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Un sistema electoral equilibrado

José Morgan García Gómez

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Ahora que vuelve a estar en la agenda política la posible reforma de la ley orgánica de régimen electoral genera debido a la situación de bloqueo que arrastramos desde el día 21 de diciembre a la hora de formar ejecutivo, nos disponemos a formular una propuesta de ley electoral que atienda de manera integral aquellos aspectos que consideramos básicos a la hora de obtener un sistema que podamos calificar como equilibrado.

Antes de profundizar en la cuestión que nos ocupa, cabría advertir que la experiencia nos dice que todos los modelos acaban beneficiando de una u otra manera a uno u otro partido en función de la casuística, aunque también es cierto que las formaciones que alcanzan en poder suelen ser reacias a cambiar las reglas del juego.

El ejemplo más palpable lo encontramos en Grecia, donde Syriza se hartó de criticar el cupo de cincuenta diputados que recibía la primera candidatura, hasta que consiguió ser la fuerza más votada y, en consecuencia, beneficiarse de la prima de diputados. Nada queda ya en su discurso acerca de ese supuesto sistema amañado que imponía mayorías que no respondían a la proporcionalidad.

Precisamente la proporcionalidad es, junto al criterio de gobernabilidad, uno de los aspectos que, consideramos, debe contener el nuevo sistema electoral. Éste debe ser proporcional en la medida en que se trata de una exigencia constitucional, pero la proporcionalidad pura conduce por regla general a la ingobernabilidad. El paradigma lo encontramos en la república de Weimar, donde Preuss --el más afamado de los constitucionalistas de aquel tiempo-- diseñó un modelo donde existía una representación pura. El modelo cosechó un fracaso inapelable pues propició una fragmentación tan grande que Alemania fue ingobernable.

Por eso, la proporcionalidad no debe ser pura en todo caso y la exigencia constitucional no resulta incompatible con que el sistema pueda tener un componente parcial mayoritario, de manera que podamos encontrar un sistema mixto que dé respuesta a los criterios de territorialidad y representatividad intrínsecamente relacionados.

La elección de una fracción de los diputados de manera uninominal -- atendiendo a las circunscripciones actuales responderían a la provincia pero que podría ampliarse el número de distritos con una reforma constitucional-- garantiza la voz de todos los territorios dando lugar a la figura del diputado de proximidad. Esta fórmula garantiza un contacto directo entre el diputado y su electorado, del cual dependerá la renovación de su escaño sin que, por tanto, exista una dependencia tan elevada del partido o coalición en la que milita.

En definitiva, la apuesta sería por un nuevo sistema electoral que debería contar con el más amplio de los consensos y que, orientado por el equilibrio entre los cuatro criterios citados -proporcionalidad, gobernabilidad, territorialidad y proximidad-- sea suficientemente representativo y conduzca a la obtención de mayorías suficientes que faciliten la gobernabilidad.

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