Un fin de semana cualquiera, tras recorrer en coche casi 100 kilómetros desde la ciudad de València, llegamos al pueblo de Benagéber, en la comarca de La Serranía. Nuestro propósito es visitar el pantano. Una zona donde se han hecho muy populares las escapadas de fin de semana y las actividades al aire libre, y no es de extrañar porque el entorno del Alto Turia es de gran interés.
Desde el pueblo, tomamos una carretera sencilla y serpenteante —la CV390— que desciende siguiendo las curvas de nivel. A escasos minutos, los destellos del sol sobre una extensa superficie de agua nos deslumbran. Hemos llegado. Estamos en el pantano de Benagéber.
El embalse, nos recibe con una arquitectura imponente, sillares de piedra, sobriedad y una estética que remite a otra época. Impresiona la dimensión faraónica de la presa y la existencia de construcciones anexas: un enorme aliviadero circular, una imagen religiosa de gran tamaño y una fábrica de cemento. Tras el vértigo que da enfrentarse a la presa —105 metros de caída—, alzamos la vista. Un entorno natural montañoso, rodeado de pinos y una lámina de 722 hectáreas de agua azul en calma, nos invitan a desconectar y a relajarnos.
Tomamos de nuevo la carretera y volvemos a cotas superiores. En el trayecto, hemos advertido instalaciones de trabajo en desuso y una zona de pequeñas viviendas a modo de zona residencial. Pasados unos minutos, llegamos a nuestro destino final: el “Centro de Vacaciones Embalse de Benagéber”. Aparcamos el coche y nos rodean construcciones antiguas reconvertidas en un albergue. Nos sentamos en la terraza de una piscina que, como una atalaya, nos permite observar privilegiadamente desde lo alto el pantano de Benagéber. Y las preguntas se hacen recurrentes: ¿Cómo? ¿Quién? ¿Por qué se construyó todo esto? Estamos en un lugar, en el cual todo nos intriga, pero hemos llegado hasta aquí sin apenas información que nos cuente su origen y su pasado. Sólo nuestro interés y la curiosidad nos hace descubrir algunas pistas a través de información elaborada por el Ayuntamiento de Benagéber.
Parafraseando a David Lowenthal, podremos decir que el pasado es algo esencial e ineludible. Sin pasado careceríamos de toda identidad –nada nos sería familiar– y nuestro presente no tendría sentido. Se suele decir que lo que no se recuerda o no se cuenta, nunca sucedió. Pero el caso es que las cosas una vez han pasado, siempre dejan sus huellas. Solo hay que saber rastrearlas y, en esto, las ciencias sociales y humanas son cruciales. A veces, hay que exhumarlas de la tierra, otras hay que buscarlas en archivos o descubrirlas en las casas de las familias que las vivieron. Lo que conforma nuestra historia pasada se fosiliza en las materialidades y también en las memorias que nos hacen ser lo que somos como individuos, como país y como sociedad. Por eso hay que buscar, contar y recordar lo que no siempre se ha explicado. Así, que habrá que contarlo.
La memoria viva recuerda cómo el dictador Francisco Franco, seguido de una corte multitudinaria de autoridades y acólitos, inauguró el pantano de Benagéber en 1952. Bautizado como el Pantano del Generalísimo, fue la presa más alta de España en su época. Sin embargo, el proyecto de construcción de esta infraestructura sobre el río Turia, había nacido años antes, en 1931, cuando el régimen democrático de la segunda República española, desarrolló el proyecto original de construcción del que tendría que haber sido el Embalse de Blasco Ibáñez. Las obras se iniciaron en 1934. Aunque, en 1936, con el golpe de Estado franquista y la posterior guerra, todo quedó paralizado. Fue en 1939, cuando en la nueva España de Franco, se retomaron las obras para la consecución del proyecto.
