Solo sí es sí

En 1989 la Audiencia Provincial de Lleida condenó a un empresario solo a una multa de 40.000 pesetas por “abuso deshonesto” por considerar que la minifalda que llevaba la víctima, una joven de 17 años, provocó que el jefe manoseara sus pechos y su trasero. Es uno de los ejemplos de sentencia machista más célebre, pero lo cierto es que no hay que irse tan lejos: en septiembre de 2017, un hombre que abusó sexualmente de una niña de cinco años fue condenado a tres años de cárcel porque “la menor no opuso resistencia”; en enero de ese mismo año, un juez rebajó la pena de un hombre que había asestado 30 puñaladas a su mujer al creer que no había ensañamiento; y, en febrero de 2015, una jueza preguntó a una víctima de violación si “cerró bien las piernas”.

El último caso de justicia machista lo vemos con La Manada. “La denunciante se encontró de pronto en un lugar angosto y recóndito, rodeada por cinco varones de edades muy superiores y fuerte complexión que la dejaron impresionada y sin capacidad de reacción”. Pese a que es el relato de una violación, el tribunal ha condenado a los cinco acusados a nueve años de prisión por un delito de abuso sexual y no de agresión sexual –con penas más severas- porque no aprecia violencia ni intimidación. ¿Cinco hombres contra una chica que no puede huir ni puede defenderse no es intimidación? Hay juristas que han defendido, con la ley en la mano, que sí y que, por lo tanto, podría haberse condenado a los acusados por agresión sexual.

Ante la indignación ciudadana, la respuesta ha sido proponer una nueva reforma del Código Penal. El debate legal parece centrarse en si valorar la intimidación o el consentimiento, como se recomienda en el Convenio de Estambul. El problema, en cualquier caso, no es la ley en sí, sino si se aplica o no con perspectiva de género. Solo podemos combatir la justicia patriarcal con más feminismo, no con reformas y contrarreformas legales.

Al final, todo es más sencillo de lo que parece: solo sí es sí. Todo lo demás es violencia. Es urgente acabar con esta cultura de la violación que hace que hayamos normalizado, excusado y tolerado las agresiones sexuales y, además, hayamos culpado a las víctimas. Esta maquinaria social de presión y humillación hace que solo se denuncien entre un 10 y un 16 por ciento de los delitos sexuales que se producen. La violación grupal de La Manada no es un caso aislado. La violencia sexual forma parte de nuestra vida cotidiana, como hemos podido leer gracias a las miles de mujeres que han contado sus experiencias en #Cuéntalo. Ya no pueden silenciarnos más. El feminismo es imparable, transversal y transformador, y quien no lo entienda, se quedará fuera de juego.