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Crònica

La Caja de Ahorros de Montevideo vende a Zaplana

Varias personas siguen a través de la pantalla la declaración de Eduardo Zaplana en el juicio del caso Erial en una imagen de archivo.

Francesc Arabí

València —
24 de abril de 2024 22:56 h

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Eso del capitalismo de rostro humano es un oxímoron. Una milonga, que es la madre del tango, esa performance de los desgarros de la vida nacida a orillas del Río de la Plata. En la patria chica del doctor en ingeniería financiera off shore Washington Fernando Belhot, el abogado uruguayo al que Eduardo Zaplana encomendó la gestión fiduciaria del dinero de las mordidas pagadas por los Cotino a cuenta de las plusvalías que lograron con el amaño de las concesiones de las ITV y el Plan Eólico.

Belhot compareció este miércoles ante el tribunal del caso Erial por videoconferencia para clavar el cuarto clavo en el cadalso judicial del ex presidente valenciano. Joaquín Barceló Pachano, Juan Francisco García, los hermanos Cotino... y ahora Belhot. No hubo sorpresas. Se cumplió el guión del sobresalto. El uruguayo se ratificó en su declaración del 25 de enero de 2019 cuando, tras pactar con el fiscal Pablo Ponce, confesó que el dinero que gestionaba estaba a su nombre y al de su sociedad Disfey en una cuenta en el banco suizo Julius Baer Group, pero esos fondos eran de Zaplana. Primero entregó la pasta a la justicia española (los 6,7 millones de euros transferidos a la cuenta judicial en Banco Santander) y luego ofreció a Zaplana en bandeja al fiscal Ponce, cuya prioridad era recuperar el dinero.

Pues sí. Es el capitalismo salvaje. Uno pasa por ser un tiburón cuando juega en la liga local y al final se convierte en una sardina cuando se encomienda a una piraña transoceánica, en cuyo currículum figura haber asesorado a implicados en el escándalo Odebrecht, una macrochorizada de reparto de comisiones entre políticos, empresarios y funcionarios de doce países por adjudicaciones a esta constructora brasileña, que tiene 140.000 empleados y factura 25.000 millones de dólares. Zaplana acudió a un fuera de serie de las finanzas, un financiero de la cantera del despacho Mossack Fonseca, el bufete epicentro de los Panama Papers.

Si se es mínimamente empático entiendes a Zaplana. Es febrero-marzo de 2009. Las sociedades luxemburguesas (Imison Internacional y Fénix Investments) ya habían cumplido su cometido de catalizar las comisiones. La liquidación de Imison, a nombre de Pachano, testaferro confeso de Zaplana, generó casi 8 millones líquidos y 2,9 transferidos a Medlevante, una de las inmobiliarias usadas para blanquear el dinero comprando solares en la Vila Joiosa, áticos en Altea y el piso del barrio de Salamanca, en Madrid. “Medlevante, en realidad, también era del señor Zaplana”, confesó Belhot, tras reiterar que el ex presidente le contó que la “gran mayoría de activos eran suyos però no quería aparecer por ser político y de un partido importante”. El dinero de la cuenta de Andorra, a nombre de Vansley (controlada por Belhot) también era del ex presidente. “Absolutamente”, apostilló el uruguayo.

Hasta ese momento la gestión fiduciaria del patrimonio oculto la había llevado Beatriz García Paesa en Luxemburgo. Pero entonces, Zaplana conoció a Belhot y este le convenció para dar un salto cualitativo: ponerse en manos del mejor en el hit parade del trilerismo internacional. “Le dije que la estructura que tenían montada no era óptima”, explicó. Y se autopropuso para organizarles un tinglado con sede en Uruguay. Un país, recordó, que blindaba “la confidencialidad, tiene convenio de doble imposición, el más fuerte secreto bancario del mundo y permite el anonimato de los titulares de las acciones societarias”. Una ganga para camuflar dinero.

