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Carles Fons: “Los hombres por la igualdad tenemos que contraponernos al macho ibérico”

Carles Fons se define como altermundista y ciudadano comprometido. Animador sociocultural, ha ido completando su formación con estudios de género, feminismo e igualdad. Es el hombre que se esconde tras el polémico cartel de Bertín Osborne, el macho ibérico, que utilizó Podemos para anunciar un curso destinado principalmente a otros hombres para identificar y resolver comportamientos machistas. Fons también se identifica con la izquierda, el feminismo y el republicanismo y cree que los tres movimientos deben ir de la mano por un cambio de modelo.

“Si eres hombre y tienes la voluntad de erradicar las violencias machistas, de que deje de existir la brecha salarial, de que las mujeres puedan ir por la calle de noche sin amenazas de ningún tipo, de que no exista discriminación ninguna por razón de sexo u orientación sexual, o si quieres vivir de forma plena la paternidad, expresar tus sentimientos en público sin pudor, vivir sin exigencias culturales de cómo te tienes que comportar por el hecho de haber nacido hombre, tu espacio de participación es el movimiento feminista, es decir la deconstrucción del patriarcado neoliberal y la lucha por una sociedad nueva, igualitaria, justa y solidaria”, afirma en uno de sus textos.

Pregunta: ¿Qué es el hombre después del #MeToo y el 8M?

Respuesta: Asistimos a un momento muy interesante desde el punto de vista sociológico. La crisis de la masculinidad tradicional está diagnosticada. Los hombres históricamente han tenido el papel de protectores y proveedores y el movimiento feminista, después de las olas y con su recorrido histórico, ha puesto sobre la mesa es que las mujeres no necesitan ser protegidas ni proveídas. A partir de entonces, el hombre se queda descolocado, afecta a su identidad. Esa crisis se refleja en dos vertientes: la igualitaria, de los que consideramos que debemos revisarnos y repensar nuestra posición; y la que vemos en las expresiones neomachistas que se reafirman en el discurso patriarcal y está presente en la sociedad.

El hombre nuevo, el que quiere luchar por la igualdad y revisarse... ¿A quién se parece?

Tenemos un problema porque estamos faltos de referentes públicos. En medios de comunicación y en producción cultural se ven modelos de hombres diferenciados del patriarcado. En el Estado español, hemos de contraponerlo a la figura del macho ibérico, que encarna esa masculinidad nociva, prepotente y violenta. Hay que contraponer esos modelos que propongan un diálogo, una relación de respeto y de iguales con las mujeres. Tenemos problemas con eso porque, efectivamente, el patriarcado tiene mecanismos de reafirmación. No nos resulta fácil.

Desde Homes per la Igualtat queremos construir referentes públicos que sean igualitarios. El alcalde de A Coruña tuvo que dejar una entrevista porque estaba cuidando a sus hijos y eso fue noticia, cuando todos los días las mujeres se inhiben de un posible desarrollo público por estar a cargo de los cuidados.

¿No tener referentes os complica el trabajo?

Bueno... Partimos de esa base. De que no hay referentes y hay que crearlos. Hay películas como 'Truman' que plantean dos formas de ver la masculinidad, 'No soy un hombre fácil'... Empieza a haber referentes.

¿Y fuera de la ficción?

Hay algunos personajes públicos como Octavio Salazar o Ritxar Bacete, compañeros de lucha. Nos movemos en un ámbito complejo. Somos hombres en un espacio político desarrollado por mujeres. Tenemos muy presente que la voz cantante y la presencia deben liderarla las mujeres. Interpelamos a hombres y necesitamos sacar cabeza, pero no queremos usurpar el protagonismo que legítimamente se han ganado las mujeres.

El mito del macho alfa, del macho ibérico.. Las mujeres ya sabemos qué daño nos hace. ¿Y a los hombres?

Nos hace daño en tanto que sitúa en el espacio colectivo qué se espera de nosotros. Una de nuestras denuncias es que a través del proceso de socialización se nos enseña a ser hombres de una forma nociva, tanto para nosotros como para las mujeres. La masculinidad hegemónica provoca una falta de desarrollo integral de la persona, tiene su emocionalidad castrada, una serie de deficiencias emocionales, que generan frustración... tienes un cóctel molotov. Te pone un corsé que impide el desarrollo pleno.

Judith Butler decía en una entrevista reciente que necesitamos una deconstrucción de la masculinidad para que el hecho de ser hombre no implique el derecho a usar la violencia. ¿Está de acuerdo?

Sí. Creo que el concepto de violencia como forma de relación entre las personas lo introduce la masculinidad. Veo una relación directa. No digo que sea innato, es un elemento que está en la naturaleza, pero como forma de relación social... la introduce la masculinidad. En la medida en la que seamos capaces de deconstruir esa masculinidad, iremos cambiando la violencia por el diálogo y la construcción igualitaria.

¿Cómo podríamos explicar la masculinidad tóxica?

