Al presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig (Morella, 1959), le gusta observar y explicar los múltiples significados de lo cotidiano. En el Palau de la Generalitat, la sede histórica del autogobierno valenciano, el Salón Dorado acoge varios cuadros de Sorolla dispuestos a modo de exposición que se abrirá al público. “Aquí en el Palau de la Generalitat se observa claramente que nuestra historia proviene de miradas diversas y eso es lo que hay que armonizar”, apunta. En ese salón se desarrolla la entrevista con elDiario.es después de que en el patio gótico se haya celebrado la presentación de la Feria del Libro, un sector cultural que, en sus palabras, contribuye a generar una “ciudadanía libre” y una sociedad “más justa, solidaria y avanzada”.
Puig, que es también secretario general de los socialistas valencianos, ha desplegado este verano una agenda federalista, que pretende encajar en el 40 Congreso del PSOE que se celebra este fin de semana en València. El presidente valenciano ha iniciado contactos con otros presidentes autonómicos para desbloquear la reforma del sistema de financiación, caducado desde 2014 y fuente de agravios entre comunidades, como el efecto capitalidad de Madrid, que los expertos de la Generalitat Valenciana definen como “una aspiradora de recursos” y que perjudica al resto de ciudadanos. Preocupado por una deriva ultranacionalista de ciertas élites conservadoras y por el impacto de la polarización en la política, considera que “necesitamos crear una atmósfera favorable al pacto” y recuerda que la Constitución dibuja un Estado plural y diverso.
Este fin de semana se celebra el 40 Congreso Federal del PSOE en València. Hace unas semanas, el PP clausuró aquí su convención. ¿Qué tiene la ciudad de València para que las fuerzas políticas la estén utilizando como escenario?
Creo que la Comunitat Valenciana representa un espacio de estabilidad política, de renacer cultural. Es cierto que València tiene muchos atractivos en todo momento, pero hemos dejado atrás esa imagen de corrupción, esa mala reputación. Es muy importante que tenga ese papel aglutinador, escenario de grandes debates. Creo que es positivo para relanzar nuestra imagen.
¿La celebración del Congreso federal en València le permitirá tener más influencia para plantear las propuestas federalistas que defiende como presidente y como secretario general del PSPV?
Más allá de donde se celebre el congreso, España necesita actualizarse, modernizarse, aterrizar definitivamente en un Estado de las autonomías federalizante. Creo que eso sería bueno para el conjunto del país y allá donde esté voy a plantear lo que creo que es mejor para la Comunitat Valenciana y para España. Al margen de eso, creo que el PSOE descentralizando el Congreso hace una apuesta por una España compartida, por una España que suma, por una España no centralizada.
En los congresos del PSOE las proclamas federalistas han sido tradicionalmente muy vagas, muy genéricas. Ustedes plantean que se concreten con temas como la desconcentración de instituciones, el papel del Senado, pero también con una concepción territorial de las tensiones que existen en España.
Es una cuestión compleja que no se ve igual en las distintas nacionalidades y regiones. Pero hay un concepto que está anclado al planteamiento fundacional del PSOE: adaptarse a la realidad de España. Y la realidad de España es plural. Hay momentos en los que se desdibuja la propia realidad constitucional, y hay partidos políticos que se definen como constitucionalistas que han olvidado que la Constitución habla de nacionalidades y regiones. Es una realidad que no está suficientemente aterrizada en la arquitectura institucional. Lo que decimos es que hay que poner en marcha un proceso que le dé mayor fortaleza y cohesión al país, y para eso hay que instrumentar procesos federales. Para mejorar, cooperar y buscar sintonía entre instituciones se necesitan unos procesos determinados. Lo que le falta al Estado de las Autonomías es que el Senado sea una Cámara territorial, que las conferencias de presidentes se institucionalicen, que haya una desconcentración de las instituciones, que las lenguas españolas distintas al castellano tengan la dimensión que deban tener. Todo esto es un ejercicio de responsabilidad colectiva para afianzar el proyecto de una España posible, de una España real.
¿Aprovechando su presencia en los actos del 12 de Octubre, ha podido medir el pulso a otros presidentes autonómicos en esta cuestión?
