Desde que elDiario.es publicara las grabaciones de una reunión operativa del comandante de Paiporta, Eduardo Aranda, en las que amenazaba con “partir las piernas” a la alcaldesa o “reventar el Ayuntamiento”, el teléfono del periódico no ha parado de sonar. Guardias, mandos y miembros de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) han relatado sus complicadas relaciones con el oficial del instituto armado durante toda su carrera: desde los GRS de Sevilla a los cuarteles de la comandancia de Paiporta (Valencia), pasando por Ayamonte (Huelva), donde ejerció como capitán. La inmensa mayoría de testimonios señalan a Aranda como una persona “déspota” y de unas formas más que cuestionables, que llegó en ocasiones al acoso a sus subordinados. También ha recibido alguna muestra de apoyo que justifica sus afirmaciones contra la regidora apelando a la “descontextualización” de sus palabras. “Es una buena persona y lo que ha intentando es hacer trabajar a los mandos que están bajo sus órdenes, que se han cebado con él”, explica una fuente que coincidió con el oficial a su llegada a los cuarteles valencianos.
Más allá de las numerosas quejas enviadas sobre Aranda directamente a este periódico –más de media docena de su paso por la Comunidad Valenciana y Andalucía–, la realidad es que, desde sus inicios, el comandante Eduardo Aranda ha recibido numerosas denuncias por abusos, se le han abierto varios informes reservados y hasta tiene dos procedimientos penales en marcha por otras tantas denuncias por acoso y abuso de autoridad de un sargento y un capitán. Fuentes de la AUGC de varias provincias han criticado duramente la poca “mano dura” de la Guardia Civil con este mando. Las mismas fuentes lo achacan a su procedencia de “sangre azul”, apelativo que se aplica a quienes provienen de la Academia General Militar. Estos mandos acceden a la carrera a través del selectivo e históricamente han estado vinculados a las élites del propio instituto armando. Esta relación “sanguínea” es la que entienden en la AUGC que ha permitido que el comandante continúe en el cuerpo.
De momento y por los audios hechos públicos esta semana, el comandante Aranda ha sido trasladado de manera provisional a la comandancia de València, donde este lunes se le asignarán sus nuevos trabajos sin degradarlo. Este cambio forzoso se realiza hasta que acabe la información reservada abierta por las amenazas contra la alcaldesa de Paiporta, aunque en su nuevo destino en el cuartel de Patraix ironizan con que no caben más comandantes en ese emplazamiento. Pero esta polémica solo ha sido la última. Desde hace años, este mando de la Guardia Civil tiene una ristra de procesos abiertos que, de momento, no le han impedido seguir ejerciendo y mantener el sueldo.
El comandande Aranda ya fue suspendido tres meses en 2019 por vejaciones contra la alcaldesa de Paiporta en reuniones privadas con otros mandos y guardias. “Esta me va a comer el nabo”, llegó a confirmarse que dijo en la información reservada que le abrieron tras estas afirmaciones. La cautelar de tres meses se cumplió, pero sin cerrarse el expediente, donde no se tomó declaración a nadie y se produjo la salida de la instructora tras denunciar presiones, según publicó el periódico Levante–EMV. Unos hechos que apuntalarían la versión de la AUGC, que critica la laxitud con la que se tratan los desmanes protagonizados por este oficial.
Pero los problemas disciplinarios dentro de la Guardia Civil no dejan de crecer, así como las denuncias de sus subordinados. Aranda está imputado en el Juzgado Togado Militar centro número 1 por supuestamente haber intentado impedir una investigación. Sus subordinados desmontaron una red que vendía diez veces más caras las mascarillas en pleno confinamiento y cuando el mercado estaba totalmente desabastecido. Tras quejarse los subordinados a la jueza que instruia la causa de esta actuación, el comandante tomó represalias y ha desmantelado este grupo de investigación.
El desmantelamiento del grupo de investigación y el envío de esos cuatro guardias a servicios de patrulla, así como su sustitución por otros cuatro que no hacían labores de investigación, ha sido entendido como una suerte de purga, ya que los cuatro guardias sustituidos eran de la confianza del sargento, quien continúa de baja desde el incidente con su superior.
El Juzgado Togado Militar centro número 2 Policía también tiene imputado a este oficial, en este caso por una denuncia de acoso de uno de sus subordinados.
Su paso por Ayamonte no fue menos polémico. Allí, según relata un miembro de la AUGC, uno de sus subordinados abandonó la Guardia Civil. “Se jubiló porque no aguntaba más”, explican. En ese sentido, otro guardia que trabajó a las órdenes del comandante asegura que el Ministerio de Interior hizo un informe tras las quejas y denuncias “de una treintena de guardias”. “Lo taparon todo”, lamentan. Tras su paso por el puesto extremeño como capitán, Aranda fue trasladado a Paiporta para llevar una comandancia con más de 300 agentes. La sombra de la polémica continúa tras este oficial.