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Las bebidas energéticas: un problema generacional sin regulación

Una joven bebiendo una bebida energética

Leila El Moudni Guerrero

19 de noviembre de 2023 02:01 h

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Un reciente informe de Estudes 2022 demuestra que más de 4 de cada 10 estudiantes de entre 16 y 18 años han tomado bebidas energéticas en los últimos 30 días. En concreto, los chicos (50,7%) encabezan esta lista frente al 39% de chicas encuestadas.

Solo con el consumo de los chicos de 14 años, la cifra se situaría cerca de la media del conjunto de hombres adultos, 46,1% frente al 50,7%. En el caso de la población femenina, el pico más destacado se ubicaría entre los 14 y 15 años, con un 41,9% y 42,3% respectivamente.

Sonia (nombre ficticio) se adentró en el mundo “energizante” con quince años. Aún recuerda la primera vez que descubrió estas latas. “Estaba con mi grupo de amigos y probé una. Eran personas que solían consumir sustancias ilegales. Me aficioné a las energéticas por ellos”, dice.

Los adolescentes que suelen consumir grandes cantidades de bebidas energéticas con un alto contenido de cafeína, que tienden a ser vulnerables a la hora de probar otras drogas, tal y como expone la encuesta anterior.

En su nevera nunca falta una energética. “Con 18 años llegaba a consumir hasta doce latas en una semana. Ahora mi límite son cuatro”, comenta. Hace seis años que Sonia consume este tipo de refrescos.  “A veces he notado palpitaciones cardíacas porque suelo tomar café por las mañanas, luego una energética, y a la noche más azúcar”, explica Sonia.

El caso de Marina Martínez es similar. Las probó por primera vez en tercero de la ESO tras ver a otros estudiantes consumiéndolas en el centro educativo. Ahora está cursando primero de Trabajo Social y cada mañana inicia la jornada con una lata.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja el consumo máximo de 25 gramos al día, en los que no se incluyen nutrientes que poseen azúcares propios en su matriz alimentaria. Una lata de 500 mililitros posee 160 miligramos de cafeína y hasta 60 gramos de azúcares.

Alejandra Benito, dietista y nutricionista en el Centro Enaltea, advierte de que exceder el máximo de cafeína y azúcares añadidos en un día puede producir sensación de excitación, ansiedad, ritmo cardíaco inusual e insomnio.

La Autoridad de Seguridad Alimentaria (EFSA en sus siglas en inglés) recomienda una ingesta máxima de 150-180 miligramos de cafeína en adolescentes. “Cuando se consume esta sustancia en una sola dosis y no se fracciona durante el día, el cuerpo puede experimentar algunos efectos adversos como náuseas, vómitos e incluso, puede causar una pérdida de la masa ósea que derivaría en un aumento del riesgo de osteoporosis”, incide Benito.

A la consulta de C.G, residente de enfermería especialista en salud mental, suelen acudir menores con algunos síntomas tras consumir este tipo de bebidas estimulantes. Según la enfermera, la media de edad ronda los 12 años. Ella también coincide con la dietista a la hora de nombrar algunas de las consecuencias directas que afectan a este grupo de población.

El alcohol, otra sustancia agravante

Una de las modas que más ha incrementado entre los jóvenes durante los últimos cinco años es la mezcla del alcohol con las bebidas estimulantes.

Según la encuesta citada, un 16% de los estudiantes de entre 14 y 18 años consumieron esta droga legal con bebida energética en el último mes. La cifra más alta la representan las personas con 18 años: los chicos con un 22,7% y las chicas con un 18,4%.

La nutricionista avisa de que la edad de consumir esta sustancia es cada vez más temprana. “Las energéticas tienen efectos estimulantes que enmascaran los efectos depresores del alcohol. El resultado provoca más ganas de beber, una mayor estimulación y el aumento del riesgo de intoxicación etílica”, concreta.

C.G destaca una de las amenazas que pueden derivar de esta combinación: “La interacción de los riesgos cardiovasculares de las energéticas con los peligros neurológicos y hepáticos de las bebidas alcohólicas”.

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), en el decálogo de “Recomendaciones de consumo de bebidas energéticas”, insiste en el peligro que supone la mezcla de estas dos bebidas.

