Según me explicaban hace unos días, un estado de las cosas varía dialécticamente en tanto la acumulación de hechos cuantitativos que derivan en un cambio cualitativo, seguramente esta sería la definición más acertada para la década ganada en América Latina. Ya nadie reconoce aquella Latinoamérica de la Operación Cóndor, el avance social y político es un hecho indiscutible, por lo menos en la mayoría de países de la región.
La década ganada se podría interpretar como un proceso de politización e inclusión económico de los grandes sustratos populares, el paradigma de este hecho sería uno de los países más polémicos del “Mass Media” español: Venezuela. Siendo el país latinoamericano donde más se ha reducido el índice de Gini – indicador de la desigualdad – en los últimos diez años y el segundo, por detrás de Cuba, en erradicar el analfabetismo a través de la Misión Robinson.
Así pues, la nacionalización de la renta petrolera por el gobierno de Chávez y su socialización mediante el gasto social ha permitido un proceso de inclusión de las clases populares inédito en la historia del país. En países como Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia etc. se ha dado un proceso de inclusión similar por diversas vías, como ya anticipábamos a esta América Latina no hay quien la reconozca.
La caída de los precios de las materias primas y las dificultades para superar el modelo agroexportador parecen ser, una década más tarde, el mayor reto para estos gobiernos progresistas, que ven acercarse una de las batallas electorales más difíciles de su reciente historia. Tanto es así que existe un debate sobre si nos encontramos a las puertas de un nuevo ciclo, independientemente de encontrarnos o no en esta situación una cosa es innegable: nos encontramos ante un punto clave para los gobiernos progresistas.
Tratando de hacer sencillo aquello que no lo es, se pretende analizar y comprender la situación actual de América Latina y, sobretodo, centrar este análisis en el caso venezolano por ser el más cercano al autor y el más paradigmático. Esta discusión gana un mayor interés tras la ajustada victoria del candidato derechista Mauricio Macri que pone en jaque al kirchnerismo tras más de una década de continuas victorias. De esta manera, victorias de la derecha como la del balotaje argentino plantean la necesidad de analizar y superar las contradicciones de los modelos rentistas si realmente los procesos abiertos en la década ganada pretenden tener continuidad.
Sin lugar a dudas, tanto el kirchnerismo en Argentina como el chavismo en Venezuela, entre otros casos, han conseguido crear una cierta hegemonía y sentido común respecto al papel del estado en la economía en favor de las clases populares. Así, por ejemplo, Macri tendrá que enfrentarse no sólo a una asamblea nacional dominada por el Frente para la Victoria sino a todo un sentido común creado por el kirchnerismo durante más de una década. De la misma forma, la oposición venezolana deberá aprender a respetar las misiones y las políticas sociales iniciadas por el chavismo en el caso de pretender crear un marketing electoral con posibilidades, esta opción o estrategia ya se ha podido visibilizar tanto en las campañas de la Mesa de Unidad Democrática venezolana como en la del Cambiemos argentino.
Pero la clave para el desarrollo de los próximos años parece estar más en los errores de las fuerzas progresistas que en los proyectos que ofrecen las fuerzas conservadoras. Estas bases sociales progresistas siguen esperando un salto cualitativo de sus correspondientes fuerzas, en el caso que analizaremos, el venezolano, esto se ve muy claramente respecto a las necesidades de superar el deficiente modelo económico rentista. Por este motivo, el entendimiento del modelo rentista es clave para su superación, aunque en esta ocasión dejaremos el apartado propositivo de lado.
El actual reto del chavismo: Tratando de escapar del “excremento del diablo”
La principal limitación del chavismo en la actualidad se muestra en el ámbito económico, el mismo chavismo que ha utilizado la renta petrolera para mejor las condiciones de vida de las clases populares está pagando en la actualidad la fuerte dependencia de su economía. La economía venezolana sufre de una fuerte dependencia del sector petrolero, en el argot económico hablaríamos de Enfermedad Holandesa, que le acarrea graves problemas en el contexto actual de caída del precio del crudo y disminución, por tanto, de sus reservas internacionales.