Aquella masculinidad que introduce el elemento de la violencia en la relación, especialmente para con las mujeres y aquella que perjudica a cada uno de nosotros en tanto que nos impide un desarrollo completo de nuestras capacidades y emociones.

Se está hablando mucho de la crisis de la masculinidad y hay varias corrientes que intentan explicarla. Una de ellas es la del psicólogo canadiense -reconvertido en estrella mediática- Jordan Peterson. Él ataca a hombres como tú, con tu discurso, a las feministas... y dice que esta crisis se debe a que se culpa a los hombres por el hecho de serlo. ¿Cómo se puede combatir este discurso?

Lo tenemos presente en el Estado Español. Hay fuerzas políticas en el parlamento que lo encarnan. Incluso emitiendo mensajes falaces y difíciles de desmontar en abierto. Uno de los argumentos de estas corrientes es denunciar que el avance de los derechos de la mujer va en detrimento de los derechos del hombre. La falacia de esta corriente, intencionada, quiere hacer confundir derechos con privilegios. Si cambias la frase, la afirmación se convierte en real. Hablamos de que los hombres ocupamos una serie de privilegios por ser hombres y haber nacido hombres, ocupamos una posición en la sociedad y efectivamente hablamos de que los avances de los derechos efectivos de la mujer se basa en la supresión de privilegios de los hombres. Ese matiz de confundir privilegios con derechos es el que lleva a esta gente a tener audiencia y muchos hombres se ven reflejados en su discurso porque se ven amenazados.

¿No te parece que la dicotomía de derechos y privilegios puede ser un poco tramposa? El privilegio de no ser acosado por la calle, cobrar un salario digno... Son aspectos básicos.

Coincido en esto. No ser acosado no es un privilegio. Sí considero [un privilegio] que los hombres tengamos prioridad en el acceso al trabajo porque no estamos penalizados por la cultura patriarcal que plantea que la responsabilidad de los cuidados es de las mujeres.

¿No estar penalizado es un privilegio?

Es un privilegio respecto de las mujeres por el simple hecho de ser hombre. Es una ventaja que no es aislada del conjunto de la cultura. En base a muchas ventajas cotidianas no somos cuestionados para acceder a un puesto de responsabilidad. Yo considero que respecto a las mujeres ostentamos una serie de privilegios que no son cuestionados y que el neomachismo pretende confundir con derechos.

Bueno, el sistema está hecho por vosotros a vuestra medida...

Si, las reglas del juego, las normas de convivencia están definidas históricamente por hombres y para hombres y muchas situaciones no acaban de resolverse. Todavía tenemos un concepto de ciudadanía que viene de la revolución francesa con la declaración de los derechos del hombre que negó de forma expresa a las mujeres formar parte. Se han ido introduciendo parches legislativos y conquistando derechos, pero aún no nos hemos cuestionado el concepto de ciudadanía desde una perspectiva igualitaria.

¿Cuál es el perfil de hombre que acude a tus talleres?

De forma mayoritaria son mujeres que participan del movimiento feminista y encuentran en este discurso un poco de aire fresco. Cada vez hay más hombres que a través de sus experiencias, en especial malas con la masculinidad hegemónica, encuentran un ámbito discursivo en las cuales se pueden desarrollar de forma plena.

Entiendo que quienes acuden ya están algo concienciados. ¿Qué ocurre con el resto?

El discurso va dirigido al conjunto de hombres. Tenemos una pugna ideológica con el neomachismo. Tienen a los medios de comunicación, la publicidad... Pero no nos viene de nuevo, ya lo sabíamos cuando empezamos a movernos en este campo. Se está abriendo camino el discurso.

Viendo el material que utilizáis, se ve que interpeláis a los hombres directamente, de tú a tú, en su ámbito privado, ¿Qué hay de la acción colectiva?

Tenemos una particularidad. Los hombres tenemos una tendencia a hablar de lo público, de elementos externos, pero poca costumbre de aplicarnos el cuento a cada uno de nosotros. Hemos aprendido a no prestarle atención a lo personal. El elemento de revisión nos interpela a cada uno. El lema es que cada hombre es una revolución. Cuando entramos a revisar la masculinidad nos encontramos con barreras imposibles de superar de forma individual. Por tanto, tenemos que elaborar estrategias colectivas. En las charlas siempre pongo el acento en que cada uno tenemos competencia propia pero que de forma necesaria hay que dar el paso a lo colectivo porque hablamos de un cambio de modelo cultural. Incluso proyectando en el aspecto político medidas que fuercen el cambio.

¿Por qué un hombre para dar talleres a otros hombres? 

Desgraciadamente, el patriarcado establece una jerarquía sobre quién emite el discurso y cuán importante es. Cuando es un hombre el que interpela a otro hombre, desde esta perspectiva, le habla un igual. Lo importante es que hablamos el mismo lenguaje, el mismo código y somos capaces de interpelarle. Desgraciadamente es así...