Para Sonia, salir de fiesta implica tomar una energética con alcohol. “La consumición, que viene integrada con la entrada de la discoteca, la gasto en una copa cargada de energética. Encima cuesta un euro más”, comenta.

Tal y como expone una nota de prensa de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED), las latas combinadas con alcohol favorecen “la deshidratación por incremento de la diuresis y más en condiciones de sudoración (exterior e interior de locales), facilitando la aparición de arritmias”.

El mito del plus de energía

El nombre intrínseco de este tipo de bebidas conduce a una errónea concepción sobre su función en el metabolismo. La falsa creencia induce a los adolescentes a buscar una fuente de energía, concretamente, una dosis de cafeína que los mantenga despiertos. La SEMED insiste en calificarlas como “estimulantes”.

Martínez cree que la cantidad de cafeína que le aporta la energética, junto a la del café que se toma por las tardes la “mantiene activa”.

Alejandro Benito explica que la denominación de “energéticas” es una estrategia de márquetin para captar consumidores, especialmente los más jóvenes. “En la época que más se toman es en exámenes. No ayudan a la concentración, sino todo lo contrario”, detalla la nutricionista.

Toni L. es una de las víctimas de su propaganda. En su adolescencia, le llamó la atención que todos los adultos que la rodeaban estuvieran consumiendo una: “Me empezaron a gustar a los doce años, pero no fue hasta los quince cuando me volví adicto”. Los componentes de estas latas se han vuelto una necesidad en su día a día. “Siempre me acompaña una antes de ir al gimnasio o cuando estoy jugando a videojuegos”, concluye.

La enfermera especialista en salud mental opina que la normalización de su consumo está extendida especialmente por plataformas como Tik Tok o Twitch, en las que existen personajes mediáticos que tienen su propia marca de bebidas estimulantes. “La presión de grupo y la desinformación son una combinación que en este tipo de casos genera una confluencia en los mismos gustos”, expone.

El caos de la regulación

Galicia ha abierto un debate sobre la regulación de la venta de bebidas energéticas a adolescentes en el territorio nacional. Esta autonomía se convierte en la primera en aprobar un proyecto de ley que prohibirá su consumo en menores de edad. El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, manifestó en una rueda de prensa que clasificará este tipo de bebidas en el rango del alcohol.

La publicidad de bebidas energéticas dirigida a menores de edad estará prohibida en el territorio gallego. Además, se vetará su promoción en centros sanitarios, centros educativos, en espacios recreativos o zonas de actividades deportivas en los que abunden deportistas menores.

Los menores que no cumplan con esta ley deberán abonar una sanción de hasta 3.000 euros, mientras que los establecimientos que las promocionen o contribuyan con su venta, se enfrentarán a sanciones de hasta 600.000 euros. El Gobierno de la Xunta espera que la normativa entre en vigor en 2024.

Otras diez comunidades han abrazado esta medida de manera parcial: entre ellas se encuentra la Comunitat Valenciana. El conseller de Sanidad, Marciano Gómez, aseguró el mes pasado que se estudiará “de forma sensata” la restricción de estas bebidas en menores.

Actualmente, la Unión Europea no ha aprobado ninguna ley sobre las bebidas estimulantes. En España existe una legislación (R 650/2011) sobre bebidas refrescantes en las que estarían incluidas estas, pero no menciona ningún tipo de prohibición a los menores.

Desde la SEMED exigen que se regule la venta de estas latas a nivel estatal, así como las advertencias en los informes nutricionales del envasado. En el comunicado, insta a regular su venta a partir de los 18 años y a solicitar a la Comisión Europea una modificación del Reglamento 1169/2011 (donde se incluyen bebidas altas en cafeína) con el fin de incluir en el anverso del etiquetado la cantidad de cafeína y la no recomendación a menores y mujeres embarazadas.

Para C.G, la limitación de su venta y la asignación de no indicado contribuiría a la concienciación. A pesar de ello, cree que sería complicado reducir la tasa de consumo, dado que el alcohol “también está vetado y se sigue consumiendo por este grupo poblacional”. Peinado lo tiene claro: “Las cifras van aumentado cada año. Es necesario legislar y empezar a limitarlo”.

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