Vuelta al cole a medio gas tras la DANA: “Muchos de los alumnos lo han perdido todo”
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En los pasillos del colegio de La Torre ya no hay rastro del lodo. La riada arrasó con el material de las clases de la planta baja del centro, pero el suelo y las paredes han recuperado ya su color. Por fin vuelven a ser blancas, después de días de limpieza por parte de operarios y voluntarios. Por los pasillos todavía no hay niños, pero algunas madres de la pedanía de La Torre, una de las zonas más cercanas a la ciudad de València afectadas por la DANA, esperan que se retome la normalidad de las clases en unas semanas.
Mientras este lunes otros colegios ya han reabierto sus puertas, en La Torre trabajadores municipales abrían cajas y distribuían nuevos muebles en las clases, sobre todo, sillas y mesas. Jardineros y transportistas reponían la tierra en los maceteros, después de sacar gran parte del barro acumulado en los últimos días. “Es un colegio que se acaba de construir y creo que esto ha hecho mucho para que la estructura esté bien. Nos han dicho que como mucho en quince días volvemos”, explica Alina, madre de una niña que estudia en el centro.
Su hija Sheyla ha vuelto hoy al colegio a saludar a su profesora. Este lunes, paseaba por las calles de La Torre, pero tardó varios días en salir por primera vez de casa después de la riada que asoló su colegio. Al principio, tenía miedo, pero se encuentra mejor. “Estoy aburriéndome, pero lo llevo bien”, cuenta Sheyla, que ya se ha reencontrado con algunas compañeras de clase tras la catástrofe.
De los primeros días después de la tragedia, Sheyla, que ronda los seis años, recuerda la labor de los vecinos y los voluntarios. Cuenta que su madre le regaló a uno de ellos una de sus bicicletas, le quedaba ya pequeña y la tenían en un trastero para intentar venderla en alguna aplicación de segunda mano. Se la dio a una de las personas que ayudó a Alina a sacar el barro de un trastero que tienen en un bajo y que fue arrasado por la riada.
Los centros menos dañados por la DANA han comenzado a funcionar de nuevo este lunes. La Consellería de Educación asegura que 22.000 alumnos se han reincorporado a las clases tras el parón por la riada y los daños provocados por la catástrofe. Los 47 colegios que han abierto hoy sus puertas ya han sido desinfectados, según indican desde el Consell, para garantizar la máxima seguridad del alumnado y de los profesores.
Desde el sindicato Stepv cuestionan que las cifras aportadas por el Gobierno de Carlos Mazón sean ciertas porque aseguran que han visitado algunos centros que tenían previsto abrir sus puertas en Catarroja y este lunes no habían empezado a funcionar. Además, piden al Consell que la limpieza de los colegios no recaiga en voluntarios, profesores y familias, sino que sean empresas especializadas en desinfección las que se encarguen de esa misión.
El Gobierno valenciano ha habilitado también centros de acogida para que niños y jóvenes que han perdido su casa y se han ido a vivir a otro municipio, o aquellos que estudiaban en centros que no se van a poder recuperar debido a los daños sufridos, puedan seguir acudiendo a clases. Algunas familias afectadas por esta casuística y que viven en la zona cero de la DANA están a la espera de que les faciliten algún tipo de transporte escolar porque no tienen posibilidad de acceder a ellos.
Garantizar “la máxima normalidad posible”
“Hemos perdido los dos coches que teníamos, ¿cómo pretenden que lleve a los niños a València? Tendría que hacer un montón de kilómetros”, cuenta Javier, padre de un niño que va a cuarto de Primaria y otro que acude a primero de Infantil. Su familia vive en Benetúser y está a la espera de que el Ayuntamiento habilite un pabellón o alguna instalación para poder dejar a sus hijos allí estos días porque tanto él como su mujer se tienen que ir reincorporando al trabajo.
Pablo José (12 años) está a la espera de reincorporarse esta semana a su colegio. Tras los primeros días de la DANA pasó unos días en Picassent con sus tíos, mientras sus padres limpiaban el destrozo causado por la riada en La Torre. Tuvo la opción de quedarse en un colegio de acogida en ese municipio, pero lo rechazó, espera volver a clase con sus compañeros en los próximos días en Alfafar.
“Yo estoy acostumbrado a mi clase y me sentía raro”, explica Pablo José, mientras ayuda a sus padres a limpiar el barro de algunos trapos con una pistola de agua a presión en medio de la calle. Organizaciones que defienden el interés de los menores piden a las administraciones que destinen recursos para analizar cómo esta catástrofe natural ha impactado a los niños y a las niñas. Asimismo, explican que es “crucial” que se garantice a la infancia “la máxima normalidad posible”, tal y como señala a elDiario.es Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de Infancia. Por eso, insiste en que mantener los mismo grupos escolares y el espacio de socialización habitual de los menores contribuye a “aliviar el estrés”.
Los docentes también se muestran preocupados por el futuro de los jóvenes que están cursando este año 2º de Bachillerato y prevén examinarse de la Ebau este curso. Llevan dos semanas sin dar clase y son conscientes de que la reincorporación en algunos casos no será sencilla tras el trauma y las consecuencias emocionales de una tragedia que ha impactado en sus familias y en sus casas.
“No van a competir en igualdad de condiciones que los alumnos del resto de España o de toda la comunidad”, explica Cristina, profesora del instituto María Carbonell i Sánchez de Benetúser. Este centro tampoco ha podido abrir este lunes. Operarios, profesores y voluntarios siguen quitando barro de la planta baja. Los daños causados por las riadas se perciben en la pared, donde hay rastros de lodo a más de metro y medio de altura; pero también se ven en el exterior del centro con vallas y puertas arrancadas. En la entrada principal tenían una furgoneta empotrada que ya han conseguido retirar.
A diferencia de la pandemia, cuando los alumnos de Secundaria se pudieron reenganchar a las clases a través de internet. Esta catástrofe natural ha planteado un contexto totalmente distinto. “Nosotros no podemos empezar a dar clase de manera online porque hay muchos de estos alumnos que lo han perdido todo. No tienen ni casa ni conexión online”, recuerda Cristina.
En la puerta otras dos profesoras que están limpiando el centro hablan con un par de alumnos que se han acercado a saludarlas. Cuentan que uno de sus compañeros llamó tras la riada a una de las docentes para preguntarle si el agua se había llevado el último examen que habían hecho dos días antes. No le había salido muy bien la prueba y tenía esperanza en que por lo menos la dana le diese una buena noticia. Pero no fue así. El examen se salvó de la catástrofe y está a buen recaudo en casa de su profesora.
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