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Si vivimos con un gato o un perro, podemos sospechar que capta nuestras emociones. Y que sabe cuándo estamos felices o, todo lo contrario: cuándo nos sentimos estresados, presos de la ansiedad y la angustia, que tanto abundan en estos tiempos de pandemia, y guerra. Incluso, diríamos que les afecta cómo nos sentimos. Pues bien: no son imaginaciones.
Estudios recientes confirman que nuestro comportamiento y la química corporal que controla nuestras emociones pueden afectar a los animales que con los que convivimos y que nos quieren: tanto perros como gatos.
Y, gracias a estas investigaciones, sabemos que perros y gatos no solo discriminan cuando tenemos miedo, sentimos euforia o estamos tristes. También, de algún modo, “se contagian” de estas emociones de los humanos que más quieren, según concluye un informe de la Universidad de Eötvös Loránd, en Budapest.
Tu perro sabe cuándo estás triste (y se contagia)
Del mismo modo que los niños pequeños observan a sus padres para reconocer señales y decidir cómo reaccionar con otras personas y con el mundo que les rodea, sabemos que gatos y perros hacen lo mismo.
Como el resto de mamíferos, nuestros compañeros peludos de vida no dejan de monitorizar su entorno, físico y social (nosotros, y otros animales convivientes). Ni de ajustar sus respuestas emocionales a lo que encuentran en él: sean respuestas de ansiedad, estrés, miedo o, todo lo contrario: relajación, tranquilidad y bienestar.
Es más: según un estudio de la Universidad de Linköping, en Suecia, cuando estamos estresados o sufrimos ansiedad, nuestro perro también puede estresarse y contagiarse de nuestra ansiedad.
Al veterinario Francisco Sánchez, este hallazgo no le coge por sorpresa. “Primero, porque los animales son susceptibles de sufrir problemas relacionados con la ansiedad; como la ansiedad por separación”, explica. Hay más: “Tanto los perros como los gatos son animales muy sensitivos y dependen emocionalmente de sus humanos”, incide Sánchez; lo que les convierte en vulnerables a contagiarse de ellas.
De hecho, esta conexión emocional entre perros y humanos, o entre gatos y sus humanos preferidos (porque los gatos sí nos quieren, y mucho), es la esencia de la relación que tenemos con ellos. Esto implica, en opinión de Sánchez, “que si nosotros pasamos por procesos de angustia, miedo, estrés o ansiedad; también nuestros perros y gatos sean susceptibles de padecerlos”.
¿Sientes estrés? Tu gato también
Este contagio de emociones entre especies tiene un nombre técnico: los psicólogos lo llaman “contagio emocional interespecie”, un fenómeno con sustento físico y químico, además de comportamental. Además, este traspaso de emociones de humanos a perros y gatos parece haber interesado de forma muy especial a la ciencia estos últimos años.
Así, múltiples estudios indican que esta transmisión puede depender, por ejemplo, de que liberemos determinadas hormonas como la oxitocina. Incluso de cambios tan sutiles para nosotros, como una alteración de la temperatura corporal, hasta de que se activen ciertas neuronas claves en estos circuitos emocionales.
La ciencia también nos ha confirmado que los perros son empáticos y que lo pasan mal y experimentan emociones negativas como la ansiedad cuando sus humanos sufren o están nerviosos.
No solo los perros: un estudio de 2019, de la Universidad de Nottingham Trent, en Reino Unido, concluye que cuando sufrimos estrés o pasamos por momentos de ansiedad, nuestros gatos también se contagian de estas emociones negativas.
Por ejemplo: cuando somos presas de la ansiedad o sufrimos estrés crónico, nuestros camaradas de ronroneos tienen más posibilidades de desarrollar problemas de salud relacionados con el estrés, como la cistitis o los problemas de riñón. Y también es más probable que nuestro amigo felino empiece a expresar problemas de comportamiento directamente relacionados con ese estrés o su ansiedad como que nos muerda o nos arañe, o sufra miedo crónico. Comportamientos para los que es aconsejable acudir a consultas de comportamiento felino, para tratarlos con ayuda de un profesional acreditado, y volver a recuperar la armonía en casa.
Nuestros gatos y perros nos quieren, aunque vivir a nuestro lado no siempre sea fácil. Al menos, les debemos que los tengamos en cuenta y que entendamos que nuestro comportamiento puede afectar a sus vidas y a su felicidad de un modo crucial tanto para bien, como para mal.
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