Suicidio no es una palabra que se use de forma habitual y, cuando se pronuncia, genera cierto estremecimiento. Quizá sea esa la causa por la que se opte por el silencio. Dolors López perdió a su hija hace casi una década. Cuando encontró las palabras escribió Te nombro, un libro en el que relata el proceso de duelo y de supervivencia. “Las personas vinculadas somos supervivientes, quedamos tapados por la losa del tabú”, defiende.
Dolors López se encarga ahora de formar al personal de la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana e imparte cursos para el personal de emergencias del Ayuntamiento de Valencia, una formación destinada para la atención y prevención del suicido. El consistorio ha incorporado estos trabajos en su estrategia de salud mental, en busca de una ciudad saludable. “Queremos abrir una perspectiva, visibilizarla y entenderla”, explican los responsables municipales de la campaña. En la formación, López habla de los mitos más comunes y del mal que causa convertir un problema de salud pública en un tabú. “En todos los tabúes hay mitos; tabú significa ocultar lo que no quiere ser conocido y se terminan generando mentiras. Intentar nombrarlo es comenzar a prevenirlo, es romper el tabú”, explica la autora a elDiario.es.
Entre los mitos, López recuerda frases recurrentes: el que lo dice no lo hace o lo hace para llamar la atención. “No es cierto en absoluto. Hay cambios de conducta y mensajes que indican que esta persona tiene un sufrimiento tan grande que no lo puede soportar. El que se suicida no quiere morir, quiere dejar de sufrir. Y si llamar la atención fuera la intención de la persona, ya solo porque la necesita deberíamos atenderle”, sentencia.
La autora descarta que la enfermedad mental sea el detonante de la muerte violenta, aunque sí es un factor de riesgo, y expresa que siempre hay diversas causas, poniendo como ejemplo a las mujeres víctimas de violencia machista. “La violencia de género está detrás del suicidio de muchas mujeres. Ese sufrimiento continuado puede llevar a otro trastorno”, expresa, mientras reclama no estigmatizar a los colectivos. “Hay que colocarse a su lado, mostrar la preocupación, mostrar apoyo”, señala, y recuerda: “Trivializar el sufrimiento los aleja de nosotros”.
Las dos grandes teorías comunicativas respecto al suicido adquieren nombres literarios: el 'efecto Papageno', que se contrapone al 'efecto Werther'. El primero se basa en un personaje de la ópera La flauta mágica de Mozart; el segundo, en el protagonista de Las penas del joven Werther, de Goethe, que se censuró en varios países por incitación al suicidio. En sendas obras, los protagonistas tratan de poner fin a su vida por un amor no correspondido, pero Papageno lo evita al exteriorizar su sufrimiento y encontrar apoyo; por ello este efecto se plantea en la persona que muestra empatía y comprensión.
“Si no hablar de ello sirviera, habría disminuido. Pero hay que hablar de ello como toca: sin morbo, sin detalle, sin fotografías”, señala López. Hasta hace unos años existía la creencia generalizada de que informar sobre los suicidios generaba una suerte de efecto llamada, pero la Organización Mundial de la Salud insiste desde el año 2000 en que hablar del tema ayuda a la prevención. “Lo que mata es el silencio”, recoge María Quesada, periodista especializada y autora de La niña amarilla, un libro de relatos colectivo que trabaja la prevención del suicidio, en una jornada de formación a través de la Unió de Periodistes Valencians. El trabajo de Quesada busca “poner nombre a emociones eliminadas por las propias personas que lo hemos sentido alguna vez y por el entorno: miedos, frustraciones, desilusiones, ansiedades, gritos de atención hacia una causa conocida o desconocida, consciente o inconsciente, que nos lleva a querer abandonar”. Quesada plantea que el trabajo periodístico debe basarse el rigor, el respeto y la responsabilidad de los medios de comunicación y aboga por mantener un rol activo en la prevención. “Tenemos que pensar que una noticia puede prevenir más muertes o causar efecto contagio”, plantea la periodista.
El suicido es la primera causa de muerte no natural en España y tiene especial incidencia en los hombres -en 2018, de 3.500 suicidios, 2.600 fueron hombres, según el Instituto Nacional de Estadística- y la estadística apunta a un incremento en los últimos años. En profesiones como los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la tasa es elevada: más de 400 en los últimos diez años. “Lo ideal sería que después de cada intervención delicada se abordara y se hablara de ello. Que los mandos intermedios tengan formación en abordar las emociones”, expresa un agente. El pasado 6 de noviembre, la Policía Nacional aprobó su plan de promoción de la Salud Mental y prevención de la conducta suicida, que prevé las situaciones de “vulnerabilidad tras la participación en intervenciones sensibles, la mejora en las capacidades de afrontamiento de los funcionarios que desarrollan determinadas actividades de fuerte impacto psicológico o la atención a las personas más allegadas, sean compañeros o familiares, ante las tentativas o ante suicidios consumados”. Entendernos como seres vulnerables y abordar y exteriorizar nuestras emociones, coinciden los expertos, es una buena herramienta de prevención.