Miguel, socio y lector de eldiario.es, nos escribe el siguiente correo: “Mi sugerencia es sobre los efectos dañinos de una plaga que sufrimos por todos lados: los filtros de las colillas de cigarrillos. Que es un problema de limpieza a nivel global es incuestionable. Las encuentras por todos lados, ya sea en ciudades, la montaña, las playas y, por supuesto, como casi todos los residuos, en el mar. Me gustaría saber qué efectos nocivos pueden tener para el medio ambiente y la salud de las personas. También si hay alternativas biodegradables para el material del que están fabricadas. En fin, seguro que vosotros tendréis más claves de los aspectos más interesantes que habrían de ser conocidos por consumidores y sufridores de esos productos”.
En efecto Miguel tiene razón, las colillas de los cigarrillos son una plaga de proporciones bíblicas; según un estudio que la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica presentó en junio de 2017 con motivo del día mundial del medioambiente, de los seis trillones de cigarrillos que se consumen anualmente en el mundo, 4,5 van a parar al medio sin control alguno. Para hacernos una idea, en España, por cada botella de plástico que no se recicla, se tiran 18 colillas al suelo.
Un 30% de la basura mundial
De este modo, algunos cálculos estiman que las colillas de cigarrillo suponen ya el 30% de la basura mundial, por delante de plásticos y envases, y en algunas zonas implican un riesgo medioambiental altísimo al ir a parar a ríos o canales que conectan directamente con el mar sin ningún tipo de mediación de depuradoras. Se calcula que una colilla de cigarrillo contiene más de 8.000 sustancias contaminantes o que pueden reaccionar con otros compuestos del medio para producir contaminantes. De hecho, se calcula que cada colilla puede contaminar hasta diez litros de agua.
Pero más allá del poder tóxico de las emanaciones nicotínicas, las acrilamidas que se hayan podido producir en la combustión, el alquitrán o el amoníaco, utilizado para aumentar el poder adictivo de la nicotina, existen también el problema de la baja biodegradabilidad de los distintos componentes de la colilla. Según fuentes de las organizaciones ecologistas como Greenpeace, una colilla tardará entre ocho y doce años en degradarse.
Durante este periodo, irá soltando pequeñas fracciones de papel, de hebras de tabaco o del acetato de celulosa que conforma las fibras de los filtros -un material plástico-, que pueden ser ingeridas por animales marinos y que por tanto se acumularán en su estómago con peligro no solo para su salud sino también de que pasen a la cadena trófica.
Iniciativas para el reciclaje
A pesar de que son difícilmente biodegradables o directamente no biodegradables -en el caso de los filtros-, existen diversas iniciativas para evitar que las colillas sigan invadiendo el medio. En Madrid la multa, legislación en mano, por tirar una colilla llega a los 750 euros y en Barcelona a los 90 euros.
En diversas localidades de Galicia se persigue activamente esta actividad y megápolis como Sao Paulo hay una nutrida red de ceniceros urbanos que recogen a diario cientos de miles de colillas, que se envían a plantas de desbroce y reciclaje. Desde 2012, se han recogido en la ciudad con esta iniciativa casi 20 millones de colillas, aunque el porcentaje es bajo si se tiene en cuenta que en Brasil se consumen cada día 200 millones de cigarrillos.
Pero una de las principales iniciativas en materia de reciclaje parte de empresas tabaqueras, como la British American Tobacco, propietaria de algunas de las marcas más importantes de cigarrillos, como Dunhill, Lucky Strike y Pall Mall, que junto con la empresa TerraCycle ha desarrollado un sistema que separar la colilla en tres componentes: las hebras van a parar al compostaje para abonar campos.
En cuanto al papel, se separa del filtro y se aplica en capas para formar cartones de embalaje, ya que se trata de un material celulósico de gran calidad. Respecto a los filtros, de origen plástico, de lavan de los componentes tóxicos, se funden con calor, se prensan y se utilizan como plásticos para distintos fines, como palets, carcasas de bolígrafos o ceniceros para espacios públicos que, a su vez sirven para recolectar nuevas colillas que serán debidamente recicladas por TerraCycle.
Otra aplicación curiosa de reciclaje es la de la diseñadora chilena de moda Alexandra Guerrero, que utiliza las hebras plásticas de los filtros usados para crear tejidos seminaturales al mezclarlas con una base de lana de oveja, lo que les da unas características nuevas a la vez que recicla. El proyecto de esta diseñadora se denomina Mantis y en su página web se pueden ver los interesantes resultados.
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