22.000 participantes en la segunda tomatina de pago

Efe

La “gamberrada” original que dio pie a la Tomatina de Buñol, la catarsis colectiva del tomatazo que ha alcanzado fama internacional, ha perdido parte de su inocencia primitiva y ha entrado en una fase de mayoría de edad que redunda en una mayor seguridad para los 22.000 participantes, pero también abre nuevas y controvertidas vías de explotación comercial de la fiesta.

La reducción del aforo a menos de la mitad (en 2012 llegaron a concentrarse más de 45.000 personas, según el Ayuntamiento) se hace evidente tanto en el recorrido de esta batalla a tomatazos, donde se han podido ver mesas y sillas en plena calle hasta minutos antes del paso de los camiones cargados con tomates, como en los accesos al pueblo, cafeterías y comercios.

Los cambios propiciados por el Ayuntamiento, que ha encargado parte de la organización y gestión comercial de la Tomatina a una productora, y que se ensayaron en parte en la Tomatina del año pasado -deslucida por una intensa tormenta-, han redundado en el control del aforo, señalización y accesos, y seguramente han llegado para quedarse.

Otros, en cambio, quizá constriñen una fiesta que nació de la improvisación de una pelea lúdica a tomatazos entre vecinos del pueblo y logró perpetuarse contra la reticencia inicial de las autoridades.

Así, se ha perdido parte de la originalidad en los disfraces y atuendos de los participantes obviamente por la reducción de los mismos, pero en cambio la masa de turistas llega más informada y preparada para lo que le espera.

Los tradicionales “cascos-sandía” o los sombreros de esparto van a menos, y su lugar lo ocupan las fundas estancas para móviles y las microcámaras de vídeo en alta definición.

Australianos, británicos, japoneses o neozelandeses, mayoría en el grupo de foráneos, saben a dónde han de ir y lo que tienen que hacer, conocen de antemano dónde están los puntos de atención sanitaria, los urinarios y dónde se pueden lavar tras la “batalla”.

Todo ello descontando la hospitalidad de la gente de Buñol, que tradicionalmente ha abierto la puerta de sus casas este día.

Parece que también se han desterrado las prácticas prohibidas de arrancar camisetas a las turistas desprevenidas y lanzar camisetas mojadas que habitualmente llegaban a requerir la intervención de la Policía Municipal.

Quizá la única cifra que permanezca inmutable en este exceso sea la de los tomates, nada menos que 140.000 kilos que han volado por los aires en apenas una hora, y eso sin contar con las “municiones” que por cuenta propia han acumulado los vecinos de la localidad en terrazas y balcones y que, inevitablemente, han hecho acto de presencia media hora antes del inicio oficial.

La Tomatina de 2014 ha empezado a las 10.58 horas. Primero llega el olor, luego el griterío, los salpicones y manguerazos de agua desde los balcones y, casi sin tiempo a levantar la cabeza, los bocinazos estremecedores de los camiones que llegan cargados de tomates.

Luego, los empujones para dejar paso y, en pocos minutos, el adoquinado de la calle se transforma en una espesa alfombra roja.

Pese a la reducción del aforo, las estrecheces y los agobios en las calles del casco antiguo de Buñol se repiten, especialmente al paso de los camiones, y son parte esencial de la experiencia de la Tomatina según cuentan quienes la viven. Tras cada uno de los seis volquetes esperan miles de tomates que explotar y lanzar.

Es una locura colectiva, afortunadamente transitoria y controlada: los lanzamientos van sin objetivo fijo pero llegan a todos los rincones, no hay tiempo para venganzas, es imposible contabilizar las “agresiones”, los tomates no respetan nada ni a nadie.

La segunda Tomatina “de pago” para los visitantes ha finalizado a las 11.51 horas, ha transcurrido de forma rápida y sin incidentes, más allá de algunos puntos de sutura por cortes, varias lipotimias y alguna luxación que ha requerido traslado al centro de salud más cercano.

Aunque la jornada ha empezado con un susto para los servicios de emergencias, que han sido alertados de una posible parada cardiorrespiratoria, finalmente ha quedado en un desvanecimiento.

La fiesta se ha podido seguir en directo por internet por primera vez y ha sido cubierta por un centenar de medios de comunicación y varias productoras de cine, que han aprovechado para rodar secuencias de una película y un anuncio.