En la noche electoral de las pasadas municipales, la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, pronunció una frase que representó el epitafio electoral del PP. “Qué hostia, qué hostia!”, le dijo al entonces delegado del Gobierno, Serafín Castellano. Una afirmación que resumió el punto de inflexión en la carrera política de la ahora senadora. Que no conservara la vara de mando ha sido determinante.
La campaña electoral ha demostrado la caída en desgracia de Barberá. Los tiempos en que participaba en cada mitin cuando los dirigentes del PP visitaban tierras valencianas han pasado a la historia. Ya no sube al atril a arengar a los suyos y a soltar las proclamas que hacían las delicias del electorado más fiel al discurso conservador.
Ahora, simplemente se queda en segunda fila. Tras mediar para que la nueva líder del PPCV fuera su apadrinada Isabel Bonig, se comporta como un actor de reparto más. Y de ahí que no aparezca ni en la carteleria electoral, ni en los actos como protagonista. La falta de un liderazgo fuerte que haga una oposición más contundente en el PP de Valencia puede explicar el caso.
La cara a la cruz de Barberá la pone su sucesor en la alcaldía, Joan Ribó (Compromís). Convertido en un símbolo por estar entre los grandes alcaldes del cambio -aunque con menor relevancia que los asociados a Podemos-, es uno de las grandes activos electorales que está utilizando la coalición 'Compromís-Podemos. És el Moment' en sus actos de campaña.
Aparece en los carteles electorales, es una de las caras destacadas en los vídeos de la candidatura e interviene en los mítines. De hecho, se espera que sea una de las estrellas en el acto de cierre de campaña de la coalición junto al candidato de Podemos a la presidencia del Gobierno, Pablo Iglesias, a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y a la líder de Compromís y vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. Solo el gran tirón mediático que tiene Oltra ha impedido que Ribó tome un mayor protagonismo como 'referente' de la izquierda en el País Valenciano.
Su exposición se interpreta como contrapunto a todo lo que encarnaba su antecesora a la hora de gobernar. Y también como activo para que Compromís-Podemos siga hurgando en el boquete que los socialistas tienen en la provincia de Valencia, y especialmente en la capital. Un granero de votos en el que todos los partidos quieren pescar y en el que los emergentes tienen grandes expectativas. Y en el que la ayuda de Ribó puede sumar votos del antiguo feudo de Barberá.