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Flores contra misiles: una investigadora crea en València una variedad de rosa para luchar contra las armas nucleares

Laura Martínez

24 de septiembre de 2021 23:13 h

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“Eran las ocho y cuarto de la mañana. Nos estaban dando una charla. Y entonces, en ese instante, vi el fogonazo azul y blanco por la ventana. Tuve en ese momento la sensación de salir volando por el aire, y quedarme flotando. Y ahí perdí el conocimiento. Cuando lo recuperé, estaba atrapada bajo los escombros del edificio, que se había venido abajo. Estaba todo absolutamente oscuro, y en silencio. Y pensé que me estaba muriendo. Entonces empecé a escuchar las voces de algunas de mis compañeras, que decían ”mamá, ayúdame“, ”Dios, ayúdame“, y así supe que no estaba sola, estaba con 30 chicas más. Entonces, de repente, escuché una voz potente, de un hombre, que decía: ”no te rindas, estoy intentando sacarte“, y empecé a ver la luz del sol a través de una rendija entre los escombros”.

El 6 de agosto de 1945 la vida de miles de personas fue arrasada en Hiroshima. A otros millares, la Little Boy, como se bautizó a la bomba atómica que sacudió Japón, les cambió por completo. Una de ellas se convertiría 62 años después en Premio Nobel de la Paz. Se trata de la activista Setsuko Thurlow, quién sufrió las consecuencias a sus 13 años y hoy es portavoz de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN). Su testimonio, recogido a principios de este texto, y su discurso antibelicista han inspirado a miles de personas al activismo contra las políticas de devastación. La investigadora valenciana Matilde Ferrer escuchó su historia en una entrevista de Javier del Pino en la Cadena Ser a finales del último febrero previo a la pandemia y se conmovió con su potencia.

Ferrer es una investigadora peculiar: aúna el trabajo científico con el estético. Su actividad se centra en las rosas y en la hibridación para obtener nuevas variedades. Esta selección genética le permite crear especies que a menudo utiliza como homenaje, como al médico Santiago Ramón y Cajal, Nobel de Medicina en 1906, o al escritor Vicente Blasco Ibáñez. Tras escuchar las conferencias de la superviviente de Hiroshima, la Ferrer, que trabajaba como cada año en su selección floral, decidió dedicar una variedad a la activista.

La rosa Setsuko Thurlow es una flor “de apariencia delicada, pero resistente”, como describe su creadora. No pierde las hojas durante el invierno y muta del tono anaranjado al rosado en las épocas de poca luz. Esa idiosincrasia, explica, le resultó similar a a la trayectoria de la activista, que le envió una carta al conocer su trabajo: no se marchita ni en los tiempos más oscuros. La rosa tiene una flor de las denominadas semi doble, de una docena de pétalos de tamaño medio, cuyas hojas presentan un “color verde brillante”. “Ella lo llama la rosa de la esperanza”, cuenta Ferrer, en referencia a la correspondencia con Thurlow.

La flor-homenaje se presentará este martes 28 de septiembre en el Jardín Botánico de la Universitat de València en un acto promovido por la empresa de divulgación cultural Rocaviva. Participarán en el coloquio la creadora y el médico y activista costarricense Carlos Umaña, copresidente de IPPNW, la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (Premio Nobel de la Paz 1985) y Belén Yuste, responsable de Ciencia y Cultura del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid. Junto a ellos se proyectará un audiovisual de la superviviente de Hiroshima que, escribió a Mati Ferrer: “A raíz de la masacre atómica, corrió el rumor de que durante 75 años no crecerían más el pasto, las plantas y las flores en la tierra afectada por la radiación; sin embargo, al llegar la primavera, las adelfas florecieron y colmaron a la gente de alegría y agradecimiento, porque entendimos que nuestras vidas continuarían. Las hermosas flores blancas y rosadas de adelfa devolvieron la humanidad y la esperanza a la gente y a la ciudad de Hiroshima”.