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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Vox en Valencia: el novio de la muerte que quiere ofrendar glorias a España

La playlist elegida para amainar la espera no tiene desperdicio: 'El imperio contraataca', una canción de Los Nikkis que dice que “Hace mucho tiempo que se acabó / pero es que hay cosas que nunca se olvidan / por mucho tiempo que pase / 1582 el sol no se ponía en nuestro imperio”; 'Soy español', de José Manuel Soto y, para acabar, el himno de la legión con su coreado “novio de la muerte”. Así calienta a la tropa Vox en su mitin en Valencia, el penúltimo gran acto de su campaña electoral y un intento de la cúpula por exhibir músculo antes del 28 de abril.

El aforo es a estas horas algo confuso. La organización habla de más de 5.000 asistentes y resalta que hay gente que se ha quedado fuera -argumento utilizado para no permitir a algunos periodistas acreditarse para el acto-, aunque dentro hay suficiente espacio. Quienes siguen a Vox consideran que es una táctica habitual en los actos del partido: buscar un espacio mediano y dejar a gente fuera para que el impacto sea mayor.

Durante la primera intervención en el mitin, la de José María Llanos, aspirante a presidir la Generalitat, no hay una mención a Valencia que no lleve detrás “España”. Y con la mención a la patria se encienden los asistentes, que llevan una hora gritando a imágenes de Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. Gritan a pleno pulmón y dos de ellos, a lo largo de la tarde, necesitan asistencia médica. La organización aún no ha dado detalles sobre lo sucedido, pero la interrupción no se ha prolongado más que unos minutos.

El discurso que Vox exhibe representa una enmienda a la totalidad al Estado del Bienestar y al constitucionalismo actual, al Estado de las autonomías y al respeto a los consensos hasta ahora considerados básicos. Muestra de ello es el discurso de Ignacio Gil Lázaro, hasta hace dos días un histórico dirigente del PP y hoy cabeza de lista de un partido antisistema. Las autonomías, considera, generan divisiones e imponen a los ciudadanos hablar en catalán y rotular así sus negocios.

El curtido político -treinta años en el PP-, presentado como alguien que “era de Vox antes de que Vox existiera”, ha cargado contra Podemos, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, los catalanes, los “enemigos de España”, los “amigos de Irán” -una comparación irónica, ya que es a su partido a quién se investiga por financiarse, presuntamente, de este país“-, las ”mentiras de la izquierda radical“, de los medios de comunicación, del ”feminismo supremacista“ y un largo etcétera. Por el tono del político, parecía que los asistentes estuvieran esperando la orden de cargar.

Como ha venido sucediendo en algunos países de Europa, Estados Unidos o Brasil, estos nuevos movimientos de extrema derecha (que en España huelen a principios del siglo pasado) han querido postularse como un movimiento ciudadano alejado de siglas que lucha por el bien común: en este caso, su forma de entender la patria, que pasa por la defensa a ultranza de las costumbres y tradiciones. “Un partido es solo un instrumento. Vox es un movimiento patriótico y el despertar de España. Nos jugamos la pervivencia de la nación”, consideraba Santiago Abascal en su intervención. Un sentir bastante alejado del que se ve en la calle, en el día a día, con un discurso impostado pero que consigue exaltar a varios miles de personas convocadas un recinto. Vox habla, por ejemplo, de que la Semana Santa está en peligro, pero salvo por la lluvia nada altera las procesiones.

Discurso nostálgico y belicista

Abascal y sus compañeros de viaje mantienen en todo el discurso un tono nostálgico y belicista. De haber podido, habrían entrado a caballo. El político alavés plantea que solo existes dos opciones para el país: “La continuidad histórica de nuestra patria o el caos de un frente popular que une a comunistas, separatistas y proetarras; a burguesitos de Barcelona, con anarquistas y con los de la hoz y el martillo”. Un rompecabezas ideológico impensable.

“Hemos puesto los debates prohibidos sobre la mesa” y nunca más se irán, vaticina Abascal sobre la inmigración, la igualdad o el modelo territorial. Aunque hablan del derecho a portar armas, de reivindicar la conquista de América y la Reconquista musulmana, de ideología de género, se promocionan como una alternativa moderada, de sentido común. Ese que, dice Abascal, ha perdido la izquierda, la progresía, los “pijoprogres” que han “traicionado a los suyos”. “La dictadura progresista agoniza, han perdido la cabeza. Piensan que el obrero está preocupado por el heteropatriarcado, el agricultor por el lenguaje inclusivo... Nosotros hablamos a la gente normal”, sentencia el líder de Vox, que cree que “la izquierda ha visto que los obreros votan en Europa a las derechas porque les han abandonado”.

Para Pablo Casado y Albert Rivera, hasta hace poco líderes de la mayoría de sus votantes como puede verse entre sus filas, también tenía un mensaje: son como los demás. “Van al rincón a lloriquear en cuanto uno les llama fachas y se quedan paralizados”, ha espetado el líder de Vox, que considera que al PP le ha faltado valor para derogar todas las reformas de la izquierda.

Pero, si es un mitin en Valencia, con los candidatos por Valencia... ¿Dónde están las referencias valencianas? Se han resuelto con un par de ataques al ministro José Luis Ábalos por visitar una fosa de represaliados del franquismo, una amenaza a Mónica Oltra -“se le acaba el chollo”- y una frase del himno regional -“per a ofrenar noves glòries a Espanya”-, que después ha cerrado el mitin, seguido del español.

Aunque antes, una reivindicación histórica: Don Pelayo, Hernán Cortés, Agustina de Aragón, Pizarro, El Cid... el imperio donde no se ponía el sol, como decía la canción del inicio. “Vamos a llevar esta historia a los colegios”. Y todos, de nuevo, a poner a prueba su capacidad pulmonar.