¿Es cruel darle a tu perro descargas eléctricas en el cuello? ¿Aunque sean pequeñas? Tal vez tu perro Lucas o tu perrita Lulú ladra cuando se queda solo en casa, y los vecinos se han quejado. O puede que no haya aprendido a caminar con la correa sin dar tirones. O que se lance a por otros perros en el parque.
Y alguien te ha recomendado usar un collar eléctrico para ayudarte a controlar el comportamiento de Lucas. E incluso dirías que funciona. ¿Pero es ético? Según la veterinaria y etóloga Rosario Galtier, no. “El collar eléctrico es cruel porque inflige un castigo físico al perro. Y también porque intenta corregir una conducta sin tener en cuenta qué la motiva; no resuelve el problema, solo pone un parche”, explica.
Según Galtier, muchos comportamientos que no nos gustan de nuestros amigos perrunos tienen su origen en el miedo o en la ansiedad (también sucede con los gatos, tan vulnerables a sufrir estrés). “Y si en lugar de resolver su causa, lo que hacemos es infligir un castigo físico bastante intenso, como es una descarga en el cuello, solo estaremos empeorando el problema”, advierte.
No es la única experta que piensa así. Los métodos de entrenamiento para perros que implican un castigo físico, y en particular los collares eléctricos, son rechazados de plano por todo el grupo de etología clínica de la Asociación de veterinarios españoles de pequeños animales, Avepa, que incluso ha emitido un comunicado contra el uso de estos dispositivos“.
Debido a su potencial para causar dolor, los estímulos eléctricos pueden desencadenar agresividad en un animal“, aseguran, ”y estos aparatos comprometen el bienestar del perro; les genera estrés y ansiedad“.
No es extraño que en Holanda ya sean ilegales mientras que Reino Unido ha expresado su intención de prohibirlos. En España no ocurre lo mismo, aunque cada vez más ciudades y provincias españolas han vetado su uso, entre ellas, Galicia, Madrid y Murcia, por el daño que estos aparatos pueden producir en nuestros camaradas peludos.
Collar eléctrico: miedo y estrés en tu perro
Aunque el collar eléctrico, a veces también llamado collar de impulsos, puede afectar el comportamiento de tu amigo (y, por ejemplo, conseguir que deje de ladrar); tal vez no lo hace del modo que querrías. El collar intenta corregir una conducta concreta de forma rápida; por ejemplo, el ladrido de Lulú cuando se queda sola o sus tirones de correa, “pero no trabaja ni resuelve el motivo que desencadena ese comportamiento; por lo que utilizarlo sería como poner una tirita en una herida abierta”, explica la veterinaria. No verás qué es lo que asusta a Lulú, pero el problema seguirá ahí.
Tiene sentido: la ansiedad que expresaba con los ladridos, y que ahora no puede manifestar, aparecerá por otro lado. No vale bajar la intensidad de las descargas. “Incluso a un nivel bajo, el collar eléctrico puede producir miedo y estrés en el perro, y todo ello puede tener efectos negativos adversos en el medio y largo plazo; tanto emocionales como de salud”, incide la etóloga.
De hecho, diversos estudios han encontrado que utilizar métodos de entrenamiento basados en el castigo, como los collares eléctricos, tiene riesgos para tu amigo peludo, porque les provoca miedo, ansiedad e incluso hacen que aparezca un comportamiento agresivo; hacia su humano o redirigida contra sí mismo. Algunos perros, por ejemplo, empiezan a autolesionarse por la ansiedad, pueden morderse la cola o lamerse el cuerpo hasta provocarse calvas.
Otros la pagan con el sofá o destrozan las paredes por puro estrés. El motivo: no saben cómo darle salida a lo que antes expresaban con ladridos. “Y a la larga, hasta pueden aparecer problemas de insuficiencia cardiaca, por el exceso de estrés”, advierte Galtier. [Hace unas semanas te contamos por qué ladra tu perro, y qué hacer para que deje de hacerlo.]
Premios: más amables, e igual de efectivos
La forma en que enseñamos a nuestro perro tiene un impacto enorme en su bienestar y su calidad de vida. Además, determina su capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones. Por no hablar de su relación contigo: si lo castigas o gritas, es normal que Lulú o Lucas te coja miedo. Además, toda educación lleva su tiempo. Y, como nos pasa a todos, ellos también aprenden mejor con métodos que les ayudan de forma amable a entender el mundo que les rodea, y cómo comportarse.
En lugar del castigo, mejor utilizar un premio que los anime a repetir un comportamiento adecuado. “En lugar de fijarte en lo que no te gusta o en lo que crees que tu amigo hace mal, céntrate en lo que sí hace bien, y foméntalo o prémialo”, apunta la etóloga. Si necesitas ayuda, la veterinaria aconseja acudir a un etólogo o un profesional en comportamiento canino acreditado. Pero antes de contratarlo, asegúrate de preguntar no solo su experiencia y titulación, sino también cuál es su método de aprendizaje.
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