La (mala) combinación de violencia de género y salud mental de las mujeres presas acentúa su situación a tenor de la falta absoluta de psiquiatras en los centros penitenciarios españoles. En las prisiones valencianas, tal como ha alertado un informe de la asociación Àmbit, no hay ningún psiquiatra a pesar de la gran cantidad de presos con enfermedades mentales y patologías duales (adicciones y problemas psiquiátricos). “Pese a que la población de mujeres es mucho más baja en comparación con la población de hombres, sus condiciones son extremas y son personas que están muy deterioradas”, advierte el estudio, basado en estadísticas oficiales y en cuestionarios al personal de varios establecimientos penitenciarios valencianos.
En el caso específico de las mujeres con problemas de salud mental o trastorno mental grave, se detecta mucho más tarde cuando ya “ha arrasado con ellas”. Las mujeres representan una cifra muy baja de la población penitenciaria total (en la prisión de Picassent, por ejemplo, son el 12% de la población reclusa).
También cuentan con menos recursos para la reinserción y menos módulos. Así, mientras que los espacios de enfermería para los hombres están divididos en dos módulos (enfermedad física y trastorno mental grave), en el caso de las mujeres “sólo existe un módulo en el que conviven tanto aquellas con enfermedad física como con trastorno mental grave”.
Además, sostiene el informe de la asociación Àmbit, “no existen datos concretos sobre el porcentaje de mujeres que han sido víctimas de violencia de género y violencia machista ni de aquellas que padecen trastornos de adicción u otros trastornos mentales en las prisiones de la Comunitat Valenciana”. Consumo de drogas, violencia machista y trastorno mental suponen una “relación de retroalimentación”.
Las mujeres presas víctimas de violencia de género cuentan con un factor adicional de riesgo que en algunos casos se convierte en un factor determinante a la hora de padecer problemas de salud mental como ansiedad, depresión, trastornos adaptativos, estrés postraumático, adicciones o trastornos de conducta alimentaria. “El hecho de padecer un trastorno mental grave te sitúa entre la población de riesgo y te hace ser más vulnerable a ser víctima de violencia de género”, apostilla el informe.
Uno de los pocos estudios sobre esta temática, centrado en una muestra del módulo 10 del centro penitenciario de Villabona (Asturias) en 2008, concluyó que el 64,4% de las mujeres sufrían un trastorno por abuso de sustancias, un 66,1% afirmaba haber sufrido abusos físicos o sexuales en algún momento de su vida y el 44% reseñaba al menos un trastorno mental distinto al abuso de drogas, con una alta prevalencia de problemas de depresión, somatización, ansiedad e ideación paranoide.
“Las mujeres son socialmente más penadas que los hombres”
El informe de Àmbit ha analizado la situación de la salud mental de las presas en el centro penitenciario Antonio Asunción de Picassent (Valencia), donde existen programas grupales específicos para mujeres. Por contra, “las mujeres que están en enfermería no tienen acceso a estos recursos”. Las reclusas con diagnóstico de trastorno mental grave “no reciben un acompañamiento específico para la violencia de género en la que poder reconstruir su autoconcepto y su autoestima”.
“La atención individual se lleva a cabo sobre todo a través de psicólogas de asociaciones externas a la prisión”, afirma el estudio. Esta atención psicológica, limitada, suele convertirse en un “espacio de descarga emocional” de las presas, según los testimonios de las psicólogas. “El ambiente en los módulos de mujeres no es el idóneo para hacer descargas emocionales (...), es hostil y agresivo”, critica el informe coordinado por el jurista Javier Vilalta.
Además, el estudio también analiza el devenir de las presas con problemas de salud mental en el exterior de la prisión una vez han cumplido su condena: “Suelen haber perdido su red social, ya que las mujeres son socialmente más penadas que los hombres ya que se les culpabiliza de haber fracasado como madres, cuidadoras y resto de funciones asignadas al estereotipo de género”.
El vínculo de dependencia con parejas o exparejas provoca que, en muchas ocasiones, las mujeres que han estado encarceladas renuncien a acudir a un albergue o a pisos tutelados, desvinculándose de asociaciones y de los recursos que se les ofrecen. El informe pide a Instituciones Penitenciarias y a la Conselleria de Sanitat un trabajo específico sobre violencia de género para que las mujeres que han cumplido condena no continúen en el ciclo de violencia y en los problemas de adicciones como mecanismo para enfrentase al maltrato.