El expresidente valenciano Eduardo Zaplana, principal acusado en el juicio del 'caso Erial', respondió este martes durante tres horas a las preguntas del fiscal anticorrupción. Después, el letrado de Zaplana declinó interrogar a su cliente, un hecho poco habitual: “Ha sido tan clarificador y exhaustivo el interrogatorio del Ministerio Fiscal que no tengo ninguna pregunta”, afirmó el abogado para sorpresa general.
Por su parte, el principal protagonista, para quien la Fiscalía Anticorrupción pide una pena de 19 años de prisión, se postuló como uno de esos personajes de película de serie B que, a pesar de tener la mejor de las intenciones, siempre aparece en en el momento y en el lugar más inoportunos. Lo cual, según su estrategia de defensa, pudo dar lugar a malentendidos como los que reflejan los informes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. “Es rizar el rizo hasta que queremos encontrar lo que queremos”, resumió.
La Fiscalía considera que la trama movió en paraísos fiscales hasta 20,6 millones de euros. Sin embargo, Zaplana siempre se ha escudado en que no hay papel alguno que demuestre que esos fondos eran suyos.
El hecho de que en las escuchas telefónicas algunos de los acusados se refirieran a él como “jefe” viene de la costumbre. “Es un apelativo con el que, para mi desgracia, se dirige muchísima gente, incluso en la actualidad, y mire que mi situación es desgraciada”, le dijo al fiscal Pablo Ponce.
Zaplana no negó las principales evidencias y se limitó a reconocer la amistad con los compañeros de banquillo, especialmente con Joaquín Barceló, Pachano, el presunto testaferro que ha alcanzado un pacto de conformidad con Anticorrupción, y con el cual dijo que mantiene una relación de amistad “desde el colegio”. En términos generales, el expresidente autonómico negó que mantuviera negocios con el resto de acusados.
Sobre las pruebas más delicadas que la acusación pública tiene contra él, afirmó que se trataba de favores que hizo a amigos suyos, todos acusados. Intermedió en la compra de unos apartamentos, de unas parcelas del presunto testaferro y en la ampliación del puerto deportivo de Altea. “De esas gestiones he hecho miles a lo largo de mi vida”, dijo en un momento de su declaración. Ni los apartamentos ni las parcelas son de su propiedad; mucho menos los fondos en paraísos fiscales.
Zaplana dio muestras evidentes de que conoce el sumario del 'caso Erial' al dedillo. El fiscal le preguntó por los pagos del empresario Francisco Pérez López, más conocido como el Gasofa, en relación al pago de un yate de lujo. “Es un gran amigo mío, un hombre muy conocido en Benidorm, relacionado con el mundo náutico desde siempre y con contactos”, explicó el acusado.
El expresidente sostuvo que Gasofa, cuya gasolinera recibe fondos públicos de ayuntamientos del PP, se limitó a reservar un crucero a modo de “favor”. Aunque no recordó cuándo, aseguro que devolvió el dinero posteriormente.
También matizó que, a diferencia de las tesis que sostiene la UCO, fue el empresario Carlos Gutiérrez quien le “invitó” a otros dos “cruceros”. “Don Carlos Gutiérrez y yo, desde 2008, tenemos una buena relación de amistad”, manifestó Zaplana, quien insistió en que el buen rollo con el empresario se inició cuando ya había abandonado la política (“no he tenido ninguna relación desde el punto de vista de la administración”).
Barcos, avionetas y viviendas
El acusado enmarcó su alto nivel de vida en su etapa de directivo de telefónica —fue fichado por César Alierta, recordó— una vez había abandonado la actividad política institucional. “En otras ocasiones también he navegado con personas importantes y nos han dejado el barco”, dijo. Además, Carlos Gutiérrez también le dejó “hacer uso de una avioneta que él alquilaba”.