El propio Chávez aceptó esta contradicción en el desarrollo de sus políticas económicas, en el contexto de la década ganada el precio al alza del barril de petróleo proporcionaba una renta capaz de generar fuertes avances sociales, un avance que, como muestran los datos, fue bastante significativo. Aun así el propio Chávez reconoció la limitación de este modelo y en el que se consideran sus testamentos políticos (El Golpe de Timón y el Plan para la Patria) dejó patente la necesidad de un cambio productivo comunal para la economía venezolana.
¿Cuáles son, en concreto, los problemas que acarrea la economía venezolana? La economía venezolana es, por si misma, una economía compleja, así como también lo son sus problemas. Estos problemas no son de carácter puramente económico pues existen elementos políticos de desestabilización innegables así como factores de desarrollo que afectan al tipo de cambio. El punto más sencillo para empezar es, sin ninguna duda, el carácter rentista de la economía venezolana como principio y fin de todo el circuito económico.
Como hemos afirmado anteriormente, la economía venezolana sufre la llamada Enfermedad Holandesa, es decir, sufre una desmesurada dependencia de un recurso natural (el petróleo) que por su competitividad natural transmite un gran número de divisas (dólares) hacia la economía que posee este recurso. Según la teoría económica una economía periférica debería tender hacia las depreciaciones continuas para mantener la competitividad de sus exportaciones, aquí es donde uno se topa de pleno con la singularidad de la economía venezolana.
La economía venezolana tiende a sufrir una sobrevaluación de su tasa de cambio, esta situación se complementa con un sector petrolero con una competitividad natural que contrasta con un sector productivo atrofiado y tecnológicamente atrasado. Básicamente la economía venezolana se ha basado en la importación a través de las divisas petroleras y no a producir nacionalmente, esta situación ha provocado una dualidad cambiaria surgida del choque entre la tendencia a la sobrevaluación y la devaluación.
Esta dualidad cambiaria se refleja en los desequilibrios entre oferta y demanda, así en Venezuela se tiene una demanda reforzada por el propio proceso revolucionario a través de la distribución de la renta petrolera pero, al mismo tiempo, una oferta limitada y atrofiada. Esta situación de contradicciones entre oferta y demanda tiende a crear una situación devaluatoria e inflacionista, estas contradicciones se mantenían latentes durante la época de la alza del petróleo donde la entrada de divisas era continua. En el actual contexto, en cambio, la caída de los precios del petróleo ha provocado una drástica disminución de las divisas internacionales y ha disminuido la capacidad importadora venezolana.
De esta manera, la oferta disponible de bienes producidos se ha reducido drásticamente ya que no existe una producción nacional que pueda sustituir esa caída de producción importada. Así las contradicciones del modelo económico dependiente de agudizan en la actualidad, en este contexto se muestra con toda su crudeza la llamada “Guerra Económica”, es decir, los intentos de la burguesía de recuperar, a través de las vías de distribución y destino, la renta petrolera que perdieron en origen a través de la nacionalización de PDVSA.
La inflación, el fraude importador y la fuga de capitales han sido las estrategias utilizadas por las élites para apropiarse de la renta petrolera, el gobierno ha tratado de contrarrestar estas estrategias mediante varias medidas y actualizaciones del tipo de cambio para combatir la presión sobre las divisas y los precios internos. Aun así las medidas del gobierno para relajar las presiones han tenido un resultado poco satisfactorio, un ejemplo paradigmático es la subvención a la importación de ciertos productos, que tenía como objetivo el aumento de la capacidad de consumo de las clases populares de bienes importados que ha acabado generando un mayor margen de beneficio a la burguesía, así como una acentuación de la perdida de divisas por el gasto que esta medida supone.
