Massó Llinares, enseñarles a los niños que existen muchos tipos de penes, que es lo mismo que decir que existen todo tipo de cuerpos, también va de esto.