En un moment en què la lluita contra el canvi climàtic guanya protagonisme, aquest blog pretén aprofundir en el debat sobre el territori i els impactes que suporta. Es tracta d'un espai dedicat a l'anàlisi i la reflexió, en què col·laboraran professionals de diferents disciplines. El territori, la ciutat, el medi ambient i la cultura són els eixos d’un imprescindible debat, amb l'objectiu de lluitar a favor de la salut del planeta i contra les desigualtats socials.
Riadas, coches y basura
En Grafitis para neandertales, Jorge Riechmann, proponía: “Respeta a tu interlocutor. No le digas por sistema lo que está deseando oír”. Así que tras la dana y en las puertas de un desastre ambiental ─y sanitario─ que afectará a toda la provincia y por extensión a toda la Comunidad, habremos de decirlo: nuestra sociedad vive escondiendo la basura debajo de los felpudos y esta riada se ha empeñado en barrerla, arrastrarla y amontonarla a la vista de todos en las plazas de nuestros pueblos y al alcance de nuestro olfato. Y no, no son las cañas.
El agua que bajó por los barrancos no sólo arrastró cañas y coches, entró con fuerza en parques industriales y barrió centenares de instalaciones en las que se almacenaban medicamentos, aceites, repuestos para automóviles, pinturas, detergentes industriales, envases vacíos, plásticos, etc. Materiales de todo tipo que el barranco dispersó por toda la comarca hasta llegar a la Albufera. Y por si no fuera suficiente, sepultó en el lodo centenares de depuradoras y colapsó los colectores. Basuras que se traducen en la liberación de innumerables sustancias químicas, metales pesados y toda clase de venenos y bacterias como, por ejemplo, la “E. coli y los enterococos intestinales”.
Un mes y medio después, se han retirado más de 300.000 toneladas de residuos, mucho más de lo que se retira en la ciudad de València en un año. Enseres, escombros y basuras de todo tipo que se están depositando en cinco vertederos improvisados en Quart de Poblet, Manises, Alfafar, en la pista de Silla y en una antigua cantera de Picassent. En esta última se halla una laguna que emergió fruto de los trabajos de excavación en la cantera y que con toda probabilidad está conectada con el acuífero subterráneo que alimenta a la Albufera. Así pues, el riesgo de contaminación de las aguas subterráneas es muy alto.
Y es que esta riada es una colisión descomunal ─espacial y temporal─ en la que demasiada basura y demasiado rápido está impactando sobre nuestros ecosistemas y sobre nuestra capacidad institucional de asumirla. Hace más de 50 años Félix Rodríguez de la Fuente ya afirmaba que somos la civilización de la basura. Hoy, la más devastadora catástrofe del siglo insiste en recordárnoslo.
En dolorosa coincidencia temporal, la misma semana de la dana, un informe del Ministerio para la Transición Ecológica se hizo eco en prensa. En él se constataba que en 2023 solo se recicló un 41,3% de las botellas de plástico de un solo uso puestas en el mercado. El cometido de Ecoembes ha sido un fracaso porque el problema no reside en la gestión de los residuos, sino en el modelo de producción. Dejemos de centrarnos en qué hacer con las basuras y empecemos a regular la producción de plásticos y envases. Aprendamos que el foco no debería estar en el consumidor, sino en qué se fabrica, con qué, por qué, cómo y para qué. Empecemos a hacernos estas preguntas.
Hagámonos otras preguntas porque las que siempre nos hemos hecho son inoperantes. Preguntémonos, por ejemplo, por una industria cosmética y química basada en los principios de la química verde. Hablemos de reconversión industrial, prescindiendo de aquellas industrias accesorias fabricantes de objetos que solo sirven para llenar el mundo de trastos destinados a ser basura. Hablemos de infraestructuras verdes, de pavimentos permeables, de ciudades integradas en los ecosistemas de los que forman parte. Hablemos de agroecología, convirtámonos en un referente agroecológico y empeñémonos en recuperar bancales como llanuras de inundación y en recuperar esta huerta nuestra, heredera de antiguas crecidas que hicieron de ella tierra fértil y generosa.
Y cuestionemos de una vez este modelo de transporte basado en la hipermovilidad y en el vehículo privado. Créanme si les digo que existe vida buena más allá de los atascos, más allá del hollín de los tubos de escape y más allá de los metros cuadrados entregados a los coches. Imaginemos sociedades convivenciales vertebradas en rededor de una red de transporte ferroviaria robusta. Ciudades y pueblos caminables, alcanzables, respirables. El precio que pagamos por esos 1.470 millones de coches que existen en el mundo es demasiado alto. Esas moles absurdamente gigantes ─máxima expresión del derroche energético y de la ineficiencia─ pensadas para trasladar de un sitio a otro a personas que tan solo suponen un 7% de su peso. Y recordemos con Georgescu-Roegen que artefactos más grandes y mejores comportan más y mejor contaminación. Y, aquí, en el área metropolitana de València, las decenas de túmulos ─amalgama de acero y plástico─ en los que miles de coches se apilan supurando aceites, gases y combustibles nos lo están demostrando.
A estas alturas del siglo XXI, en el que hemos traspasado varios de los límites planetarios que sustentan la vida en la Tierra, ¡no permitamos que nos distraigan! Porque, como afirmaba Riechmann en Moderar extremistán, “la gran cuestión de este tiempo no es lo que hago frente al contenedor, sino lo que hago frente a la sede bancaria; pues lo que está ahogándonos en basura no son nuestras decisiones cotidianas, sino la dinámica autoexpansiva del capital. Tendríamos que inaugurar una nueva conferencia de las naciones para reconocer que el crecimiento económico es la zanahoria que empuja hacia arriba las emisiones de gases de efecto invernadero y que la triple crisis planetaria (el calentamiento global, la contaminación y la Sexta Extinción) son ‘insolubles’ en el capitalismo”.
Sobre este blog
En un moment en què la lluita contra el canvi climàtic guanya protagonisme, aquest blog pretén aprofundir en el debat sobre el territori i els impactes que suporta. Es tracta d'un espai dedicat a l'anàlisi i la reflexió, en què col·laboraran professionals de diferents disciplines. El territori, la ciutat, el medi ambient i la cultura són els eixos d’un imprescindible debat, amb l'objectiu de lluitar a favor de la salut del planeta i contra les desigualtats socials.
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