En este momento es obvio que hay posiciones muy diferentes. Lo que yo pido es que se puedan abrir los debates. Es increíble la intolerancia que hay en algunas élites centralistas al debate. No es que no estén de acuerdo, es que no quieren que haya debate. ¿Han visto cómo han reaccionado algunos sectores de Madrid respecto a un planteamiento de desconcentración de instituciones del Estado? Esa patrimonialización del Estado por parte de algunas élites centralistas es una cuestión de una intolerancia, una arrogancia y una soberbia difícil de comprender. ¿Dónde está escrito que todo tiene que estar centralizado en Madrid?
En concreto, la derecha madrileña parece haber tomado esa propuesta como una afrenta al sentir nacional. ¿La derecha madrileña está patrimonializando el concepto de España?
Algunos sectores es evidente que piensan que España es Madrid y Madrid es España, y lo demás, no se sabe.
Como presidente ha tenido contactos y reuniones, por ejemplo, con el presidente de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonés, y con el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, con el que incluso ha firmado un pacto por la financiación autonómica. ¿Es posible conciliar esas dos realidades? ¿Hay una vía para encajarlo?
Debería ser posible, es necesario que lo sea. La única manera de crear una España robusta, fuerte, es crear una España compartida, con distintas miradas. Va a ser siempre así. Aquí en el Palau de la Generalitat se observa claramente que nuestra historia proviene de miradas diversas y eso es lo que hay que armonizar, no desde la homogeneización, sino desde la diversidad. Se puede ser español y valenciano, español y catalán, español y andaluz, y tener distintas perspectivas, pero se trata de buscar puntos de encuentro; puentes, no muros. No fronterizar más, no hacerse incompatible con los de al lado. Si lo que se pretende es una hegemonía centralista cultural determinada se acaba generando unas tensiones que no deberían ser lógicas en un Estado que constitucionalmente se reconoce como un Estado de nacionalidades y regiones. Desde esa perspectiva es desde donde creo que hay que abordar esta cuestión. Hay que hablar para sumar y despartidizar las instituciones, creo que es muy importante que podamos hablar los presidentes autonómicos. ¡Qué importa que sean de un partido u otro! Cada representante defiende una institución; yo me siento presidente de todos los valencianos y valencianas, no solo de los que me han votado o apoyado en el Parlamento. Es lógico que las instituciones se liberen de esa vampirización de los partidos políticos. Tiene que producirse un debate abierto, un debate de intentar empatizar, de buscar puntos de encuentro y de mirar en el otro las posibilidades y sus razones, no estar en ese confort ideológico que hace que lo que venga del otro lado no me interese.
Precisamente los grandes debates como el cambio climático, la financiación, la desconcentración de las instituciones e infraestructuras, la reforma del Senado, requieren de una mayoría muy amplia tanto territorial como en las cámaras parlamentarias para afrontarse. ¿Con Catalunya sin querer sentarse a las mesas multilaterales, Madrid haciendo oposición y el PP bloqueando la renovación de los organismos constitucionales, es optimista?
Yo por lo general soy optimista. En esta cuestión, la verdad es que es difícil. Creo que en algún momento determinado un partido que dice ser de gobierno actúe como un partido de gobierno. Porque si no pacta nada, ni quiere acordar nada, es un partido que no tiene nada de gobierno y se sitúa en las antípodas de un partido serio, riguroso, o de tener un sentido de Estado, esté en la posición en la que los ciudadanos le han puesto en cada momento. Hasta ahora lo que se está produciendo es una anomalía democrática de una gran dimensión. No querer acordar el Consejo del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional, que está tomando decisiones muy importantes y no se quiere renovar; ese bloqueo, tiene una repercusión en la vida política enorme. Y que haya un partido que esté dinamitando los puentes democráticos es muy preocupante.
¿Estos movimientos entre dirigentes autonómicos buscan desbloquear la situación desde otro plano?
Creo que necesitamos crear una atmósfera favorable al pacto. Me gusta mucho Amos Oz, que dice que no hay pactos felices. Y es verdad, porque los pactos siempre parten de cesiones y del grito de traidor. Pero también, creo que era Javier Cercas quien lo decía, los traidores son necesarios para avanzar.
