A la sombra. Pasan desapercibidos y siempre están detrás de los focos. Son piezas elementales para que el engranaje del tercer consistorio más importante de España pueda echar adelante. Resultan indispensables para su jefe, el alcalde Joan Ribó. Pero nadie habla de ellos. “No son los protagonistas, solo ayudan al alcalde. Es a él a quien tienen que dirigirse las miradas”. La frase, pronunciada en su entorno más cercano, refleja la filosofía de modestia de la ‘guardia de corps’ de alcaldía.
Sin embargo, ocupan los puestos directivos del que durante años fue el ‘búnker’ particular de la exalcaldesa popular Rita Barberá. En donde solo los anteriores capos del departamento de alcaldía podían acceder a las dependencias de quien ocupaba la vara de mando del Ayuntamiento de Valencia. Lugar en el que la anterior jefa de gabinete de la ahora senadora, podía hacer y deshacer a su antojo, aunque siempre cumpliendo con los designios de Barberá. Era su hermana, Asunción Barberá.
Con las elecciones municipales de mayo de 2015, el PP fue desahuciado del poder municipal. Y a partir de ahí, las riendas de las distintas áreas de las que se compone la alcaldía capitaneada por Ribó fueron asumidas como un reto por cinco asesores. Son el denominado G-5 de alcaldía. Su llegada ha revolucionado un departamento “anclado en el Siglo XVIII”.
De su estricta confianza
El personal que eligió Ribó para que le ayudaran en sus propósitos combinaba juventud y experiencia y distintos perfiles. Pero todos reunían una cualidad: era de su confianza. Una aptitud no menor en estos casos.
Su sombra más directa es Esther Tarín. Es su jefa de gabinete y se encarga de marcar la agenda al alcalde, de prepararle toda aquella documentación necesaria para cuando acude a debates, de cómo son las relaciones con los ciudadanos, de distribuir las tareas entre los otros ‘jefes’ de alcaldía. Es la mano derecha del alcalde. Un puesto que ya ocupó la legislatura pasada como asesora del entonces portavoz de Compromís y que también desempeñó cuando Ribó era diputado autonómico por Esquerra Unida. Negociadora del pacto de gobierno local, forma parte de los adheridos a la coalición valencianista. Y en su mochila, carga una dilatada carrera en el activismo vecinal.
La otra pieza más destacada del G-5 de alcaldía es Feliciano Albalanejo. Exconcejal en la oposición por Esquerra Unida en las dos primeras legislaturas de Barberá al frente de Valencia, es el jefe de servicio de alcaldía. Abogado y ex técnico municipal del Emshi, coordina toda el área jurídica del consistorio. Es decir, se encarga de controlar todas aquellas decisiones que conllevan transcendencia jurídica y administrativa. Una tarea ardua que le encargó Ribo por la relación de amistad personal que mantiene con él. Sus trayectorias políticas siempre han ido a la par. Pese a que ahora él forme parte de la pata de Compromís, Iniciativa, y el primer edil de los adheridos a la coalición.
El grupo selecto de Ribó lo completan Xavier Ribera, Sandro Pons y Pau Vendrell. Ribera, más joven, es quien ostenta la responsabilidad de asesorar al alcalde en temas económicos –fundamentalmente, presupuestos- y contratación. Sociólogo y economista de profesión, fue asesor del grupo municipal de Compromís la pasada legislatura y participó en la negociación del ‘Pacte de la Nau’. Vendrell, también joven, fue periodista varios años en RTVV y en el colectivo Lambda. Es quien lleva el área de comunicación, quién diseña como transmitir, como vender la labor del tripartito municipal.
El encargado de la planificación urbana, de las infraestructuras y de los temas urbanísticos es Sandro Pons. Vinculado a movimientos como Per L’Horta, ha trabajado durante años en cuestiones urbanísticas para la vicepresidenta y portavoz del Consell Mónica Oltra y para el mismo Ribó. Ahora es el cerebro que aconseja a Ribó sobre como debe ser la futura ciudad de Valencia.
Romper con el ‘ordeno y mando’
La imagen de Ribó dejando la vara de mando nada más entregársela en su investidura como alcalde fue todo un gesto. Y este se ha trasladado al día a día del funcionamiento de la alcaldía. Más cuando los trabajadores de alcaldía vieron como no eran despedidos, sino que los nuevos inquilinos confiaban en sus servicios. “Ellos pensaban que iban a ser despedidos”.
