Siguiendo la teoría económica, el conocimiento podría quedar definido como un subproducto de la inversión en capital físico.
Dentro de un modelo de learning by doing la generación de conocimiento, hace que el cambio técnico se vuelva conceptualmente endógeno, mostrando tasas de crecimiento a largo plazo positivas sin necesidad de que la tecnología crezca de forma exógena.
Así, el learning by doing se fundamenta en el aprendizaje de los trabajadores llevado a cabo dentro de la empresa, combinando este conocimiento con un aprendizaje de tipo formal basado en sistemas educativos robusto y políticas de oferta y de demanda eficientes para la formación en el empleo.
Al margen del enfoque propuesto por modelos endógenos, y pese a que, además, existe un amplio cuerpo teórico y empírico que avala la idea de un avance exponencial de la tecnología y de los rendimientos crecientes de la innovación, en una mirada heterodoxa podríamos considerar la posibilidad de que la economía estadounidense estuviese acercándose a su propia frontera de innovación en términos agregados.
La observación de la trayectoria de innovación tecnológica evidencia signos de agotamiento y, quizá, un límite tecnológico para la economía de tipo material (imposibilidad física o mecánica) o de tipo económico (inviabilidad financiera de ciertos desarrollos).
Jonathan Huebner plantea en un interesante paper que el número de patentes registradas en Estados Unidos por habitante se encuentra tendencialmente en descenso.
Puede que el agregado de innovación esté frenando en unidades patentadas, pero también es posible que los principios que sustentan el progreso técnico vengan explicados por la propia competencia imperfecta, es decir, por el incentivo que representa para un empresario innovar, ser el primero, y situarse en una posición monopolista. Ello podría contribuir a explicar un menor número de patentes, pero el aseguramiento e incremento de sus retornos, esto es, con una mayor rentabilidad unitaria, a partir de la disruptiva idea lanzada por Peter Thiel en base a la relación entre monopolio e innovación.
En el siguiente gráfico podemos comprobar el análisis llevado a cabo por Jonathan Huebner para Estados Unidos. En el eje horizontal encontramos, para cada punto, la media de una década, situada en los años 1795, 1805, 1815, y así sucesivamente, hasta llegar a la media de la década de los noventa que queda expresada por el punto correspondiente con 1995.
El eje vertical, el gráfico ofrece la ratio de patentes registradas anualmente en Estados Unidos (en este caso, también, en su suma por década) divididas por el número de habitantes de Estados Unidos censados en el mismo período.
Patentes medias por década y habitante en Estados Unidos (1795-1995)
Fuente: Jonathan Huebner
Como podemos comprobar, a partir de 1915 se reduce la intensidad innovadora por habitante en Estados Unidos, pese al repunte que comprobamos de nuevo en la década de los años noventa, provocado sin dudas por la generalización del uso de internet y su impacto sobre las industrias de Silicon Valley.
La serie temporal mostrada, sin embargo, finaliza en 1999, por cuanto no contamos con evidencias al respecto de las dos últimas décadas.
Además, Huebner amplía su fuente de datos tomando referencias de incidentes críticos de innovación (7198, desde la Edad Media) para un período mucho más amplio que el disponible para patentes de USA, desde el siglo XV, y para todo el mundo, articulando a continuación una predicción al respecto, infiriendo el agotamiento de ideas (o su imposibilidad técnica o económico-eficiente) a lo largo del siglo XXI.
Regresión tendencial proyectada para el número de invenciones ‘críticas’ en todo el mundo
Fuente: Jonathan Huebner
Siguiendo el planteamiento de Huebner, los límites de invención se sitúan ligados a la capacidad de procesamiento del cerebro humano más que a la capacidad de acceso a la información. Sin embargo, en línea con Salvador Pueyo, la inteligencia aumentada podría permitir en apenas unas décadas operar una importante modificación en esta tendencia proyectada.
En paralelo, Robert J. Gordon, profesor de economía en la Universidad de Northwestern e investigador del Centre for Economic Policy Research (CEPR), abordó hace apenas cinco años el análisis del fenómeno de la innovación ligado a la productividad de la economía estadounidense, evidenciando que tras un fuerte aumento de la productividad desde la primera y segunda revolución industrial, en los años setenta se registra una notable desaceleración que dura dos décadas, tendencia que repunta con la eclosión de internet y que alcanza un máximo a finales de los años noventa. Este enfoque resulta congruente con el registro de patentes analizado por Jonathan Huebner.
El profesor Gordon recoge datos durante ocho años más que Huebner, por cuanto puede mostrar un mantenimiento sostenido de la productividad en los máximos registrados en 1999. Sin embargo, las invenciones a partir del año 2000 no aportan mejoras significativas de la productividad. Están orientadas a la compactación de dispositivos y la oferta de servicios de ocio y entretenimiento. En definitiva, parece que desde el año 2000 la aportación de herramientas tecnológicas resulta mínima en términos de mejoras de la productividad.
Tasa de crecimiento del PIB con estimación proyectada hasta 2100
Fuente: Robert J. Gordon
La estimación de Gordon establece que seguirá produciéndose innovación y que afectará a nuestros usos y costumbres pero que su impacto sobre la economía resultará más débil y que la tasa de crecimiento del PIB estadounidense se situaría en torno a un 1,3%, lo que supondría un efecto tasa para el estado estacionario de la economía estadounidense.
Productividad del trabajo, proyecciones y gap registrado en la economía USA
Fuente: Robert J. Gordon
Como podemos comprobar en el gráfico, la productividad del trabajo, expresado en dólares constantes, afrontaría un gap del 60%. Una brecha entre el máximo proyectado en la tendencia de 1948-1972 y la senda estacionaria con que cierra la serie temporal (2004-2012).
Pese a que el análisis de Gordon se circunscribe a la economía estadounidense, la heterodoxia económica subyacente a su planteamiento debe sugerirnos un sencillo ejercicio de extrapolación a otras economías desarrolladas –quizá los países de la OCDE-, con las implicaciones analíticas que ello puede representar. Las consecuencias de su análisis suponen que la tecnología configura una frontera que Estados Unidos está alcanzando y que la innovación podría representar rendimientos crecientes en el nivel micro –en las empresas- pero en el agregado –en la economía-, una vez alcanzada dicha frontera, la innovación comenzaría a mostrar rendimientos decrecientes.
En este sentido, y en base a un interesante trabajo de hace un par de años, Gordon infiere una tasa media de crecimiento para la economía de Estados Unidos a lo largo del período 2015-2050 cifrada en un 1,3%, en un claro contraste con la robusta tendencia experimentada entre el período 1891 y 2007, cifrada en un 2% anual para la economía estadounidense.
En artículos posteriores volveremos en “Solow en el Parnaso” con mayor detalle sobre el más reciente de los análisis del profesor Robert J. Gordon, y sobre el conjunto de implicaciones que entraña para el desarrollo económico futuro. Lo haremos también en base a nuevas tendencias tales como la economía circular, la economía colaborativa, la intensificación en el uso del Internet of Things (IoT) o la cuarta revolución industrial que se articula a partir de la generalización de la impresión 3D y la eclosión de la gig economy o economía bajo demanda.