En un país deshecho por la guerra, la dictadura decidió utilizar a la población reclusa como mano de obra forzada, presentando esa explotación como una forma de redimir a los vencidos y reinsertarlos en esa nueva España. Había nacido la “Redención de Penas por el Trabajo”. Cientos de miles de personas que habían luchado por la defensa de la legalidad republicana y contra el golpe de Estado acabaron en cárceles y campos de concentración, víctimas de los consejos de guerra franquistas. Los destacamentos penitenciarios de trabajo llenaron el Estado español. Muchas obras públicas y privadas de reconstrucción y nuevas infraestructuras (minas, carreteras, canales, puertos y pantanos) encarnan la memoria de su trabajo. Es el caso de Benagéber donde, entre 1941 y 1944, más de medio millar de presos republicanos fueron destinados a la construcción del embalse. La historia de los casi 600 presos políticos que trabajaron en las obras, junto a centenares de otros trabajadores y sus familias, es un episodio apenas conocido de nuestra historia reciente.
El primer destacamento de presos se incorporó a los trabajos de construcción en Benagéber en 1941. Apartados en unos sencillos barracones, que aún se conservan, trabajaron en el pantano hasta octubre de 1944. Vivían alejados de sus familias, bajo vigilancia permanente y obligados a la re-educación político-social y religiosa en los principios del nacionalcatolicismo. Fueron destinados a trabajos manuales duros, con jornadas —diurnas y nocturnas— que podían llegar hasta 18 horas al día. La construcción del pantano se realizó a mano, con trabajo de pico y pala, andamios de madera, barrenados con dinamita y desescombro con vagonetas movidas por los propios trabajadores. La mecanización que conocemos hoy en día en la ingeniería y la construcción de este tipo de infraestructuras era ciencia ficción en la España de la posguerra. Como también lo eran la seguridad y salud en el trabajo.
La dictadura confió las obras a la empresa Portolés y Cia y la construcción finalizó oficialmente en 1952. En la actualidad, el embalse y los restos de algunas instalaciones del destacamento penitenciario y la colonia obrera son testigo de esta historia y se convierten en un espacio excepcional para hacer memoria y explicar este episodio de nuestro pasado más reciente. Con esa finalidad nace Queda inaugurado este pantano. Trabajos forzados en Benagéber, un proyecto coordinado por Acció Ciutadana contra la Impunitat del Franquisme y con el patrocinio del área de Memoria de la Diputació de València. Bajo la dirección científica del equipo interdisciplinar que presentó en 2023 La memòria segrestada. Nazis al País Valencià, se ha elaborado un nuevo material didáctico y una instalación expositiva para centros educativos, así como un programa de actividades complementarias abiertas al público. El proyecto se presentará públicamente el próximo 23 de octubre en el Col·legi Major Rector Peset de la Universitat de València con un ciclo de conferencias.
Vivimos en un país donde todavía da miedo y genera recelo hablar de nuestros patrimonios incómodos y los pasados traumáticos. Sin embargo, nos rodean y todavía utilizamos muchas infraestructuras (pantanos, canales, presas, puentes, carreteras, vías férreas, etc.) que encapsulan la historia y la memoria de cómo la dictadura franquista se legitimó y sobrevivió cuatro décadas a través de políticas represivas, excluyentes, ultraconservadoras y fascistas. Quizá Cuelgamuros (el conocido como Valle de los Caídos en nomenclatura franquista) es uno de los ejemplos más mediáticos. Pero son muchos más los monumentos, infraestructuras y obras de nueva planta y de reconstrucción franquistas que se hicieron con el trabajo forzado de presos políticos.
El trabajo de investigación y divulgación de los espacios y lugares de memoria, especialmente aquellos vinculados a episodios de violencia y represión, no pretende estigmatizar esos lugares ni los municipios en los que se encuentran. Más bien al contrario, pues narrar estos relatos que han pervivido en los márgenes, es una vía más para conocer nuestra historia en perspectiva intergeneracional y para contribuir al desarrollo de acciones culturales y educativas.
Esta es la piedra angular del proyecto Queda inaugurado este pantano. Trabajos forzados en Benagéber, re-visitar con otros ojos estos espacios de represión —y también de resistencias— para contribuir al conocimiento científico de la historia y a la construcción de la memoria democrática. Los materiales, las actividades y las visitas programadas son el vehículo para explicar las políticas y la naturaleza dictatorial de la España franquista y analizar la represión sistémica de la dictadura a través del caso de estudio de la construcción del embalse de Benagéber y la vida en su destacamento penitenciario y su colonia de obreros.