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Dietas bajas en carbohidratos: por qué no son recomendables

La dieta cetogénica empezó a usarse como tratamiento anticonvulsivo en 1921. Su uso, con los años y con la aparición de fármacos destinados a esta función, empezó a disminuir. Pero en los últimos tiempos ha resurgido de nuevo. Y es que en el mundo de las dietas para bajar de peso, los planes de alimentación bajos en carbohidratos atraen la atención. La dieta cetogénica, además de ser baja en carbohidratos, se centra en la grasa, que proporciona hasta el 90% de las calorías diarias. No se trata de un tipo de dieta para experimentar.

Cómo funciona una dieta cetogénica

La dieta cetogénica se caracteriza por su alto contenido en lípidos, adecuada en proteínas y baja en hidratos de carbono. Todo ello provoca cetosis, un estado que, en ausencia de hidratos de carbono, obliga al organismo a buscar fuentes alternativas de energía. Dietas como la Atkins, Dukan o la paleolítica podrían considerarse dietas cetogénicas, o low-carb. Están permitidas algunas grasas insaturadas como nueces, semillas y aceite de oliva, así como vegetales con índice de hidratos bajo como espinacas, col o brócoli, alimentos con omega 3 como sardinas o salmón o alguna proteína con moderación como conejo o pescado blanco.

Esta dieta se usa sobre todo para ayudar a reducir la frecuencia de las crisis epilépticas en niños, como se ha comentado, aunque también se ha probado para bajar de peso. Según la Harvard Medical School, solo se han estudiado los resultados a corto plazo y se desconocen los efectos más a largo plazo. En una dieta cetogénica, en lugar de que el cuerpo dependa del azúcar, procedente de los carbohidratos, lo hace de los cuerpos cetónicos, una especie de combustible que el hígado produce a partir de la grasa almacenada.

Dieta cetogénica y pérdida de peso

Seguir una alimentación de este tipo obliga al cuerpo a buscar la energía en la oxidación de grasa (como ocurre durante el ayuno) y, por tanto, la consecuente pérdida de energía. La dieta cetogénica reduce al máximo el consumo de carbohidratos, eliminando alimentos como cereales y derivados, tubérculos como la patata, legumbres y productos procesados con harinas. Si, en condiciones normales, la cantidad de carbohidratos está entre el 50% y el 60% de las calorías totales, en una dieta cetogénica se reduce a un 10% (50 gramos por día). A esta cantidad se llega con el consumo de frutas y verduras en raciones muy controladas.

Esto se hace para provocar que el cuerpo genere un estado de hambre “controlado”. En este momento, el primer paso que sigue el organismo es “tirar” del glucógeno que está almacenado en el hígado. Una vez gastado este glucógeno, el organismo recurre a los ácidos grasos. En este proceso se producen los cuerpos cetónicos (acetato, acetona y b-hidroxiburitato son los principales), cuya presencia en la sangre puede tener efectos perjudiciales sobre el organismo cuando su formación se prolonga en el tiempo.

Los seis riesgos de la dieta cetogénica

El aumento de los cuerpos cetónicos en sangre lleva a la deshidratación y otros trastornos metabólicos. En casos extremos, puede provocar muerte súbita por arritmia, sobre todo si hay algún factor de riesgo cardiovascular previo, como reconoce la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN). Esta dieta obliga al hígado a trabajar más de lo necesario en condiciones normales, igual que los riñones, que tienen que filtrar y excretar más agua de origen sanguíneo para expulsar residuos nitrogenados y cuerpos cetónicos que sobran. En condiciones normales, con una alimentación equilibrada, el organismo gestiona el volumen de grasas que quema y normalmente no fabrica ni usa cuerpos cetónicos.

  • 1. Déficit de nutrientes. Si la falta de ciertos alimentos no se compensa bien, consumiendo una gran variedad de verduras y frutas, hay riesgo de que se produzcan deficiencias de micronutrientes, incluidos el selenio, el magnesio, el fósforo y las vitaminas B y C.
  • 2. Cansancio a corto plazo. Los efectos secundarios más inmediatos de una dieta cetogénica pueden implicar cansancio y sensación de debilidad física. En un estado de cetosis, también puede haber menos rendimiento a la hora de hacer ejercicio físico. Esto se de debe a la reducción de las reservas de glucógeno, encargado de proporcionar combustible.
  • 3. Problemas digestivos. Si los alimentos que se consumen varían, el sistema digestivo se resiente en forma de diarrea o estreñimiento. Si se mantiene una dieta poco variada en el tiempo, los problemas gastrointestinales pueden perpetuarse e incrementar.
  • 4. Dificultad para dormir. El insomnio es uno de los mayores problemas, sobre todo al principio del estado de cetosis. Puede aparecer dificultad para conciliar el sueño y, durante la noche, problemas para mantenerlo. Con el tiempo, sin embargo, el sueño puede llegar a mejorar.
  • 5. Mal aliento. Este efecto secundario se produce por los elevados niveles de cetonas en el cuerpo, sobre todo de acetona.
  • 6. Problemas hepáticos y de riñón. El hígado puede tener problemas a la hora de metabolizar la cantidad de grasa y los riñones están sobrecargados de proteínas. 

La dieta cetogénica se relacionó hace unos años, como otras dietas alternativas, con efectos anticancerígenos. Sin embargo, en una revisión de algunas de estas dietas publicada en la revista Anticancer Research, algunos no solo no contribuyen a mejorar el pronóstico de cáncer, sino que pueden comprometer el estado nutricional de los pacientes.

Dieta cetogénica y epilepsia

Si bien la mayoría de los casos de epilepsia se controlan con medicación, en un 20-30% de las epilepsias infantiles no reaccionan a este tratamiento. En estos casos, la dieta cetogénica se ha convertido en un tratamiento eficaz y tolerado por sus efectos neuroprotectores y estabilizadores. En un estudio aleatorizado controlado en pacientes con epilepsia infantil refractaria, la dieta cetogénica muestra una activación evolutiva sobre la cognifición y el estado de ánimo, según publica la Neurología.

El metabolismo de los ácidos grasos genera un estado de cetosis que, según la Sociedad Española de Epilepsia (SEEP), disminuye el número de crisis epilépticas. Los expertos aseguran que los cambios metabólicos ayudarían al metabolismo celular a activar programas bioquímicos y genéticos en el cerebro en respuesta a la cetosis, a la reducción de glucosa, al aumento de los ácidos grasos y a la mejora de las reservas bioenergéticas mitocondriales. Actualmente, los datos apoyan el uso de la dieta cetogénica en caso de espasmos infantiles, síndrome de Rett, convulsiones mioclónicas o síndrome de Dravet). 

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