Siete pautas para llevarte la mejor comida casera al trabajo
Decir que cada vez es más frecuente entre las personas que trabajan lejos del hogar el llevarse la comida hecha en casa, suena a estas alturas a viejuno y consabido. La brutalidad de la crisis, la devaluación de los sueldos y del poder adquisitivo, ha obligado a muchos y muchas a tener que olvidarse de los restaurantes de menú y optar por cocinar la noche antes o de buena mañana en casa para ahorrar.
Aunque ahora esté de forzosa moda, nunca ha sido una mala opción, ya que además del ahorro esta práctica nos puede garantizar un control nutricional de lo que comemos, sin grasas saturadas, azúcares añadidos y aceites excesivamente usados.
Sin embargo, el llevarse la comida a la oficina, o al taller o para comer en un parque, exige un manejo de la higiene a la hora de manipular tanto los contenedores como al cocinar. También requiere de unas prácticas que nos garanticen la buena conservación de lo que comemos. A continuación se explican una serie de pautas para que las comidas caseras 'off shore' sean óptimas y no nos den ningún problema.
1. En la oficina, las mínimas condiciones
No todo vale para poder comer en la oficina o el taller, que debe tener unas mínimas condiciones exigibles: una nevera, un microondas y una pica para limpiar los túperes y fiabreras. Lo normal es que en cualquier oficina se den estas circunstancias, pero no siempre en talleres o fábricas. En principio todas las empresas están obligadas por ley a habilitar un espacio para que coman sus trabajadores y si no es así, podemos exigirlo.
2. Evitar los cambios bruscos de temperatura
Precisamente la nevera en el trabajo la necesitaremos para guardar los alimentos cocinados, ya que no se aconseja que estén a temperatura ambiente más de dos horas. Si cocinamos por la noche para el día siguiente, lo más recomendable es hacerlo a la vez que hacemos la cena y así dejamos el alimento que se enfríe fuera de la nevera por lo menos una hora, aunque mejor si está dentro del túper y tapado, por que así no se reseca ni recibe contaminaciones exteriores.
Antes de acostarnos lo guardamos en el frigorífico y al día siguiente lo sacamos justo antes de salir de casa. Se recomienda guardarlo en una bolsa isotérmica -las que se usan para congelados- y meterlo en la nevera del taller o la oficina tan pronto lleguemos. Esto se hace para evitar que después de enfriarse el alimento se caliente y luego se vuelva a enfriar, con oscilaciones que no solo afectan a su estado microbiano, sino también a su textura, sus sabores, etc.
Aunque supone un esfuerzo innegable, es casi mejor levantarnos más pronto y cocinar para llevarnos la comida en caliente de modo que por el camino se enfríe y podamos meterla en la nevera de la oficina sin problemas. Por otro lado, si somos de las que cocinamos el fin de semana y congelamos, deberemos descongelar el producto dentro de la nevera el día previo a su consunción y no sacarlo hasta el momento de salir al trabajo.
3. Optar por la dieta equilibrada de plato único
Para que el aporte nutricional de nuestra comida sea el adecuado debe tener proteina, fibra vegetal, algo de grasa e hidratos de carbono. Esto supone muchas veces combinar verdura -generalmente hervida o en puré- con carne o pescado, así como legumbres o patata, arroz, cous-cous, etc. Es importante dar a cada producto el tratamiento adecuado antes de juntarlo todo en el túper.
Por ejemplo la carne o el pescado no deben soltar sus jugos una vez cocinados al arroz o el cous-cous, pues pueden ser focos de contaminación o estropear los sabores. Debemos asegurarnos de que todos los alimentos están debidamente escurridos, aunque no resecos, y que soportarán bien el recalentamiento en el microondas de la oficina.
En caso de que antes de recalentar veamos que la comida parece muy seca, podemos añadir un poco de agua en el momento para que vaporice el ambiente del horno y evite mayores pérdidas de líquido.
4. Las ensaladas se preparan 'in situ'
La ley obliga a oficinas y talleres a tener en el espacio de comedor como mínimo instrumentos para comer básicos: cuchillo, tenedor, cucharas, etc. Ocasionalmente suele haber aceite, vinagre y sal que la empresa o los empleados compran. Así que las ensaladas con elementos vegetales crudos se preparan allí y no en casa.
No hay nada peor que los tomates cortados y guardados en la nevera, donde el frío desestructura sus tejidos y les hace perder jugos. Y parecido pasa con la lechuga, la cebolla y otras hortalizas similares. Lo mejor es tener las piezas enteras fuera de la nevera y llevarlas en una bolsa a la oficina, donde podemos cortarlas y aliñarlas.
En todo caso, podemos cortar las piezas, una vez lavadas, en casa observando la máxima higiene -lavarnos bien las manos, la tabla, el cuchillo- y luego guardarlas en el túper limpio y cerrado pero fuera de la nevera. Lo que nunca haremos es preparar la ensalada en casa y aliñarla para después guardarla, ya que el aliño estropea a la larga los sabores y las texturas.
5. El recalentado, mejor largo y a baja potencia
Los microondas son la opción más rápida y cómoda para recalentar la comida en la oficina, pero corremos el riesgo de resecar el alimento e incluso estropearlo si optamos por poco tiempo a la máxima potencia. Es mejor usar la opción de potencia media o incluso baja y alargar el periodo de recalentamiento.
Un estudio de la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de la Alimentación, Medio Ambiente y Salud Ocupacional francesa (ANSES) recomienda someter un alimento a “650 W durante dos minutos” antes que hacerlo a “1.270 W durante 50 segundos”.
6. Usemos los túperes adecuados
Muchos son los recipientes de plástico llamados túper, pero solo unos pocos los elegidos como aptos para contener comidas sin liberar elementos tóxicos al alimento. Debemos asegurarnos de que el nuestro está entre los que pueden usarse para guardar comida y que resistirá en el microondas. Para ello debe tener en la base del contenedor dibujados un tenedor, una copa y un rayo en forma de zigzag. Por otro lado, si usamos túperes de vidrio, tanto mejor para el recalentado y el enfriado.
7. Mantengamos el espacio limpio
No es broma: en 2007 un estudio microbiológico de la Universidad de Arizona dejó claro que en las mesas de muchas oficinas, sobre todo donde había ordenadores, se podían encontrar 400 veces más bacterias fecales que en un inodoro. Esto sucedía en especial cuando el espacio es compartido por varias personas que usan un mismo teclado.
Así que conviene tomarse la higiene en serio si pensamos comer mientras seguimos trabajando. Lo mejor es lavarnos bien las manos antes de comer y desinfectar el espacio que usaremos con toallitas si hace tiempo que no le pasamos el trapo de la limpieza.
En el comedor comunitario, en la medida en que controlemos nosotros las condiciones, si vamos a usar los platos y la cubertería de la empresa, es mejor que los lavemos tanto antes de usarlos como después, por responsabilidad hacia el que venga detrás.
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