Como en el camarote de los hermanos Marx, en 'Una noche en la ópera', los problemas se acumulan en el Palau de les Arts de Valencia. Y es que en los últimos 13 meses la ópera valenciana ha vivido una serie de reveses que han dejado por los suelos el prestigio del que pretendía ser uno de los símbolos de la abundancia de la burbuja de la construcción, y lo ha hecho reuniendo lo peor de los años de la crisis: corrupción, eres, ruina constructiva y huida de cerebros.
El último de todos ha sido la presunta corrupción en la gestión del Palau de les Arts por parte de su intendente, Helga Schmidt, y de su equipo. Este martes la policía judicial entraba en las oficinas del Palau para hacer un registro e incautarse de documentación que pudiera probar el presunto cobro de comisiones ilegales por parte de Schmidt. El resultado: dos detenciones, las de Schmidt y la del exdirector Ernesto Moreno, que posteriormente fueron liberados.
Además cabe recordar que la gestión de Schmidt está siendo investigada por el Tribunal de Cuentas, que escruta una gestión trufada de negligencia, ineficiencia y desorden, como han denunciado reiteradamente la Sindicatura de Comptes o los contables de la Generalitat.
Este estado de cuentas y la bancarrota técnica de la Generalitat hicieron que el Palau de les Arts se sometiera a una reestructuración de plantilla con un ERE (Expediente de Regulación de Empleo), es decir, se despidieron a 40 de los 280 empleados y para los que se mantuvieron hubo una rebaja salarial del 8%.
El ERE fue un varapalo para la imagen y el prestigio de la ópera, pero mayor fue la imagen de ruina que mostró cuando el 'trencadís', el recubrimiento cerámico de la superficie del edificio, se empezó a desmoronar hace poco más de un año. Los desperfectos que se observaban inicialmente acabaron en un desconchado que obligó a cerrar temporalmente el Palau de les Arts por el peligro que había para los asistentes.
Este desperfecto sumió en duras negociaciones a la Generalitat con el arquitecto autor del edificio, Santiago Calatrava, llegándose a la amenaza de denuncia desde el gobierno valenciana sobre el mismo arquitecto si no asumía la responsabilidad de dar una solución al deterioro.
Y si para la construcción del Palau de les Arts, que costó 500 millones, la Generalitat quiso contar con un arquitecto estrella, no lo iba a ser menos el director de la orquesta, para lo cual buscó a Zubin Mehta. No obstante con el tiempo de vacas flacas el presupuesto se redujo considerablemente, y ante esta situación Mehta presentó en junio del año pasado su renuncia, cargando fundamentalmente contra la falta de financiación del Ministerio de Cultura.
Con todo el Palau de les Arts se inclina ante el abismo, un edificio levantado en honor a la opulencia valenciana del ladrillo y que ahora es reflejo del cadáver esquelético en el que se ha convertido.