“I am skeptical about most of the innovations futurists and Silicon Valley people are proposing. I don't think giving toasters web pages will be worth the bother. However, there are posible innovations that will make a substantial difference to human life”
John McCarthy, pionero de la Inteligencia Artificial
Recuerda Belén Gopegui, en su expléndida novela “Quédate este día y esta noche conmigo”, el escepticismo que uno de los padres de la Inteligencia Artificial, John McCarthy, mostraba hace años hacia muchas de las innovaciones que se proponían desde Sillicon Valley. Seguramente no sea un gran aporte histórico darle una página web a una tostadora, pero como decía McCarthy, hay ciertas innovaciones que pueden suponer una diferencia sustancial en la vida humana.
Es obvio que no podemos evitar que un emprendedor visionario quiera dedicar su talento y sus recursos a crear páginas web para tostadoras. Ni limitar que acaudalados hombres de negocios sean generosos en rondas de inversión para financiar el desarrollo de esas webs. Pero, ¿es este el tipo de emprendimiento que debe promoverse desde las políticas públicas de innovación?
Evado conscientemente una pregunta previa; la de si desde la administración deberían promoverse políticas públicas de innovación y emprendimiento. Desde sectores neoliberales se argumenta que no, que el mejor agente para promover innovación y emprendimiento es la empresa privada (aunque luego busquen desaforadamente los recursos públicos para financiar su esfuerzo innovador). La respuesta a esta pregunta está magnificamente respondida por Mariana Mazzucato en su libro “El Estado emprendedor” en el que demuestra fehacientemente que el Estado es la organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de mayor riesgo.
Siendo así, ¿qué apuestas en innovación y emprendimiento deberían promoverse desde las políticas públicas? La respuesta la daba el propio McCarthy en su ya famosa sentencia: las que supongan una diferencia sustancial en la vida humana. Conviene, por tanto, como ha afirmado en reiteradas ocasiones la Comisionada de Tecnología e Innovación Digital del Ayuntamiento de Barcelona, Francesca Bria, abandonar un modelo en el que se pone por delante la tecnología, y pensar primero en la ciudadanía y en sus necesidades.
Nuestro territorio, y la ciudadanía que lo habita, se enfrenta a grandes retos. El acceso a una vivienda digna y adecuada -derecho, por otro lado, recogido en el artículo 47 de nuestra sacrosanta Constitución- es uno de ellos. Compatibilizar el derecho a circular libremente -como se recoge en el artículo 13 de la Declaración de los Derechos Humanos- con los derechos a un medio ambiente seguro y saludable, un alto estándar de salud, y un desarrollo ecológicamente sustentable –recogidos igualmente en los tratados básicos de derechos humanos- es otro que nos lleva a buscar necesariamente modelos de movilidad sostenible. La lucha contra la pobreza energética (y el acceso garantizado al agua y la energía necesarias para una vida digna), el acceso a una alimentación saludable, el envejecimiento poblacional y el acceso democrático a la cultura son otros no menos relevantes.
¿Por qué no focalizar entonces los esfuerzos públicos de apoyo al emprendimiento en la búsqueda de soluciones innovadoras para estos retos? Desde una lógica de coherencia de políticas, parece una respuesta evidente. Resultaría absurdo promover una política pública de lucha contra el Cambio Climático a la vez que se promueve otra de impulso del uso del vehículo particular emisor de CO2. Igual de absurdo que apostar por una política alimentaria saludable basada en alimentos de proximidad a la vez que se promociona la destrucción de la huerta, espacio natural para la producción de esos alimentos de proximidad. Sin embargo, en el ámbito del emprendimiento no parece ser contradictorio impulsar una política pública que favorezca el acceso a la vivienda digna, con apoyar emprendimientos que favorecen los apartamentos turísticos o el uso de viviendas vacías para convertirlas en cuartos trasteros, con las lógicas consecuencias que estos emprendimientos tienen sobre el acceso a la vivienda digna.
Si conseguimos elevar la mirada más allá del autodenominado “ecosistema emprendedor” identificaremos multitud de iniciativas que apuestan, desde lógicas innovadoras, por solucionar los retos mencionados y otros no mencionados pero de igual importancia. Iniciativas que podrían multiplicar su impacto positivo sobre la sociedad si dispusieran -como disponen otros tipos de emprendimiento- de espacios de trabajo compartido, acompañamiento, formación, financiación y acceso a los mercados (¡sí, es posible enumerar las necesidades del sector emprendedor sin recurrir al inglés!).
En definitiva, ¿apostamos por políticas públicas de apoyo a visionarios que quieren hacer webs para tostadoras o lo hacemos por apoyar a quienes buscan innovaciones que puedan suponer una diferencia sustancial para la vida humana?