'Domingo Domingo', o la historia de un pequeño e imaginativo citricultor valenciano que se rebela contra su destino
Domingo Domingo es un agricultor de Alqueries, un pequeño pueblo de la provincia de Castellón, que protagoniza una historia muy curiosa, pero que a la vez no deja de representar al citricultor medio valenciano, harto de los precios que se pagan por la fruta y que desea encontrar una forma de poder ganarse la vida haciendo lo que más le gusta. Su aventura ha sido recogida en un documental que lleva por título precisamente 'Domingo Domingo' y que se estrena el próximo 1 de febrero en Barcelona en el marco del ciclo 'Docs del Mes' y se proyectará durante todo el mes en 70 salas de toda España.
Dirigido por Laura García Andreu, el documental narra, en primera persona, las peripecias de Domingo, un adicto a la vida que no sabe vivir si adrenalina y que ha cambiado su adicción a la bicicleta por una obsesión por las naranjas y las mandarinas, en un momento en que el mercado citrícola depende mucho más de las grandes multinacionales -que han empezado a patentar mejores variedades de fruta que los agricultores tienen que comprar si quieren subsistir- que de los productores.
Domingo, como explica en el audiovisual, tiene un plan teóricamente perfecto: ha cultivado un árbol escondido en un huerto de naranjos de su propiedad en el que está desarrollando una nueva variedad que le puede permitir “vivir del campo”. Con este proyecto “secreto” pretende vencer a las multinacionales, hacerse rico vendiendo la patente y conseguir que, a partir de ese momento, cada día de su vida “sea un domingo eterno”. Sin embargo, el experimento no le sale como esperaba.
Historia de una decepción
Nuestro protagonista le cuenta al espectador, con el que dialoga durante el documental, que a él le gustaría vivir de las naranjas, pero que no es posible. Narra su experiencia con el campo; cómo de pequeño iba al huerto con su padre a coger naranjas y como hace tres décadas todo el pueblo vivía de los cítricos, “se pagaban mucho más caras que hoy”.
“Hoy en día, un pequeño agricultor, si no tiene variedades buenas y royalties [especies con patente], no hay nada que hacer. A mí las clemenules me las han comprado a 11 céntimos (kilo) para después venderlas a 1,10 euros, y otras las pagan a 70 céntimos (kilo) para después venderlas a 2,50 o 3 euros o a 5 euros en Berlín”, explica Domingo. “El agricultor es el que más hace y el que menos cobra, y esa batalla está perdida, es imposible hacer nada”, comentan durante el audiovisual.
Por este motivo, trata de encontrar un nuevo tipo de mandarina por medio de una mutación que “podría cambiarlo todo”. Incluso fantasea con ponerle su nombre a esta nueva variedad, 'Domingo Domingo', “o en inglés, 'Sunday Sunday', que queda mejor para el marketing'. Si todo sale bien, registrar esa nueva variedad y la patente puede suponer una inversión de entre 12.000 y 13.000 euros, y después se podría vender por varios cientos de miles de euros.
Todo este proceso lleva tiempo, y por tanto dinero: se tiene que sanear la variedad, se debe proteger para que no la reproduzca otro y todo el proceso debe acabar con un éxito en el mercado, “que otros productores apuesten por tu producto”, comentan durante el documental: “Hoy día hay una industria muy importante de mejora genética. Y si te ha salido una especie, que tiene que ser la buena, ellos hacen muchas y escogen las mejores”, le dicen a Domingo.
Las mandarina cultivada por el agricultor castellonense es analizada y sale “perfecta: tiene acidez, zumo y es dulce”: “Si yo patentara y ganara dinero, entonces sí que me tocaría la lotería”. Esto le anima a presentarse en la Feria de Berlín, donde están las empresas más importantes del mundo y todas las variedades de frutas y verduras, a intentar 'colocarla': “Aquí se decide lo que se va a comer el año que viene; es el lugar perfecto para vender mi variedad”.
Sin embargo, Domingo fracasa en su intento. Pero eso no quiere decir que se rinda. Domingo al final arranca su árbol, pero lo vuelve a intentar. En esta ocasión se decide a plantar papayas y aguacates, e incluso está a punto de comprar un mango para cultivarlo. El futuro dirá si esta vez tiene más suerte.
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