Una de las grandes preguntas que se hacen los padres con niños pequeños durante estas fiestas es cuándo decirles a sus hijos la verdad sobre Papá Noel y los Reyes Magos. Aunque no existen estudios que determinen qué edad es mejor para conocer la verdad, los psicólogos coinciden en situar la franja de entre 7 y 11 años como el momento en que desarrollamos un pensamiento abstracto y lógico que nos ayuda a comprender fantasías que hasta entonces considerábamos ciertas.
Existe, no obstante, el estudio “Encounter with reality: Children's reactions on discovering the Santa Claus myth”, de los psicólogos Carl J. Anderson y Norman M. Prentice, que señala que la mayoría de los niños no siente una frustración preocupante cuando descubren la verdad y, por otra parte, el impacto emocional derivado de la noticia no se prolonga en el tiempo. Este trabajo fue publicado en Child Psychiatry and Human Development.
El mismo explica que, por regla general, los niños llegan a la verdad por su cuenta a los siete años de edad y sobre todo experimentan reacciones óptimas ante este descubrimiento, ya que para ellos implica un nuevo aprendizaje. Evidentemente, con el alud de información que los niños reciben a diario y, por tanto, con la exposición constante a realidades que antes estaban más compartimentadas entre el mundo infantil y el adulto, parece plausible que muchos hijos conozcan la verdad sobre Papá Noel y los Reyes Magos antes de que se la cuenten sus padres.
De ahí que, según sostiene la profesora de Psicología y directora del Laboratorio de Investigación de Niños en la Universidad de Texas Jacqueline Woolley, en Psychology Today, tal vez sea beneficioso para el desarrollo cognitivo y en emocional descubrir por uno mismo que Papá Noel no es un ser físico que reside en el Polo Norte sino que se trata de una fantasía que pertenece a un universo mitológico del que nos hemos dotado los humanos.
¿Siempre hay que decir la verdad?
A partir de ahí, como razona Wolley, la ansiedad de los padres y su máxima preocupación es si ocultando la realidad a los hijos pueden generarles frustración y menoscabar su confianza. Algunos psicólogos son partidarios de la sinceridad sin ambages, como el investigador David K. Johnson, que en un artículo de opinión, defendía que mantener la existencia de Papá Noel a toda costa supone una mentira que “degrada la confianza del niño en los padres, fomenta la credulidad, no fomenta la imaginación y es equivalente a sobornar a los hijos por buen comportamiento”.
Sin embargo, la postura radical de Johnson encuentra claras objeciones entre investigadores de su mismo campo. La psicóloga familiar María Martín Santacreu propone “buscar formas creativas de afrontar este momento cuando ya vemos que han empezado a sospechar”. Por ejemplo, “escribirles una carta explicándoles el secreto de los Reyes Magos y la manera en que representan el amor de las personas que tiene a su alrededor”.
De la mima opinión se muestra la psicóloga Mireia Navarro, quien sugiere a los padres abordados por los hijos sobre el particular que expliquen la historia de los Reyes Magos a manera de cuento y convertida “en una bonita tradición” compartida. Se trata, pues, de mantener la magia y transmitirla de generación en generación sin mentiras: “no debemos engañar a nuestros hijos, no debemos faltar a la verdad, pues antes o después se enterarán. Negar una realidad no es la vía más adecuada para aclarar sus dudas e inquietudes. Si nos hacen una pregunta tan directa, debemos responder y no podemos faltar a la verdad”, argumenta Navarro.
¿Cuál es el mejor momento?
Un buen indicador para saber cuándo ha llegado el momento de disipar sus dudas y desvelar el misterio pueden ser las preguntas que plantean los hijos. “Tal y como van avanzando en el desarrollo empiezan a entender las diferencia entre fantasía y realidad”, explica Martín Santacreu, así que “podemos utilizar las preguntas para que sean ellos/as los que reflexionen”.
De esta manera, “si nos preguntan ”¿cómo llevan los Reyes Magos regalos a todas partes?“, les podemos preguntar por qué lo dudan y ayudarles a que ellos/as se respondan”. Se trata de empezar a utilizar su pensamiento más concreto y lógico para qué resuelvan su confusión. Desde Faros, del Hospital Maternofilial Sant Joan de Déu, aconsejan tener prevista la situación, aunque no sea fácil predecir la reacción del niño.
“La Navidad no es quizá el momento ideal, aunque a veces es inevitable, porque es la época en la que oyen el rumor entre sus compañeros”, puede leerse en la publicación. La elección de otra época del año comporta la ventaja de extrapolar los símbolos navideños a “la importancia que tienen las tradiciones culturales” en nuestra vida y el arraigo que debemos mantener con los seres queridos, así como los beneficios de transmitir unos valores éticos como la solidaridad y la preocupación por los demás.
A este respecto, María Santacreu subraya que otro hecho positivo y que puede resultar beneficioso para el niño es “hacerle cómplice en la preparación de este ritual para otros pequeños de la familia”, como hermanos o primos. De esta manera, “les damos un papel responsable y fomentamos que continúen participando de la ilusión desde una posición coherente a su edad y evolución”.
Al fin y al cabo, la capacidad imaginativa de la infancia va mucho más allá del conocimiento de quiénes son en realidad Papá Noel y los Reyes Magos. Y esa magia, ilusión y sorpresa acaban convirtiéndose en un recuerdo agradable de nuestros primeros años y en el descubrimiento de que la realidad está plagada de relatos fascinantes y mitologías imprescindibles.
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