“Los funcionarios estaban muy encorsetados, preguntaban hasta donde tenían que poner las flores del despacho”, relatan fuentes municipales. “Todas las decisiones pasaban por la anterior jefa de gabinete, Asunción Barberá”. Ahora ha cambiado. Los funcionarios municipales tienen libertad para hacer su trabajo, sin tener que consultar cualquier cosa. Un cambio de hábitos que aún cuesta, que se ha implantado con mucha pedagogía y que aún genera complicaciones al selecto club que dirige alcaldía.
“Se han dado casos de que decían a los asesores: aquí fuera hay un documento para que firme el alcalde. Y ellos decían: pasad y que os lo firme. Respondían: ¿pero se puede pasar a su despacho?”. La anécdota refleja el modo de funcionar del equipo municipal de Barberá. “En 24 años los funcionarios no habían pisado el despacho de Barberá para nada”, indican fuentes del gobierno local.
No en vano, los trabajadores de la que es el Ala Oeste del Ayuntamiento de Valencia, se sorprendieron cuando se les reunió a todos para pedirles consejo y que explicaran al detalle su labor a los nuevos responsables. Entre ellos, como no, estaba Ribó. La situación despertó asombro por su presencia. Otros detalles como no llevar una determinada ropa, eliminar la casi uniformación de los trabajadores del departamento ha roto con los usos de Barberá.
“Una chica explicó que su cargo era el de moza de alcaldía. Es decir, se dedicaba a estar sentada esperando que la anterior alcaldesa le pidiera que le trajera un café u otro recado”, relatan fuentes de alcaldía. “Cuando se le dijo que pasaba a desempeñar en alcaldía un trabajo de su formación, porque es necesario por la carga de trabajo, rompió a llorar dando las gracias”.
A esas complicaciones, se suman la del estado en que se encontraron los nuevos responsables el departamento. No había ni un solo expediente, los cajones estaban vacíos, los ordenadores estaban formateados. La alcaldía era un auténtico solar. Y debido a ello, lo han tenido que reconstruir durante todos estos primeros meses de gobierno. Una carga más a acumular de trabajo.
Un jefe “natural”
Para que el engranaje de alcaldía funcione, hace falta que la pieza principal coordine a sus peones de forma adecuada. Y de ahí, que el trato, la relación del G-5 con el alcalde tenga que ser excelente. De hecho, según apuntan fuentes del departamento, así es. La confianza que da a sus subordinados en la labor que realizan y su espíritu de consenso y de trabajo en equipo son las claves que indican el éxito de la magnífica sintonía que hay entre el jefe y su equipo.
Unas aptitudes que ayudaron, justo, a que el pacto a tres bandas para fraguar el actual gobierno local integrado por Compromís, PSPV y València en Comú saliera adelante antes que el de la Generalitat Valenciana con los mismos actores políticos. “Impone el liderazgo de forma tranquila, natural, en especial, por su capacidad de escuchar, razonar y pactar”, elogian desde su entorno.
Un hecho que hace que hace mucho más fácil la relación de Ribó con su ‘guardia de corps’. Con ellos juntos, suele despachar mínimo una vez a la semana. Aunque hay veces, si el tema es muy relevante, que lo hace de forma diaria e individualizada, pese a que sean diez minutos para entender las claves del asunto. “Eso sí, cuando él dice no, es que no”, precisan personas cercanas a él.
¿Y cómo es la relación del club selecto de alcaldía con los demás delegaciones? Al parecer, excelente, magnífica. Son los adjetivos que utilizan para definirlo. “La relación es más buena, no tiene comparación con la que había en el anterior legislatura entre ediles del PP. Muchos ni se hablaban entre ellos. Era un gobierno partido”, aseguran las mismas fuentes.
Con cuatro meses al frente del gobierno, parece que la mecánica del departamento de alcaldía no necesita aceite para que ruede. Está bien engrasado, pese a pequeños flecos. Cinco personas son las encargadas de hacerlo posible. Pero con discreción. Las cámaras son para el alcalde, para Joan Ribó. A ellos les gusta más mantenerse apartados. Y desde ahí, elaborar un trabajo clave en el rumbo que tomará la ciudad en los próximos años. Es su cometido discreto y alejado de los focos. Siempre a la sombra de Joan Ribó.