Un año y una inversión de dos millones de euros después, el monasterio de Sant Vicent de la Roqueta de Valencia habrá terminado su primera fase de rehabilitación. El templo, que data del siglo V, fue expropiado hace 37 años a un constructor para evitar su demolición y posterior construcción de viviendas. Literalmente, se caía a trozos.
Según los arquitectos responsables, el riesgo de derrumbamiento de la parte del campanario era digno de considerar. “Cuando llegamos el edificio estaba en ruinas”, explicaba Vicent Sarriá, concejal de Desarrollo Urbano. También existía la posibilidad de que parte del muro se desplomara sobre el colegio colindante. Aún así, las obras se han limitado a lo imprescindible para la seguridad y “no hipotecarán excavaciones futuras”.
Las obras de consolidación estructural del monasterio del patrón de la ciudad finalizarán en febrero de 2017. Las obras se financiaron a través del Plan Confianza de la Generalitat, con un presupuesto de 2.339.635 euros. Tras la primera rehabilitación, se realizarán los trabajos de investigación arqueológica.
Los responsables han hallado documentación que muestra indicios de actividad humana en el siglo IV, “indicios de la época de Sant Vicent”, aseguran. Además, se ha podido identificar restos de la fortificación de Jaume I en la que se depositó el Penó de la Conquesta frente a los musulmanes.
La construcción es actualmente un collage de estilos arquitectónicos. Según los restos analizados, el edificio ha sobrevivido a un proceso variado y destructivo. “El que venía destruía lo anterior” y, en algunas ocasiones, se habían reciclado los mismos materiales para reconstruir el monasterio. Pese a ello, apenas conserva elementos de su fundación y los primeros años.
Sí se ha podido constatar que se han realizado sucesivas modificaciones, la más agresiva, según los investigadores la realizada en el siglo XVII, con la que “se hizo tabla rasa” y “se eliminó todo”. “El monasterio medieval era una obra muy bien hecha, muy buena y se arrasó”, lamentaban los arquitectos.
A finales del siglos XIX se llevó a cabo de la mano del arquitecto Antonio Martorell, que dota de nombre al claustro, otra intervención para transformarlo en convento de monjas. Entonces, el claustro pasó de tener forma de U a estar cerrado uniendo los cuatro costados. La portada principal data de la misma fecha.
El antiguo convento tuvo multitud de usos. Al margen del culto, fue un colegio y durante la Segunda República utilizado como cuartel. A partir del próximo año, quizá el Ayuntamiento le vuelva a dar uso como archivo histórico o cedido a un ente cultural.