Dicen que todo individuo merece una segunda oportunidad. Una premisa que no siempre se cumple, especialmente cuando se trata de personas en circunstancias extremas, como por ejemplo las que viven en la calle.
Ese es precisamente el objetivo que persigue Proyecto Fénix, un recurso que ha puesto en marcha Casa Caridad enfocado a la reinserción total de este colectivo por el cual ha habilitado una vivienda supervisada en el barrio de Benicalap en la que conviven cuatro usuarios de uno de sus albergues, los cuales anteriormente dormían al raso.
La vivienda, ubicada en una planta baja, es modesta pero está reformada y bien equipada. Consta de tres habitaciones, un baño y una pequeña cocina que da una terraza trasera con un pequeño terreno comunitario. Todos los gastos de la casa, incluidos la alimentación, están financiados por la entidad benéfica.
José María Álvarez, de 54 años, es uno de ellos. Tras pasar casi una década en la legión, a la que se alistó a los 18, acabó en la calle arrastrado por sus problemas con las drogas: “he estado enganchado a la heroína y la cocaína, pero hace mucho que lo dejé”, confiesa.
Desde entonces, ha estado toda su vida deambulando por las calles de prácticamente toda España, hasta que llegó a València. Según explica, “lo único bueno que tiene vivir en la calle es que haces lo que quieres y no das explicacines a nadie; cuando eres joven te acostumbras pero cuando te vas haciendo mayor cada vez es más duro”.
Precisamente por su edad, decidió acercarse a Casa Caridad, en cuyo albergue había permanecido hasta que le plantearon la posibilidad de compartir un piso con la supervisión del personal de la entidad.
“Me gustó la idea porque me llevaba bien con los que iban a ser mis compañeros y me da mucha más libertad y autonomía; desde luego es mucho mejor que la calle, estoy muy agusto”, afirma con una sonrisa emocionada sobre un rostro marcado por los golpes de la vida.
“En la calle se pasa mucho frío y mucho miedo”
Ángel Bernat es uno de los compañeros de piso de José María. Tiene 55 años y su vida cambió tras una relación fallida: “me fui a Galicia con mi pareja pero las cosas no salieron bien y volví con una mano delante y otra detras”.
Tras pasar una temporada en casa de su hermano, sin trabajo y sin ningún tipo de ayuda, se vio abocado a vivir en la calle. Según cuenta, estuvo un mes durmiendo en diferentes paradas de autobús y recuerda que lo peor es “el frío que se pasa y el miedo con el que se duerme”.
A través de un amigo, conoció Casa Caridad y entró al albergue, donde ha vivido los últimos tres años. Cuando le ofrecieron la posibilidad de entrar en la vivienda supervisada del Proyecto Fénix no se lo pensó: “me pareció muy buena idea porque pasas de estar en una habitación a vivir en una casa y además te enseñan a ser autosuficiente”.
Sin embargo, su objetivo pasa por poder independizarse por completo, algo que coincide con el espíritu de esta iniciativa de la organización benéfica. Para ello, Bernat asegura que le gustaría “encontrar un trabajo de portero o de seguridad a principios del año que viene”.
797 personas sin hogar atendidas en 2017
Los últimos datos del Centro de Atención a las Personas sin Techo (CAST) de València revelan que el año pasado se atendieron a 797 personas, de las que el 16% eran mujeres y un 66% españoles.
Además, hay que destacar que el 49% de estas personas ya había pasado en algún momento por el servicio, mientras que el 58% apuntaba a la necesidad de acceder a servicios de salud, ya sea física o mental.
De todas las personas atendidas en el CAST, el 50% salen de los programas de las entidades sociales a una vivienda o habitación de alquiler u otro recurso residencial. Un porcentaje similar se observa en referencia a la situación económica. En torno al 45% sale de los programas con ingresos de algún tipo, ya sea un empleo o prestación.
El Proyecto Fénix comenzó el pasado mes de abril. Según ha explicado Amparo Terrón, trabajadora social de Casa Caridad, “las personas con las que trabaja la entidad son el perfil más cronificado dentro del colectivo de personas sin hogar, la cronicidad implica más de tres años de calle y una serie de problemas a nivel físico y cognitivo”.
El proyecto pasa por “disponer de una vivienda supervisada donde las personas que previamente hayan pasado por el servicio de albergue y comedor de Casa Caridad puedan trabajar aspectos relacionales y habilidades propias como la preparación para una vida autónoma. Un espacio donde trabajar las habilidades y fortalezas de la persona con acompañamiento y supervisión”.
De esta forma se les enseña a “adquirir destrezas para las actividades de la vida diaria en un domicilio independiente (limpieza, cuidado de la ropa, cocina, administración)”.
También se les dan pautas para “fomentar las habilidades personales y de convivencia con el grupo, para aprender administración económica y fomento del ahorro, incluirse en grupos normalizados de convivencia (asociación de vecinos,
agrupaciones musicales, protectora de animales…)“, todo con el objetivo final de que puedan ”alquiler una vivienda (compartida o individual) manteniendo puntualmente y durante el tiempo necesario el contacto con Casa Carida“.