El 10 de mayo como todos los años, se celebraba esta vez el 45 aniversario del nacimiento del Frente POLISARIO en los campos de personas saharauis refugiadas de Tinduf (Argelia).
Tinduf es un campamento distribuido en 5 provincias (Wilayas) en medio del desierto del Sáhara, habitado por más de 250.000 personas, muchas de las cuales llevan más de 40 años viviendo (y sobreviviendo) a las inclementes condiciones de un inhóspito paraje en el que han nacido o crecido a la espera de poder volver a su hogar: el Sáhara Occidental. Su historia es de resiliencia, de espera y esperanza.
Con ocasión del 45 aniversario del nacimiento del Frente POLISARIO tuve la maravillosa oportunidad de visitar los campamentos con la comisión de representación política de España, siendo acompañados en todo momento por representantes de la Delegación saharaui, cuerpo diplomático de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Con nuestras mochilas cargadas de ilusión, ropa ligera y un par de regalos para la que sería nuestra familia de acogida, emprendimos viaje a esta tierra tan lejana, desconocida, tan diferente y extraña, cual Lilliput para Gulliver. La experiencia superaría toda expectativa; gente más noble, hospitalaria, sencilla y tolerante no había conocido jamás. Con tan sólo llegar a Argel (donde debíamos coger el segundo avión con dirección a Tinduf), comenzaron las muestras de respeto y solidaridad de las personas argelinas y saharauis.
Fuimos recibidos en la jaima de una encantadora familia y con una apretada agenda protocolar, entre tés y exquisitas conversaciones, tuvimos la oportunidad de tratar con personas de todas las edades y distinta formación; menores, mujeres, hombres y ancianos, quienes en el poco tiempo de que disponíamos dejaron la mejor de las impresiones en nuestro espíritu. Sobre todo, a lo largo de los días, me emocionó la sabiduría que imbuye a este pueblo; ultrajado por la historia e injuriado por los intereses hegemónicos de Marruecos, la impasibilidad amnésica de España y la indolencia de una comunidad internacional que no ha sabido estar a la altura de la situación.
¿Pero a qué situación me refiero? Reclamado por España en 1884, el territorio del Sáhara Occidental sería colonia del país Ibérico hasta que en 1963, cuando inmerso en el contexto del movimiento descolonizador que agitaba todo el continente africano, Naciones Unidas lo declaró Territorio No Autónomo en vías de descolonización. El régimen franquista de España cedió, aún sin tener el derecho a hacerlo, la administración de la 53 provincia española a Marruecos y Mauritania, países colindantes que no dudaron en saltar a la palestra y hacerse con estas tierras ricas en fosfatos, petróleo y generosas en recursos pesqueros.
Abandonado a su suerte producto de un vacío de poder en Madrid, las hostilidades propiciadas por Hassan II y su homólogo mauritano, Moktar Ould Dadda, desencadenaron un conflicto armado con el recién nacido movimiento nacionalista saharaui, el Frente Popular para la Liberación de Saguía el-Hamra y Río de Oro (Frente POLISARIO), reconocido en el seno de la ONU como legítimo representante del pueblo saharaui, que perdurará 17 años. O más bien, cual guerra fría subterránea, persiste hasta el día de hoy.
En efecto, el alto al fuego declarado en 1991 no haría cesar las deplorables consecuencias que esta crisis ha significado para todo un pueblo, en su gran mayoría refugiado hoy en día en suelo argelino. Un pueblo que durante cuatro décadas ha sido expuesto a persistentes y sistemáticas violaciones de sus derechos humanos por parte de Rabat que reiteradamente ha menoscabado (con la connivencia de toda la comunidad internacional) las disposiciones de Derecho Internacional Humanitario que buscan aminorar los flagelos de la guerra. Torturas, asesinatos, desapariciones forzadas y bombardeos indiscriminados a la población civil (incluso con armas proscritas por las reglas de la guerra, como el napalm y el fósforo blanco) han sido pan de cada día para miles de inocentes que han perdido la vida, un brazo o a un ser querido en esta dinámica de violencia sistémica que ha pendido cual espada de Damocles sobre sus cabezas.
Pese a las carencias materiales, se trata de un pueblo muy rico espiritualmente hablando, agradecido por la tan necesaria ayuda humanitaria que brindan ONGs como Oxfam y agencias como la ONU como ACNUR, pero deseosos de ser autosuficientes y no tener que depender de la cooperación internacional.
Despertó mi particular atención la visita efectuada al Hospital Nacional ubicado en Rabuni, el cual dispone de los servicios de la casi totalidad de especialidades médicas que se pueden requerir, a decir, pediatría, oncología, rayos x, entre otras, incluso celiaquía. El personal médico -encantador por cierto y, la mayoría formado en Cuba- nos comentaron del gran número de personas intolerantes al gluten (si a nivel mundial el porcentaje de quienes padecen dicha enfermedad es del 1%, la ratio en el terreno es cinco veces mayor), ante lo cual no disponen de más apoyo que las canastas familiares que envía habitualmente Oxfam, en la que se incluyen ciertos productos especiales para celíacos.
Oxfam tiene presencia en los campamentos desde 1975 y trabaja en estrecha colaboración con socios locales, distribuyendo alimentos, apoyando a la juventud y las iniciativas participativas, instando a los actores internacionales a buscar una solución estable y duradera a la precaria existencia que acongoja a este pueblo. En concreto, en mancomunidad con la Unión de Mujeres Saharauis organiza campañas de sensibilización para la mejora de los conocimientos sobre almacenamiento y técnicas culinarias que ayudan a maximizar el valor nutricional de los alimentos frescos. Además, actualmente está implementando el cultivo de moringa en la región, planta reconocida por su aporte energético y resiliente a las duras condiciones del desierto.
Reseñar, a modo anecdótico, la amabilidad de este pueblo. Habiendo salido a caminar sin dirección por medio del desierto a eso de las 5 pm, bajo un inclemente sol mi corazón fue secuestrado por tres pequeños “bandidos” menores de 10 años. “Hola, hola, venga, venga” me decían. Ante tan cordial saludo, no dudé en acercarme. Terminamos jugando y corriendo por las dunas, comunicándonos en el lenguaje universal de la sonrisa hasta que, sin que pudiese oponer resistencia, pese a intentarlo con el afán de no resultar invasiva, me vi dentro de la jaima de estos tres hermanos tomando té con su madre, quien me regaló su mejor melfa sin esperar nada a cambio. Este simple suceso de una tarde cualquiera, resume el carácter benévolo de este pueblo que, pese a haber sido objeto de crímenes de guerra y víctima hasta el día de hoy de una gran injusticia, te abraza, te sonríe y te da todo lo que tiene sin esperar ser correspondido.
“El desierto te da perspectiva”, nos decía quien se ha transformado en un gran maestro y amigo saharaui; “no hay distracciones que te entorpezcan o nublen la mente, tan sólo horizonte”. Mi más sincera gratitud y devoción al pueblo saharaui.
Más información sobre la situación del pueblo Saharaui en el Informe de Oxfam: “40 AÑOS DE EXILIO Los refugiados saharauis, ¿abandonados por la comunidad internacional?”.