Los peligros del consumo de bebidas energéticas, populares entre los jóvenes y nada saludables

Bebidas energéticas

Jordi Sabaté

10 de agosto de 2023 22:11 h

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Las noches de verano se prestan como las de ninguna otra estación al entretenimiento y a la fiesta. Especialmente las de agosto, con las verbenas, las fiestas de pueblo, las orquestas de feria y los combinados imposibles a base de vino y destilados que se mezclan con diferentes refrescos y bebidas energéticas. Todos ellos poco saludables, especialmente estas últimas, cuyo riesgo es desconocido por muchos jóvenes que las consumen con frecuencia.

La última encuesta ETUDES sobre el uso de drogas en enseñanza secundaria sostenía un dato que no por más conocido resulta menos alarmante: el 45% de los estudiantes de entre 14 y 18 años toma bebidas energéticas de forma habitual, aunque la prevalencia es mayor en los chicos (50,7%) que en las chicas (39%). Y según un panel de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) de 2013, el 68% de los adolescentes europeos entre los 10 y los 18 años consumía hace diez años habitualmente este tipo de bebidas. Entre ellos, un 12% hacía un consumo crónico de siete litros al mes y otro 12% un consumo agudo-alto casi diario. El panel de la EFSA destacaba que entre los menores de de diez años también se produce el consumo de estas bebidas; en concreto un 18% de ellos las habían probado o las consumían eventualmente.

El incremento en el consumo de bebidas energéticas es especialmente pronunciado en las últimas décadas, tanto en España como en el resto de Europa, porque las bebidas energéticas siguen siendo una de las opciones favoritas de jóvenes y adolescentes para mantenerse despiertos en las noches de estudio, de fiesta o tras estas, así como para combinar con bebidas alcohólicas.

Este hecho preocupa tanto a autoridades como a colectivos de madres y padres, que se han posicionado en redes en los últimos años con hashtags del tipo #energydrinks#notforchildren o #StopBebidasExcitantesEnNiños, para promover la limitación de acceso a este tipo de bebidas, cosa que todavía no se ha conseguido.

Riesgos para el corazón

Entre las causas de promover la moderación en su consumo se encuentra su alto contenido en estimulantes. Así lo testifica la Sociedad Española de Cardiología (SEC) en un documento en el que explica que “una lata de unos 475 ml de una BE típica contiene de 70 a 140 mg de cafeína”. Un volumen similar al del té negro, unos 55 mg, y del café, de 85 a 100 mg, al que se suman otros ingredientes normalmente incorporados como azúcares o derivados, taurina, glucoronolactona, vitamina B6, guaraná y ginseng, que también aportan cafeína o sucedáneos.

El problema adicional es que está aumentando el consumo de estos productos en latas de 500 mililitros, lo que supone ingerir de golpe 160 mg de cafeína, equivalente a 2,5 expresos altamente cargados. Si esta cifra ya puede llevar a un adulto a la sobreexcitación y se sitúa en el límite de lo saludable, en un menor puede tener consecuencias negativas para su salud.

Un estudio de 2015 liderado por el investigador español Fabián Sanchis-Gomar relacionaba el consumo de bebidas energéticas en adolescentes con el aumento de episodios de muerte súbita. Pero sin referir episodios de tal gravedad, las altas dosis de café en personas no adultas conllevan trastornos del sueño, los cuales inciden en un aumento de la obesidad así como de la resistencia a la insulina, el camino hacia la diabetes.

Estos últimos trastornos se ven reforzados en el caso de las bebidas energéticas por las altas dosis de azúcar que presentan, unos 27 gramos por 100 mililitros; muy similares a los de otras bebidas como la Coca-Cola, pero que las doblan en el caso de latas de 500 mililitros pudiendo llegar a presentar hasta 55 gramos de azúcar, entre diez y doce terrones. El documento de la SEC antes citado también destaca que la glucosa puede actuar como un estimulante que aumente las alteraciones cardiovasculares que provoca la cafeína.

Por su parte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), explica en un documento que “el consumo de más de 60 miligramos de cafeína en adolescentes de 11 a 17 años (unos 200 mililitros de bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml) puede provocar alteraciones del sueño”. Pero además advierte que “a partir de 160 miligramos de cafeína (500 mililitros de una bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml), puede provocar efectos adversos generales para la salud: efectos psicológicos y alteraciones comportamentales y trastornos cardiovasculares”.

