¿Hay que salvar la economía a cualquier precio? ¿Tiene sentido el construir por construir, el crecer por construir, en un contexto demográfico estable? son algunas de las preguntas que ha trasladado el ingeniero de caminos y profesor en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) Joan Olmos a los diputados en la comisión de Obras Públicas en las Corts Valencianes. Olmos ha comparecido este lunes en una sesión parlamentaria que ejerce de refuerzo en los trabajos para la reconstrucción económica y social, en una sesión dedicada a analizar las infraestructuras y la movilidad.
El profesor ha expuesto los dos “dilemas tramposos” que ha generado la pandemia: de una lado, contraponer salud y economía, donde “ La protección de colectivos vulnerables se plantea como un obstáculo”; por otro, contraponer medio ambiente y economía, argumentando que las medidas de protección encarecen y retrasan proyectos, sin tener en cuenta su potencial en empleo a largo plazo. “La economía verde es una necesidad inaplazable”, considera. A este respecto, “hablamos de investigación científica, política ambiental, reindustrialización, movilidad sostenible, agricultura... Son sectores que generan más empleo que las [industrias] tradicionales”, indica el doctor en ingeniaría, que cree que si desatendemos la urgencia climática “la pandemia, comparada con los efectos del cambio climático, puede acabar pareciendo una broma”.
En esta linea, cree que hay leyes positivas en cuanto al cambio climático que buscan acabar con el urbanismo especulativo o la protección de las costas, pero advierte: “Cuando pasamos de la teoría a la practica las inercias se mantienen, en particular cuando hemos de hacer frente a la potente maquinaria ministerial o a los potentes inversores del ladrillo”. Es el caso, por ejemplo, de la ampliación de la V-21, la ampliación norte del puerto de Valencia, planes urbanísticos como el PAI de Benimaclet; tres grandes actuaciones con fuerte impacto ambiental y paisajístico que se cuestionan con firmeza.
Para atajar estos problemas plantea la necesidad de repensar el espacio urbano y la cultura de territorio, entender el espacio público como espacio saludable. Según indica, es necesaria una reconversión de los programas de transporte -que fomenten el ferrocarril como principal fórmula y garantizar conexiones públicas en todos los municipios-, “abordar de una vez el tren de la costa hacia el sur”, reparar los espacios fluviales, abordar la protección contra la regresión costera y cambios en las políticas de residuos.
“Tiene que cambiar radicalmente la cultura del territorio, abandonar el crecimiento por el crecimiento; ahora hace falta cuidar la salud de todos. El capital natural, tan maltratado, nos proporciona de forma gratuita unos servicios que superan en valor económico todo lo que la humanidad genera artificialmente, ese es el capital que debemos conservar”, sentencia el profesor.