Un malentendido similar se dio, a su juicio, con una embarcación localizada por los investigadores en el puerto deportivo de Altea. No era ni mucho menos de su propiedad, sino que habría sido comprada por una serie de “amigos” que navegaban “con frecuencia juntos”. Zaplana explicó que el patrón de la embarcación era Felipe S., una “bellísima persona” que asimismo ejercía para él de conductor en tierra.
La lujosa vivienda en la que vivió en Madrid tampoco era suya sino de su amigo Joaquín Barceló Pachano, vecino de la provincia de Alicante. “Cuando compra la vivienda el señor Barceló, me ofrece irme a la vivienda y yo estoy encantado de irme”, declaró ante el tribunal de la sección cuarta de la Audiencia Provincial de València.
Los fondos usados para amueblar la vivienda, situada en la calle de Núñez de Balboa de Madrid, los abonó la empresa Costera del Glorio, una de las firmas implicada en el presunto blanqueo de capitales de la banda. Sin embargo, Zaplana aseguró que todo era la mar de lógico al ser Pachano el propietario tanto de la vivienda como de la empresa.
El expresidente y exministro popular alegó que los fondos en paraísos fiscales intervenidos por la justicia española tampoco son suyos. Ni las viviendas ni la embarcación ni las parcelas de La Vila Joiosa supuestamente usadas para blanquear las mordidas repatriadas a España. “Ni sé dónde están los terrenos ni los he visitado”, aseguró. Su intervención, de nuevo, se limitó a una “gestión” cuando la operación estaba “prácticamente hecha”.
Zaplana, en definitiva, siempre aparecía en el momento más inoportuno dando a entender a la UCO que se trataba de operaciones corruptas cuando sólo era una muestra de sincera amistad. Toda la causa, en definitiva, habría nacido de un enorme malentendido. En otras operaciones sospechosas, el acusado rebajó su papel a una simple “interlocución”.
Un vehículo comprado con fondos de Costera del Glorio también fue un supuesto préstamo de Barceló en un momento en que Zaplana pasaba por “apuros económicos”. “Esa deuda la declaré en mi declaración de la renta y en el Congreso de los Diputados porque era portavoz [del PP]”. Le reintegré ocho años antes de la detención“, alegó el acusado.
El exministro popular se refirió a una auditoría de su patrimonio y de sus cuentas aportada a la causa a modo de escudo contra las acusaciones de Anticorrupción. “Tengo todas mis cuentas corrientes intervenidas y, por tanto, son de dominio público”, declaró.
El blanqueador uruguayo y sus amistades en Madrid
En general, Eduardo Zaplana salvó en su declaración al resto de acusados, a pesar de los pactos de conformidad que han alcanzado varias defensas para reconocer los hechos y rebajar las penas de prisión. A quien puso en su diana, en régimen de monopolio, fue al blanqueador de la trama, el abogado uruguayo Fernando Belhot.
El blanqueador, que entregó casi siete millones de euros al juzgado y figura como testigo en la causa, es una de las principales bazas de la acusación pública contra Zaplana. “No es que sea amigo mío, que lo fue, es amigo de medio Madrid y de empresarios muy muy relevantes”, dijo el exministro del PP.
El acusado dijo que ambos compartieron “amistades”. También aseguró que fue él quien sospechó que Belhot, especializado en optimización fiscal, no era trigo limpio. “No tenía por qué sospechar, dadas sus relaciones con gente que yo conocía, que pudiera dedicarse a otra cosa”, justificó Zaplana. En su declaración ante la jueza instructora y el fiscal anticorrupción, Fernando Belhot dio toda una lección magistral del arte del blanqueo de capitales.
Sin embargo, Zaplana no especificó cuáles eran las amistades madrileñas del blanqueador. Sólo reconoció que Belhot le propuso “alguna operación económica” y que le presentó a dos candidatos presidenciales en Uruguay y Argentina. “Coincidimos en Argentina con el que, recientemente, ha sido candidato derrotado a la República argentina”, dijo en referencia a Sergio Massa.