El desplome del tráfico aéreo complica la apertura del aeropuerto de Castellón

La Generalitat Valenciana aún no tiene fecha de apertura para el absurdamente famoso aeropuerto de Castellón, inaugurado hace dos años y medio por Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón, y Francisco Camps, expresidente de la Generalitat Valenciana. A la vista del desplome del tráfico aéreo en España, poner en funcionamiento la instalación no va a ser fácil.

El tráfico aéreo doméstico en España ha caído un 25% desde 2008 y el aeropuerto de Manises (Valencia), a apenas 80 kilómetros del de Castellón, no levanta cabeza. Ha perdido un 6,9% de pasajeros en un año (de septiembre a septiembre), lleva 13 meses seguidos a la baja y su actividad lleva camino de volver a la de 2005, cuando contabilizó 4,6 millones de viajeros.

La situación en Reus (Tarragona), el otro aeropuerto más próximo al de Castellón (161 kilómetros), tampoco es mucho mejor. Sus trabajadores han estado en huelga contra el cierre nocturno de las instalaciones y, aunque Ryanair volverá a operar desde allí este invierno tras haber desmantelado su base, tiene capacidad ociosa. De hecho, ha estado algunos meses sin vuelos comerciales.

Con estos datos, según expertos del sector, convencer a la iniciativa privada de que gestione el “aeropuerto sin aviones” no va a ser fácil dada las dificultad de rentabilizar la inversión, ya que la Generalitat Valenciana ni puede ni quiere gestionar la instalación. De momento, el gobierno autonómico ya no concreta fecha de apertura.

En febrero, el conseller de Economía fijaba la apertura en octubre. Luego rectificó. En primavera, el vicepresidente del Consell hablaba de abrirlo “lo antes posible”. En septiembre, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra eludía fijar plazos. Si que hay, en principio, modelo de gestión: privado y flexible, es decir, el aeropuerto funcionaría cuando hubiera actividad que lo justificara, sea ésta por temporadas (verano, por ejemplo), días o franjas horarias.

150 millones de inversión

El aeropuerto de Castellón, una infraestructura que mereció la atención del New York Times, costó 150 millones. Ocupa 542 hectáreas entre los términos de Vilanova y Benlloch, tiene una pista de 2.700 metros de longitud y una terminal de pasajeros dividida en dos plantas y de 9000 metros cuadrados. Una estatua de Carlos Fabra, de 24 metros de alto y 33 toneladas de peso, corona el acceso al recinto.

La instalación, un verdadero quebradero de cabeza para el gobierno valenciano, puede acabar de vaciar las famélicas arcas de la Generalitat. El conflicto entre la antigua concesionaria del aeropuerto, Conaer, y la empresa pública Aerocas, se ha resuelto judicialmente. Aunque el magistrado considera que la rescisión del contrato fue correcta, obliga a Aerocas a pagar el coste de la obra: 121 millones más IVA.

La Generalitat no ha pagado y deberá asumir, cuando lo haga, los intereses de demora desde el día de la sentencia, el 18 de septiembre. De momento, ni siquiera ha conseguido los permisos para que el aeropuerto pueda operar. Y desde que Carlos Fabra anunciara en marzo que inversores libios iban a comprar el aeropuerto, el silencio envuelve el aeródromo.Los 600.000 pasajeros al año que contemplaba el plan de viabilidad son, sencillamente, una quimera.