Arquitectura con perspectiva de género: trabajar por la igualdad desde los cimientos del hogar
El hogar es el espacio en el que comienza todo lo demás: la vivienda es el derecho del que parten el resto de derechos y que condiciona el tiempo para el ocio, el estudio y el descanso; para la proyección de una vida. El domicilio es también el espacio en el que se desarrollan la mayor parte de los trabajos de cuidados, aún profundamente individualizados y circunscritos al ámbito privado a falta de una red pública que los asuma. Es por ello que la vivienda y los entornos residenciales resultan de interés en los estudios de género: entre los muros de lo privado es donde se reproducen los roles, la división sexual del trabajo y las desigualdades. Desde hace años los estudios feministas analizan el impacto que tiene la vivienda en la vida de hombres y mujeres y plantean alternativas para personas mayores, dependientes, personas que viven solas o modelos residenciales que sean en su conjunto más saludables. Viviendas con más luz, menos ruido, mejor aislamiento térmico, pero también con distribuciones del espacio que no acentúen las desigualdades y las dinámicas de poder.
El Gobierno Valenciano, que comenzó a trabajar en 2017 en estudios para mejorar las condiciones de la vivienda desde varias perspectivas, ha editado una guía para “facilitar la incorporación de la perspectiva de género en la arquitectura y en la construcción de los espacios domésticos”. La guía continua los trabajos de unas jornadas celebradas el pasado año en el que personas expertas en urbanismo, arquitectura y políticas públicas de vivienda aportaron ideas y ejemplos de proyectos piloto o en ejecución.
El objetivo de la guía es que los espacios en los hogares no sean compartimentos estancos y aislados, romper la inercia del encerrarse en la cocina o ejercer los cuidados en un espacio casi clandestino, sino integrar la vida en todas sus áreas para facilitar la corresponsabilidad. Pero también incorpora aspectos como la eficiencia energética, el coste de los materiales y su durabilidad, para plantear propuestas de ahorro energético y materiales menos demandantes. En otras palabras: pagar menos calefacción y dedicar menos tiempo al mantenimiento del hogar.
Entre los aspectos de diseño, la guía recomienda espacios de cuidados más grandes, amplios y luminosos, a través de construcciones que faciliten “la permeabilidad visual, los campos visuales amplios y la eliminación de escondites y lugares aislados”. Este aspecto resulta de relevancia en el cuidado de menores o personas dependientes desde el punto de vista de la percepción de seguridad.
El documento, con el título Espacios de la vida cotidiana, realizado por Inés Sánchez de Madariaga, presidenta del Grupo Asesor sobre asuntos de Género, ONU Habitat y Directora de la Cátedra UNESCO de Género de la Universidad Politécnica de Madrid, e Inés Novella, profesora del Departamento de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universitat Politécnica de València, no se limita a los domicilios unifamiliares habituales y plantea medidas alternativas de viviendas colaborativas o edificios en los que algunos espacios vinculados a ciertos trabajos -lavado y cocina- sean compartidos, contemplando nuevos problemas como la dependencia o la soledad no deseada, al margen de la edad.
La publicación, impulsada por la Vicepresidencia Segunda y Conselleria de Vivienda y Arquitectura Bioclimática que dirige Héctor Illueca, pretende incentivar modelos de construcción y compra pública de vivienda que deriven en entornos más habitables.
0