Que sí, que al final le encalomaron unas preferentes, però hay que ponerse en la piel de Zaplana. ¿Qué haces con al menos once millones ahorrados? ¿Los metes en la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM)? Nadie como Zaplana conocía a los gestores. Roberto López Abad, entonces director general, acabó siendo condenado a dos años de prisión por administración desleal. Como para fiarse. Esa entidad no era mala para que te den una hipoteca chollo para comprar un piso de 532 metros en la Castellana, cerca del Santiago Bernabéu. Para pedir estaba bien, però para meter depósitos... ¿En una cuenta en Bancaja? ¿En una entidad presidida por el condenado por falsedad documental José Luis Olivas, el que se sentaba en la sesión de este miércoles dos sillas más a la derecha de Zaplana? Como si no lo conociera...

En esa tesitura, cualquiera habría hecho lo mismo: renunciar a los bolis y las vajillas de regalo de las cajas para tener a buen recaudo sus activos millonarios bajo control de los despachos BGL Asesores y South Capital Partners, en Montevideo. Encima, en esas fechas ya había eclosionado la operación Gürtel, tras las detenciones de Paco Correa y compañía un 6 de febrero de 2009. Convenía ser discreto. Total, que tras varias reuniones (entre dos y cuatro, dijo Belhot), el ex presidente se convirtió en cliente oculto del uruguayo. No firmó ningún documento de encargo. “Fue un acuerdo verbal para proteger la confidencialidad. La confianza es lo fundamental. No hacen falta escritos”. Estas palabras vienen a ser la versión charrúa de la máxima valenciana “la paraula, és l’home”.

A veces se firma una carta fiduciaria privada en la que consta el titular real de los fondos y el nombre de quien los manejará. Pero Zaplana es especial, no se fía ni de su sombra. “Es extremadamente cuidadoso, meticuloso”, explicó Belhot. Regularmente, el letrado de Montevideo viajaba a Madrid para enseñar al cliente los extractos de los movimientos bancarios. “Los entendía porque es inteligente”, subrayó, e inmediatamente “los destruía”. Tan precavido era, que en los ocho años de relación professional no cruzó un mail ni un whatsapp con Belhot. De hecho, el uruguayo admitió que no tenía su correo electrónico. Sí el de la fiel secretaria Mitsouko Henríquez, a la que hacía llegar las entregas de dinero en metálico solicitado por Zaplana para los gastos habituales. Poca cosa. 2,3 millones canalizados a través de cambistas. Belhot contactaba con agentes de cambio con colaboradores en Madrid, estos entregaban el efectivo y el despacho de Belhot les compensaba el dinero con transferencias a las cuentas que les indicaran.

La escasez de papeles explícitos que avalen el contacto con Belhot es uno de los ejes sobre los que pivota la defensa del ex presidente. El abogado Daniel Campos, que es fiscal, insistió en subrayar que no es normal que un cliente no exija un documento. Es más, entonces, ¿qué pasa si al fiduciario le ocurre algo? Belhot insistió en que la prioridad del ex presidente era no dejar rastro. Eso sí, cuando se sometió a un trasplante de médula por su leucemia dio la orden al uruguayo de que si le ocurría algo hablara con su hija mayor. El administrador de fondos contó que Zaplana le comunicó que su hija no sabía nada del este asunto però que la pondría al corriente.

A 10.052 km de València y con un oficio propio de quien ha nadado en cloacas de medio mundo, Belhot fue repasando el historial de su ilustre cliente valenciano. Durante 50 minutos, contestó al fiscal. Y a lo largo de otros 94 minutos, respondió a los ataques del abogado del ex ministro. Belhot iba repasando todos los pasos del tango que se marcó durante más de ocho años con Eduardo Zaplana. Nunca un baile tan arrabalero fue tan pervertido en su esencia. Por un exquisito “empresario” (así definió el letrado al cliente valenciano) con traje a medida y reloj IWC Schaffhausen en la muñeca. 

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