Por otra parte, la economía venezolana muestra pocos incentivos a la creación de un aparato productivo por efecto de las fuerzas del mercado. A pesar de las continuas devaluaciones promovidas por la salida constante de divisas y el efecto inflacionario de la dualidad cambiaria, el bolívar sufre una sobrevaluación real a causa del aumento de los precios nacionales que muestra un efecto mayor al de las constantes devaluaciones.Así la economía venezolana requiere de un fuerte plan económico provisto de reformas estructurales que incentiven a la creación de una producción nacional y una disminución de su dependencia importadora.
De esta manera, la estrategia de la burguesía (que, por otra parte, vive en dólares y sale beneficiada del surgimiento del mercado paralelo) y la incapacidad del gobierno para controlar las vías de distribución y destino están traduciéndose en un debilitamiento continuo del bolívar. Estas devaluaciones continuas se traducen en una pérdida de capacidad de importación del bolívar, agravando la escasez y, por tanto, la especulación y la inflación que carcomen la capacidad de consumo de las clases populares venezolanas. A nivel monetario, la pérdida de valor del bolívar acentúa la demanda de divisas (dólares) y alimenta el mercado cambiario paralelo, creando un ciclo de especulación sobre el bolívar y acentuando el fraude importador que, al final, desemboca en una mayor inflación y fuga de capitales.
Este ciclo descrito va reforzando progresivamente los problemas de gestión gubernamental, con la progresiva disminución de las divisas disponibles también disminuye la capacidad del gobierno para realizar políticas cambiarias de manera que las tensiones inflacionarias recaen cada vez más en los precios. Así, según la visión de quien escribe, el chavismo se encuentra mediante una única posibilidad si pretende rescatar el proceso: profundizar en este mediante un plan de reforma estructural ambicioso y una depuración del aparato institucional. No se trata de ninguna utopía o planteamiento novedoso ya que, como ya advertíamos, el propio Chávez proponía esta profundización en sus últimos momentos como presidente.
La necesidad de la profundización: El chavismo en batalla pero no en derrota
Las elecciones del próximo 6 de diciembre pueden marcar el inicio de un nuevo ciclo, de la misma manera que las pasada elecciones argentinas marcan un punto de inflexión en la historia de la política argentina. A pesar de todo, quien crea que la derrota electoral implica la derrota de un proceso iniciado hace décadas se encontrará ante una interpretación miope, de la misma manera que los procesos no son eternos tampoco se pueden dar por muertos de un día a otro.
Paradójicamente la sociedad venezolana demanda, en muchos casos, una vuelta de la filosofía Chávez, es decir, un estilo directo y radical de las medidas políticas. La profundización del proceso no es una radicalización sin dirección, se trata de una posibilidad para resolver a largo plazo las contradicciones del modelo rentista. De esta manera, la combinación de medidas efectivas a corto plazo junto a un plan de reforma estructural que consiga redireccionar flujos de capitales hacia el aparato productivo nacional, así como el inicio de una ofensiva estatal para controlar los canales de distribución son claves para cortar las posibilidades de la estrategia de Guerra Económica.
En concreto, medidas como la apuesta por la producción comunal – enmarcada en una revolución productiva – o la creación de una Central Única de Importaciones, para aumentar el control sobre la fuga de capitales, son varias de las claves posibles para combatir de manera efectiva la crisis actual. El actual problema del chavismo se encuentra en la “impotencia política” del gobierno para superar la actual situación y, paradójicamente, este puede encontrar una salida mediante la profundización del propio proceso de donde nace.
La hegemonía y el sentido común chavista persisten, así como las respectivas hegemonías progresistas en la mayoría de América Latina, pero son insuficientes si no se es capaz de dar un cierto bienestar a unas nacientes clases medias y unas clases populares que reclaman hacer efectivo su aumento de capacidad de consumo que la inflación y la especulación se está comiendo actualmente. En el actual contexto, la derecha carece de un proyecto aglutinador y experimenta un cierto auge más por demerito de los gobiernos que no por mérito propio. No sólo son tiempos de audacia para la izquierda latinoamericana, son tiempos de reflexión y reinvención, de superación de esa “impotencia política” que denunciaba Chávez tan lúcidamente.