Pero debe haber un motor para los pactos. Concretamente, el tema que acerca a los gobiernos valenciano y andaluz es el de la financiación autonómica. El Gobierno central tendrá que poner sobre la mesa esa cuestión; en teoría en noviembre. ¿Qué cree que ocurrirá?
El Gobierno tiene su responsabilidad y tiene que presentar un esquema general. Hay una corresponsabilidad de las comunidades autónomas, que son un actor fundamental, y de los grupos del Congreso, que lo tienen que aprobar. Corresponde al Gobierno llevar la iniciativa, pero sabiendo que finalmente, si no hay un gran acuerdo, va a ser muy difícil. No hay mayorías absolutas en este momento y es una conversación que hay que mantener permanentemente para buscar puntos de encuentro. Ahí está esa doble dinámica: la territorial y la ideológica. Si el primer partido de la oposición, que es fundamental para este acuerdo, continua con la misma apología de la destrucción, no habrá acuerdo. Si cambia de posición y se acerca a los intereses reales de los andaluces, castellanomanchegos, castellanoleoneses o valencianos, intentará llegar a un acuerdo. Porque de lo que estamos hablando cuando hablamos de financiación es del mantenimiento, fortalecimiento y desarrollo del Estado de Bienestar. El 80% del gasto social, la inversión que hacemos, está en las comunidades autónomas. Hay que buscar una vía de acuerdo que supere la situación actual, que es muy negativa para las comunidades autónomas. Todo el sistema autonómico tiene un problema de insuficiencia financiera para hacer frente al mantenimiento del Estado de Bienestar, pero dentro de esa situación general hay comunidades autónomas que estamos peor. Nos ha costado mucho, pero los valencianos lo hemos visibilizado. El otro día, algunos presidentes autonómicos importantes de PP afirmaban que la Comunitat Valenciana era la peor financiada.
En el PSOE también se dan esas discrepancias. Cuando usted firmó el acuerdo con su homólogo andaluz, a los presidentes de Castilla-La Mancha y Aragón no les hizo mucha gracia. ¿En el congreso federal del PSOE se va a buscar una posición unánime?
Creo que hay que buscar una posición lo más armónica posible. Cada uno tiene derecho a defender sus intereses, pero la confianza federal es defender los intereses propios, defender un interés global y entender a los demás. En base a eso se tiene que articular una conversación que dé resultados. Esta cuestión tiene una parte de identitarismo que hay que obviar en la medida de lo posible. Al final, todo es medible, evaluable, y podemos ver que en ese principio de población ajustada hay que ver qué cosas hay que ajustar. La insularidad, por ejemplo, la despoblación, el envejecimiento, el paro, la renta per cápita. Lo que ha pasado aquí es que después de un tiempo, de 40 años de Estado autonómico, se ve la evolución de la renta per cápita por comunidades autónomas. Y aparte de los condicionantes que puedan ser derivados de la propia acción de cada comunidad autónoma, se ve claramente que el ascensor territorial se ha paralizado. Hay una comunidad autónoma que funciona como una gran aspiradora, mientras que otras, incluso más desarrolladas en el pasado, están viéndose afectadas.
Hablamos de Madrid.
No sé, es mirarlo. Pero en la Comunitat Valenciana, pese a la capacidad de generar trabajo, tenemos un problema: 12 puntos menos de renta per cápita.
Las desigualdades se van superponiendo. ¿De ahí la propuesta de armonización fiscal y de otras medidas correctoras?
Efectivamente. Hay una cuestión evidente: hay una onda favorable en el mundo a poner freno a la desigualdad enorme que existe. Si Joe Biden, si la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), están lanzando este suelo del 15% para el impuesto de sociedades, creo que es lógico que en España, si hay unidad de mercado, haya unidad fiscal, en lo referente a la deslocalización. Eso no quiere decir que no pueda haber corresponsabilidad fiscal, que la debe haber, en un marco determinado, no en uno en el que no puedas competir. Si no, se producen estas situaciones tan absurdas que se producen en España. Hay muchos que están en la sacrosanta unidad de España, menos en la cuestión fiscal.