Quién es quién en la educación privada y concertada y cuáles son sus intereses económicos e ideológicos, un modelo en el que actualmente estudia alrededor del 28% del alumnado valenciano -el 72% restante, acude a centros públicos-. Esta es una de las preguntas que pretende responder el periodista Moisés Pérez (Muro d'Alcoi, 1993) en el libro 'El negoci de les aules. L'ensenyament privat i concertat al País Valencià', publicado por la Institució Alfons el Magnànim en el contexto de la beca Josep Torrent de periodismo de investigación 2020 concedida por la Unió de Periodistes Valencians.
El libro, fruto de una investigación de cerca de dos años, tiene entre sus objetivos abrir un “debate necesario” sobre este tema, para lo que es imprescindible que haya “transparencia”, tal y como reconoce el autor: “Debemos conocer quiénes son los actores que participan, y saber cuáles son sus intereses económicos e ideológicos y, por tanto, políticos para poner luz en una cuestión con muchas sombras”.
Precisamente, esta fue una de las motivaciones que le llevó a investigar y escribir acerca de este asunto: “Cuando empecé escribir sobre educación en elDiario.es, y después en El Temps, no veía que se identificara a los actores y cuáles son sus motivaciones, por lo que trato de indagar para desgranar quién es quién, para radiografiar la situación”. “Y la verdad, encontrar información no ha sido nada fácil; desentrañar los lazos que unen a determinadas organizaciones o conocer las cuentas de otras, porque, por ejemplo, las órdenes religiosas no tienen la obligación de publicar sus finanzas”. Precisamente, gran parte de estos centros están relacionados con la Iglesia y sus diferentes congregaciones, “lo que habría que ver es si las entidades religiosas deben tener penetración en el sistema educativo valenciano o cuál debe ser ese nivel de penetración”.
Esta amplia investigación le ha servido a Pérez para confirmar algunos prejuicios, “como las conexiones ideológicas y los intereses religiosos, que hacen que el dinero de determinados conciertos acabe en la propia orden o congregación que lo gestiona”, y para que caigan algunas ideas preconcebidas que tenía el autor: “La escuela concertada no es un universo monolítico y, en ocasiones, sí que aporta diversidad ideológica; he podido comprobar que existe una mayor riqueza de la que imaginaba”.
No obstante, insiste en que es necesario abrir un debate sobre el papel que debe tener la enseñanza concertada en el modelo educativo valenciano, “es lícito tener ese debate desde el rigor y la transparencia”. Al respecto, el periodista de El Temps discrepa del mantra, muy extendido por la derecha, de la libertad de elección de centro de los padres: “No es cierto que los padres elijan los centros a los que van sus hijos, son los centros los que seleccionan a los alumnos por medio de los criterios de admisión que aplican”. No obstante, va más allá al considerar que debe ser el sistema y no solo los padres el que transmita los valores de la sociedad a los alumnos: “Debemos tener claro, como sociedad, qué valores queremos transmitirles a nuestros hijos como sociedad”.
La educación como campo de batalla
“La educación siempre ha sido un campo de batalla”, sentencia Moisés Pérez, quien recuerda que la Iglesia ha copado tradicionalmente la enseñanza privada y concertada en España, y la ha utilizado para defender desde las aulas una línea ideológica conservadora y, obviamente, un pensamiento religioso. Además, los gobiernos autonómicos del Partido Popular apostaron desde mediados de la década de los noventa del pasado siglo por darle un impulso a la concertada y la privada con una apuesta “decidida, abierta y sin complejos. Incluso lo verbalizó el exconseller de Educación popular Fernando Villalonga, quien afirmó que los poderes públicos debían llegar donde no llegaba la iniciativa privada, lo que situaba a la educación pública como subsidiaria de la privada y la concertada, cuando originariamente se ideó como una solución temporal hasta que la pública llegara a determinados lugares”.
Con la llegada del Pacto del Botánico a la Generalitat, primero de la mano de PSPV y Compromis y, ya en la actual legislatura, con la incorporación de Unides Podem al Gobierno autonómico, se intentó derivar esa apuesta educativa hacia la escuela pública de la mano del conseller Vicent Marzà: “Impulsó políticas racionales que pretendían evitar trampas y la desigualdad, sin embargo los tribunales lo impidieron con determinadas decisiones que ataron de pies y manos a la Administración blindando los conciertos”. No obstante, Pérez pone en valor que el Botànic ha “prestigiado” la educación pública, “aunque sigan existiendo deficiencias y necesidades”. “La escuela pública ha crecido y los centros concertados han dejado de ser los más demandados por las familias”, insiste, y añade que cada partido debería explicar de forma clara cuál es su modelo educativo.
Perversiones en el debate
Moisés Pérez también llama la atención sobre determinadas “perversiones” que se producen en este debate, como la relación entre enseñanza privada y concertada y libertad, o con una supuesta mayor calidad educativa: “Existe esa leyenda, pero lo cierto es que hay buena y mala educación en la escuela pública y en la privada y concertada”. Lo que sí que es cierto, apunta el autor, es que hay una mayor homogeneización social en la escuela privada y concertada, donde se concentran las clases altas y apenas hay alumnos procedentes de familias con rentas bajas. “Los copagos 'voluntarios' impiden que estos estudiantes puedan acceder a este tipo de centros, que utilizan mecanismos segregadores y discriminadores”, indica, así como que hay una mayor presencia de estudiantes inmigrantes en la escuela pública.