La revista Journal of the American Heart Association publicó un estudio sobre los efectos en el corazón tras beber unos 28 gramos de una bebida energética. El resultado fue que transcurridos sesenta minutos la actividad eléctrica era anormal en este órgano y se una presión arterial más alta.

Mezclas con alcohol

En febrero de 2018, el Colegio Estadounidense de Medicina Deportiva (ACSM) emitía una declaración oficial sobre las bebidas energéticas en la que brindaba orientación y advertencias. Las principales recomendaciones son que no las deben consumir los siguientes grupos:

  • Niños y adolescentes
  • Personas con afecciones cardiovasculares u otros problemas médicos
  • Para la hidratación deportiva antes, durante y después del ejercicio físico
  • Mezcladas con alcohol o medicamentos

Los mismos expertos recomendaban para Estados Unidos que se incluyesen las etiquetas “fuente alta de cafeína” o “jamás mezclar con alcohol” en las superficies de las latas de estas bebidas, tal como ya se hace en la Unión Europea. En la UE las bebidas que contienen más de 150 gramos por litro de cafeína deben etiquetarse con la indicación “alto contenido de cafeína, no recomendado para niños o mujeres embarazadas o en periodo de lactancia”, seguida de una indicación cuantitativa del contenido de cafeína.

Respecto al consumo de alcohol mezclado con bebidas energéticas, se destaca el peligro de enmascarar los excesos etílicos con este tipo de bebidas, ya que es muy frecuente que la juventud las combine con whisky, vodka o ron, con lo que su efecto excitante contrarresta la fatiga intelectual del alcohol.

Pero como destaca en este vídeo Abel Mariné, catedrático emérito del Departamento de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, la fatiga motora persiste y por tanto el riesgo de cometer errores por falta de reacción, por ejemplo al volante, se dispara. Mariné destaca que además “se han registrado taquicardias, episodios de nerviosismo e insomnio y falta de coordinación motora” al juntar bebidas energéticas y alcohol en jóvenes.

Un estudio sobre ratas del Departamento de Farmacología de la Universidad de Rio Grande do Sul (Brasil) va más allá y desvela que la mezcla de alcohol y bebidas energéticas conduce a alteraciones en el hígado y los riñones en estos animales.

Exceso de vitamina B6

Recientemente, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria redujo las cantidades máximas diarias recomendables de vitamina B6 o piridoxina, un compuesto muy presente en productos enriquecidos y para deportistas debido a su importante papel en el metabolismo de los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas. También por el refuerzo que supone para nuestro sistema nervioso.

Pero el exceso de vitamina B6 también pude comportar alteraciones como neuropatía periférica, que puede darse en algunas personas con ingestas suplementarias de vitamina B6 de 50 mg/día. A su vez, se ha encontrado una ligera evidencia de que la suplementación con vitamina B6 en una dosis de 35 a 40 mg/día se asocia con un mayor riesgo de fractura de cadera. 

Como prevención y dada la presencia de esta vitamina en todo tipo de suplementos, la EFSA ha bajado las dosis diarias recomendadas, especialmente en el caso de menores:

  • 1,2 mg/día en lactantes (4 a 12 meses)
  • 1,9 mg/día en niños pequeños (1 a 3 años) 
  • 2,7 mg/día en otros niños (3 a 10 años) 
  • 4 mg/día en adolescentes (10 a 18 años) 
  • 5 mg/día en adultos

Las bebidas energéticas son las que más la contienen en términos de consumo real, con valores que oscilan entre los 0,8 y los 2 miligramos (mg) por cada 100 mililitros (ml) de producto. Esto significa que en una lata de 250 ml podemos encontrar de 2,5 a 5 mg de vitamina B6, un mg por encima de lo recomendado en adolescentes. Si son dos latas las que se consumen doblamos el umbral recomendado.

Todas estas razones, además de su exceso de azúcar, que contribuye a la diabetes de tipo 2 y la obesidad, hacen de las bebidas energéticas un producto muy poco saludable precisamente entre el colectivo donde más éxito tienen: los adolescentes. Hasta el punto de que algunos expertos abogan por su prohibición hasta la mayoría de edad.

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