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Por qué comer de pie es menos saludable que hacerlo sentado

Comer de pie: ¿es menos saludable que hacerlo sentado?

Jordi Sabaté

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Llevamos un ritmo de vida cada vez más acelerado, con menos tiempo para nosotros mismos y más dedicado al trabajo. Ello nos lleva en muchas ocasiones a dedicar poco tiempo a comer, sobre todo al mediodía, situándonos ya muy lejos de aquellos años en los que el sentarse a la mesa era un ritual intocable seguido de una sobremesa.

Hoy comemos en la barra, muchas veces prescindiendo del taburete y con prisa para regresar al trabajo. Picoteamos una ensaladilla rusa o una tortilla de patatas, o incluso por la calle devoramos un bocadillo, una porción de pizza o unos noodles mientras vamos caminando. ¿Es esto saludable?

Lo cierto es que hacemos mal. Comer de pie es muy poco saludable, tanto por cuestiones metabólicas como posturales o incluso psicológicas. A pesar de se calcula que si comemos de pie gastamos unas 50 kcal extra, algunos estudios subrayan los inconvenientes de no realizar las comidas sentados, o como mínimo con el torso y las rodillas flexionadas, que es como comían nuestros antecesores los cazadores nómadas.

A continuación te exponemos seis razones por las que comer de pie es una costumbre poco saludable

1. Se come más deprisa

Un estudio de 2013 de la Universidad de Chester, en Reino Unido, que trataba de ver si al comer de pie se reduce el índice glucémico, descubrió que los participantes del mismo comían más de prisa y masticando menos, o a mayor velocidad, que los que lo hacían sentados. Como consecuencia digerían peor los trozos, mostrando mayor tendencia a las indigestiones.

2. Se traga más aire

El anterior estudio también constató que se traga mucho aire al comer más deprisa y masticar menos, lo que propicia que el estómago se dilate en las personas que habitualmente comen de pie y, por tanto, hace que las cueste más sentirse llenas.

También juega en ello un rol la gravedad, por la cual el estómago está más estirado y por lo tanto tiene más capacidad de almacenar comida, lo que evita que mandemos al cerebro una señal de saciedad. Así lo revela este estudio de la Universidad de Utha.

3. Es más difícil saciarse

Tanto por el hecho de tragar aire como porque la postura estirada no mantiene el estómago comprimido como sí lo hace la sentada, el caso es que parece ser que las personas que comen de pie tienden a hacerlo en mayores cantidades y les cuesta más sentirse saciadas. Las personas que comen sentadas, curiosamente, se sienten saciadas antes.

En ello puede tener que ver la compresión que el cinturón y la ropa ejerce sobre el estómago, por lo que rápidamente este envía una señal al cerebro de que ya no le cabe más comida.

Pero el estudio también constató que estas personas tenían una digestión más lenta que las que comían de pie o las que, tras comer sentadas, se levantaban y no volvían a sentarse mientras hacían la digestión. En consecuencia, las personas que hacían una sobremesa sentadas tras comer tardaban más en volver a tener hambre.

4. Comemos en un estado de alerta hormonal

Además de la cuestión postural, se cree que hay una cuestión psicológica, o al menos hormonal, que motiva que al comer de pie lo hagamos más deprisa y en mayores cantidades.

La misma está relacionada con las hormonas del estrés y con nuestros antecesores, que como ya hemos dicho se cree que solían comer a resguardo en cuevas, a poder ser, y sentados o, al menos, agachados.

En esta postura se restringe la circulación, las hormonas del estrés, principalmente el cortisol, se hacen menos eficientes y nos relajamos, con lo que facilitamos una ingesta y una masticación lenta y profunda, que según este estudio influye en la sensación de hambre.

Un estudio publicado por varios científicos en la revista Journal of de Academy of Nutrition and Dietetics asegura que “comer a un ritmo más lento reduce la ingesta de energía en sujetos de peso normal, aunque no en sujetos con sobrepeso u obesidad”.

En cambio, estar de pie permite a las hormonas del estrés llegar más fácilmente al cerebro y por tanto mantener un estado de alerta contante y de ansiedad que nos hace masticar menos y tragar más.

Un estudio de la Universidad de Iowa concluye que “aumentar el número de masticaciones antes de tragar reduce el tamaño de la comida en adultos de peso normal, con sobrepeso y obesos, y con ello aumenta la sensación de saciedad”.

Al contrario, ingerir porciones de comida grandes y sin masticar provoca que estas se aprovechen menos, pasen menos nutrientes al torrente sanguíneo y retrasen la señal al cerebro de que ya tenemos suficiente alimento.

5. Se come comida menos saludable

Esta es una constatación estadística y no por ello menos cierta que certifica un estudio que relaciona estadísticamente la excesiva presencia de la comida basura en la dieta con una serie de factores, entre los cuales está el hecho de comer de pie mientras andamos por la calle o esperamos el transporte público, etc.

Es decir que cuando comemos de pie, comemos comida más fácil, sabrosa y menos sana: más hidratos de carbono, más azúcares libres, más grasas saturadas, etc. En otras palabras: pinchos de tortilla, pizza, fideos chinos, etc. Por no hablar de dulces.

6. Aumentamos la resistencia a la insulina

Por causa de la mayor ingesta de comida basura, rica en azúcares, aumenta la resistencia de nuestras células a la insulina y, por tanto, iniciamos el camino hacia la diabetes de tipo 2. Si bien parece ser que hacerlo de pie podría ser útil para disminuir la variabilidad glucémica en diabéticos tras la ingesta.

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