Honrarás a tus padres (también en el Congreso del PSOE)
Llevaban casi dos años sin poder hacerlo y la cita del fin de semana fue la ocasión perfecta para recuperarlo. Recuperar los encuentros, los abrazos, los bailes. El año en el que el cuadro de Genovés vuelve a ser un símbolo de pacto, la familia socialista celebra su 40° cónclave ordinario y el primero de la concordia devolviéndose los abrazos que les había robado la pandemia. Y la disputa.
Los corrillos de las conspiraciones ya son un recuerdo en la memoria de dirigentes y periodistas. En esta cita se sustituyen por corrillos con pizzas y vasos de plástico. Ya no se planea un asesinato en el comité federal; se planea quién hará la cola para las consumiciones. El congreso pasa de ser una novela de Vázquez Montalbán a una versión soft de un festival indie. Donde volaron los puñales ahora vuelan los tickets para las food trucks que han inundado el recinto de Feria Valencia y permiten a los asistentes cenar con un espectáculo pirotécnico. “Aquí sólo nos matamos cuando no mandamos”, bromea un diputado. Y lo secunda un delegado, una parlamentaria, otro dirigente mientras bailan. Solo hay guerra cuando no hay poder. Cuando se gobierna no hay opción de derribo. No se toca lo que funciona y lo que funciona se llama Pedro Sánchez.
Al caer la noche del segundo día los trabajadores tienen que marcar con señales las consumiciones porque se ha agotado el papel. La cerveza cuesta tres euros y un bocado supera los cinco; un precio, bromean algunos, no popular pero sí popular, recordando la convención que aterrizó en la ciudad dos semanas atrás de sus rivales ideológicos. La fila para la paella de mediodía da la vuelta al recinto. El plato valenciano guarda similitudes con la socialdemocracia: gusta a casi todos y permite fórmulas distintas según la región. También provoca debates entre ortodoxos y pragmáticos. Pero en el cónclave de la unidad ni los ingredientes del arroz provocan peleas; se ha resuelto hasta un acuerdo para la financiación autonómica que parece contentar a todas las partes.
El cónclave festivo es también el de la recuperación de la memoria. Si en el exterior todo es una fiesta, el interior es el hipocampo del cerebro socialista. Las neuronas del partido albergan sus recuerdos y construyen un proyecto reforzado. El PSOE es un partido laico pero cumple el mandato bíblico: honrarás a tu padre. La gran familia socialista se ha reconciliado con sus padres fundadores. Los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González tienen un papel de honor en las primeras intervenciones del sábado y la organización rescata a Pablo Iglesias, su Pablo Iglesias, en forma de holograma. La realidad virtual resucita al fundador del partido, que repite uno de sus discursos más emblemáticos. Los espacios del congreso adoptan el nombre de históricos dirigentes y se homenajea a figuras como María Cambrils o Tomás Meabe con exposiciones. Hasta los rostros de Carmen Alborch y Carmen Chacón se imprimen en tazas y bolsas en los puestos de merchandising. “El feminismo de Alborch es el feminismo de la alegría”, recuerdan.
La memoria, que no la nostalgia, vuelven a fusionarse con un festival. La distinción entre memoria y nostalgia no es baladí. La nostalgia lleva de la mano la pérdida, el anhelo; la memoria ayuda a construir futuro. Los expresidentes no apelan a un pasado ideal en sus discursos, sino que recuerdan las dificultades para emplazar a quienes les suceden a aprender de ellas. Qui perd els orígens perd identitat, canta Raimon. La sala en la que se celebran los plenarios está envuelta de referencias. En una vitrina se expone la bandera del PSOE en el campo de concentración de Dachau, ejemplares del periódico El Socialista, el número de identificación de Francisco Largo Caballero en el campo de concentración de Oranienburg. “No puede haber un congreso del PSOE que no homenajee al exilio español”, apunta Zapatero en su discurso.
La premisa de la unidad ha calado entre todos los asistentes. No hizo falta una llamada previa, comenta un exdirigente autonómico de peso; todo el mundo ha entendido que este es el momento de salir fuertes y mostrarlo. La ola socialdemócrata que crece en Europa no puede toparse con un dique en España. Los fondos europeos la impulsan, la pandemia amaina, la derecha arrecia. José Luis Ábalos tiene un papel discreto en su ciudad. Susana Díaz acude sonriente y en son de paz. Patxi López conversa de mesa en mesa como un militante más. Ximo Puig es presidente del Congreso socialista. Quienes se han enfrentado a Sánchez y han perdido hoy siguen sentados en la mesa familiar. “Al socialismo le sientan muy bien la palabra lealtad, la palabra solidaridad”, señala el expresidente Zapatero.
Los periodistas interpelan a los altos mandos por el discurso de Felipe González, padre fundador, y estos alaban su talante. El dirigente castellanomanchego, Emiliano García Page, se refiere a él como “el GPS” del partido a su llegada, un líder espiritual. Cuando no saben dónde mirar, miran a González. Desde él han pasado cuatro secretarios generales por el partido pero ninguno ha igualado sus vínculos emocionales con la militancia, ni conseguido generar esa atmósfera de veneración. Y este, buen conocedor de su influencia, dice sin decir. “Estoy disponible, pero no interfiero”, avisó el sábado. “Yo no digo todo lo que pienso, pero pienso todo lo que digo”, advierte, instando al presidente Sánchez a cultivar entre sus filas ese espíritu reflexivo que él riega en su intervención. González se muestra orgulloso que lo que otros llaman en tono despectivo “el régimen del 78” que él contribuyó a fundar. Efectivamente, apuntó, en 1978 “un régimen acabó” y “nació otro régimen mediante pactos políticos”. El régimen del Abrazo de Genovés.
El acto memorialístico culmina en la mañana del domingo, horas antes de la proclamación de Sánchez como secretario general. El homenaje a Alfredo Pérez Rubalcaba atrae hasta a los delegados exhaustos tras horas de negociaciones. Desde que falleció el secretario general en 2019, una de las mentes más brillantes para muchos socialistas, el partido no ha tenido ocasión de honrar al dirigente. Su rostro será el último en proyectarse en la gran pantalla para dar comienzo a la nueva etapa.
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