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Cápsulas de café, ¿son sus materiales tóxicos?

Foto: Joe Shlabotnik

Marta Chavarrías

El consumo de café lleva unos años asociado a las cafeteras expreso y a las cápsulas de café monodosis. Esta forma de consumir café es rápida, cómoda y ofrece distintas opciones y variedades de sabor. Desde sus inicios, en 1986 (cuando Nestlé creo la línea Nespresso), su presencia en el ámbito doméstico se ha generalizado cada vez más. El objetivo de este invento es disfrutar cómodamente en casa de un café expreso (del italiano espresso, que significa “rápido”), es decir, de una pequeña taza de café solo y fuerte, cubierto de una fina capa de espuma.

¿Cómo funciona este sistema? La máquina (cafetera) perfora la parte superior de la cápsula e inyecta agua a presión. De esta manera, los granos de café se hinchan hasta que alcanzan un tamaño cinco veces superior a su volumen. La presión dentro de la cápsula deforma la membrana de la base y la incrusta en las púas del fondo de la cafetera. El líquido llega a la taza tras pasar por un filtro.

¿Son tóxicos los materiales de las cápsulas?

La mayoría de las cápsulas están hechas de aluminio, en concreto están formadas por una capa de aluminio recubierta por una película plástica interna que lo aísla del café. También hay cápsulas de plástico e incluso de papel. En este último caso, se usa un papel de filtro similar al de las cafeteras tradicionales.

El problema surge con el primero de los materiales, el aluminio. Desde el año 2013 aproximadamente, las cápsulas de café de aluminio van acompañadas de uno de los bulos típicos en alimentación que sigue los patrones típicos de un hoax sobre un alimento de alto consumo (el café) y de un tema de salud de gran sensibilidad (el cáncer).

El bulo en cuestión dice que el café en cápsulas es cancerígeno porque contiene aluminio. Asegura que este tipo de café, que se somete a “una altísima presión (de hasta 50 bares)”, contiene residuos muy cancerígenos que luego se consumen. También afirmaba que Alemania había prohibido el uso de cápsulas en sitios gubernamentales.

La primera mentira del bulo es que las cápsulas se someten a 50 bares, cuando en realidad la presión es mucho menor, de entre 15 y 20 bares, durante unos segundos. También falla otro dato: el de la carcinogenicidad del aluminio. La EFSA lo desmentía en 2008, cuando concluyó que “es improbable que el aluminio sea cancerígeno humano en la exposición a través de la dieta”. La cantidad de aluminio que puede haber en una cápsula de café puede ser similar a la que contiene el papel de plata.

Furano y café

Más que al aluminio, quizás debería prestarse mayor atención al furano, un compuesto orgánico tóxico que puede formarse a consecuencia de la reacción de Maillard, es decir, durante el tratamiento térmico de algunos alimentos y bebidas y que puede llegar a ser cancerígeno (entre carbohidratos, ácidos grasos insaturados y ácido ascórbico o derivados).

Según un estudio realizado en 2011 por el Departamento de Química Analítica de la Universidad de Barcelona y publicado en Food Chemistry, los niveles de furano detectados en el café difieren según se prepare en una cafetera exprés o mediante cápsulas. El café en cápsulas contendría concentraciones más altas de furano (43-146 nanogramos/mililitro) que el café normal, el descafeinado o el de cafetera de goteo. Entonces, los expertos atribuyeron estos niveles al hecho de que el café de las cápsulas está herméticamente cerrado, de manera que se impiden las pérdidas de furano (que es muy volátil).

Pese a todo, los expertos reconocieron que los límites detectados están dentro de los niveles considerados como “seguros”. Para que los valores de furano alcanzaran niveles alarmantes, los expertos calcularon que una persona tendría que tomar un mínimo de 20 cafés de cápsula al día (considerando tazas de 40 ml y un peso corporal de unos 70 kg). 

Prohibición por motivos medioambientales

Uno de los principales problemas de las cápsulas de café, más que sus efectos sobre la salud, tienen que ver con su eliminación. En su mayoría son de aluminio y plástico y, por su naturaleza, son difíciles de reciclar. Además, tenemos unos seis gramos de café en un envase que pesa tres gramos, es decir, mucha cantidad de envase por poca cantidad de comida.

El aluminio es difícil de reciclar porque lleva adherida una capa de papel difícil de separar. Y ahí radica su particularidad: un nuevo residuo con el inconveniente de que no puede tirarse o tratarse como un envase por su combinación de dos residuos que siguen cadenas de reciclaje diferenciadas. Por tanto, lo único fácil de reciclar es el café.

La prohibición de Alemania a la que se hacía referencia anteriormente, responde a la complejidad para reciclar las cápsulas de café. En concreto, la ciudad alemana de Hamburgo ha sido la primera en oficializar la prohibición en todos los edificios gubernamentales, considerando que este envoltorio, difícil de reciclar, constituye un importante derroche.

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