Barrios sociales y viviendas colectivas: cooperativas de vivienda asequible para “compartir un futuro en común”

En la Norteamérica de finales del siglo XIX se popularizaron los llamados “family hotel”, bloques de viviendas compartidas que tenían externalizados los cuidados y la cocina, un modelo de vivienda colectiva con espacios compartidos especialmente utilizados por la clase media y los profesionales liberales hasta que la paranoia anticomunista terminó borrándolos. La arquitecta catalana Anna Puigjaner comenzó a investigar sobre distintos modelos de colectividad habitacional y publicó su tesis en 2014, donde incide en que la distribución de las viviendas, con especial énfasis en la cocina, son también una perspectiva política.

La investigación de Puigjaner recuerda que los modelos familiares son diversos y no todos se adaptan a la estructura de vivienda tradicional, por lo que plantea, con la excusa de las viviendas sin cocina, abrir ciertos debates sobre las viviendas contemporáneas. La filosofía de Puigjaner, que ha puesto en marcha proyectos piloto en Barcelona, se asemeja a la de Nacho Marí, ganador del proyecto piloto de Vivienda Pública de la Generalitat Valenciana que organiza la conselleria de Arquitectura Bioclimática. Marí, en conversación con elDiario.es explica que lo que denomina “vivienda postcovid” supone reformular una tipología más abierta a las zonas comunes: “Cada tres viviendas comparten una terraza muy grande, una suerte de salón compartido en una pieza orientada al sur que se puede subdividir. La puedes tener cerrada a tu vivienda o abrirla y compartirla con el resto de usuarios, es una tipología muy abierta y muy flexible que comparte muchos espacios”.

Siguiendo la exploración de nuevos modelos de vivienda que devuelvan al barrio su carácter de red de apoyo y las líneas del urbanismo feminista, la Generalitat Valenciana presentaba este martes un proyecto de colaboración públicoprivada para fomentar viviendas cooperativas. La propiedad compartida del suelo y la responsabilidad de los residentes en el diseño de sus hogares ya se han puesto sobre la mesa en ciudades como València, donde se explora las ventajas de vivir de una forma más comunitaria, especialmente tras una pandemia que ha forzado el aislamiento de miles de personas, pero también ha reactivado redes de solidaridad y cooperación. “El cooperativismo plantea una forma de vida diferente”, expresaba este martes el vicepresidente segundo y conseller de Vivienda, Rubén Martínez Dalmau en la presentación del 'Plan Base Viva'.

El plan se proyecta con la colaboración de Fecovi, la federación de cooperativas de vivienda, para impulsar la construcción de viviendas a precios asequibles, que atiendan las necesidades sociales en este ámbito, y también ayude a la reactivación económica y a la creación de empleo. Parte del mismo se enmarca en el 'Plan 2.400' presentado semanas atrás, en el que el Ejecutivo busca ampliar el parque público de vivienda en los próximos cinco años. El proyecto, en el que participan la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas y la Conselleria de Economía Sostenible, estima un impacto en el empleo de alrededor de 450 puestos de trabajo en la fase de ejecución y 400 en la fase operativa.

El vicepresidente segundo y titular de Vivienda expresaba que “el modelo de vivienda colaborativa es el ejemplo más claro de cómo se pueden ofrecer alternativas viables y asequibles para compartir un futuro en común”. “Las cooperativas de vivienda pueden conseguir el equilibrio necesario entre la solidaridad cooperativa, los retos locales de integración y, al mismo tiempo, la calidad de vida y el diseño”. Las viviendas proyectadas buscan ser un espacio saludable y sostenible, tanto desde la perspectiva del ruido y la iluminación como del uso de materiales.

Las viviendas se plantean como espacios para vivir, no para pasar la noche entre jornada laboral y jornada laboral, para compartir las cuestiones relativas a los cuidados -una de las reivindicaciones de los planteamientos feministas en arquitectura y urbanismo- y como zonas de cohesión social, no de segregación. En esta línea, la vicepresidenta, Mónica Oltra, ha explicado que desde su departamento se está apostando por construir “barrios sociales”, donde los centros de día o los centros de atención temprana para niños y niñas se integren, porque las nuevas ciudades tienen que ser “un espacio donde cuidar y criar sea más fácil, más compartido y más importante” y donde se entienda que las personas somos “seres interdependientes” que necesitan espacios para relacionarse. Es, así, una cuestión de “democracia económica y social”, “una forma de entender los barrios abierta y comprometida”.

Por su parte, el conseller de Economía Sostenible, Rafa Climent, indicaba que “esta iniciativa integral aúna democratización de la economía, redistribución, eficacia y eficiencia, a través de la colaboración público-privada, en un contexto de transición del modelo económico valenciano hacia las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía, basado en el conocimiento, la innovación, la corresponsabilidad, la participación ciudadana y la conexión con el exterior, todo esto articulado sobre el principio de sostenibilidad ambiental, productiva y social”.

Los trabajos arrancaron en 2020 tras un encuentro entre Fecovi y las consellerias, continuaron con la elaboración de una guia cooperativista y disponen de una veintena de grupos cooperativos y protocooperativos expectantes en una serie de municipios, como València, Castelló, Alicante, Gandia, Sagunto, Bocairent, Barracas, Alcublas, Godella o Alfara del Patriarca.

Las propuestas cooperativistas evalúan las necesidades de las personas según su edad y condición social, ligadas a las condiciones vitales. Un aspecto clave del proyecto es difuminar la separación entre vida y trabajo; entre zona residencial y zona laboral, con la convivencia en el centro.