La historia siempre ocurre dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa. Y los ciclos políticos no quedan exentos de este movimiento pendular. La composición del Ejecutivo autonómico de Carlos Mazón recuerda, casi como un calco, al primer gobierno de Eduardo Zaplana en la Generalitat Valenciana, la primera vez que los populares accedieron al poder.
El hoy presidente de la Generalitat Valenciana empezó su carrera política como director general de juventud arropado por el expresidente cartagenero, que hoy afronta una petición de 19 años de prisión en el caso Erial. La trayectoria del joven es similar a la del veterano, se considera su padrino político. Más que como dos dibujos superpuestos, como en las escuelas artísticas el parecido de ambos Ejecutivos radica en la técnica.
La primera mayoría del PP vino auspiciada por un partido de extrema derecha, Unión Valenciana, que después fue absorbido por el bloque conservador. Se nutrió de representantes de otros partidos políticos, como Rafael Blasco, que había sido conseller en la época socialista y después sería condenado por corrupción en el caso Cooperación; y de perfiles ubicados en el ideario liberal. Esta vez, la mayoría viene apoyada por Vox, con tres miembros en el Consell, un partido que ha hecho de la radicalidad su seña de identidad y se nutre de exmiembros del PP como Ignacio Gil Lázaro, y el trasvase de representantes procede de Ciudadanos, con la portavoz del Ejecutivo y titular de Hacienda Ruth Merino como máximo exponente.
Del caladero liberal procede Nuria Montes, secretaria general de la patronal hotelera de Benidorm (Hosbec). Montes no cuenta con carné del partido, pero su organización ha ejercido de oposición contra una de las medidas más costosas de la coalición de izquierdas: la tasa turística. Esta ley será de las primeras en ser derogadas. Con la composición del Ejecutivo el núcleo del poder valenciano vuelve a desplazarse en Alicante, tanto por procedencia como por cultura política. Incluso tres de los nuevos consellers veranean en la misma urbanización de la costa.
Zaplana se promocionó como “un liberal para el cambio”; Mazón presenta un gobierno por la “libertad” y “para el cambio”. El alumno aprende del maestro no solo en las formas. Le honra también con el contenido. Mazón, que no ha optado por perfiles marcadamente políticos, ha escogido a tres personas muy vinculadas al expresidente para carteras de gran responsabilidad, que simbolizan sus prioridades políticas: Susana Camarero, Marciano Gómez y José Antonio Rovira.
Camarero será vicepresidenta segunda y titular de Igualdad, Servicios Sociales y Vivienda. Como el propio Mazón, entró en política junto a Zaplana. Fue diputada autonómica en 1995, año que le dio el poder al actualmente procesado por corrupción en el plan eólico. Creció en el partido hasta que llegó la era de Francisco Camps, en la que pasó al Congreso de los Diputados, al Senado y a la Secretaría de Estado de Igualdad. Impulsó, en la época de Mariano Rajoy, el pacto de Estado contra la Violencia de Género y sonó como ministra. Hoy tendrá que gestionar estas competencias con unos socios de gobierno que las niegan.
Gómez, médico y jefe de servicio en el Hospital La Fe, procede también del entorno del cartagenero. Fue un alto cargo en la Conselleria de Sanidad en la primera etapa de los populares, con tres responsabilidades distintas, y artífice de las privatizaciones de hospitales que el Gobierno del Pacto del Botánico revirtió. Destituido por Francisco Camps en 2004, su regreso es toda una declaración de intenciones. Sanidad ha sido uno de los ejes centrales de la campaña de Mazón.
Por último, para la cartera de Educación, otra de las más ansiadas en el pacto de gobierno, Mazón escoge a José Antonio Rovira. Ejerció como director general de Personal de la Conselleria de Educación (2001-2007) y como director territorial de Alicante (2013-2014), además de otras responsabilidades en el PP, hasta ser diputado autonómico en la pasada legislatura por la circunscripción de Alicante. El ya conseller lo dejaba claro antes de su primera reunión: su prioridad será derogar el decreto de plurilingüismo para evitar que en las zonas exentas del valenciano se “imponga” una lengua.
Ninguno de los diputados que ha tenido protagonismo en las dos últimas legislaturas se ve recompensado en la composición del Consell. En las quinielas sonaban los nombres de Rubén Ibáñez (Hacienda) y José Juan Zaplana (Sanidad), que se quedan de momento como diputados rasos, igual que Eva Ortiz, curtida en las Corts Valencianes. Mazón opta por un perfil bajo, recuperando a los gestores de la primera época de mayoría del PP. De la segunda época, la de Francisco Camps, solo bebe Vox, con una exasesora de Rafael Blasco y el vicepresidente, exmatador de toros, que acudió a abrazarlo a la salida del juzgado. Las dos culturas políticas chocaron fuertemente en el partido hace veinte años. Ahora vuelven a encontrarse.